Por: LA CRONICA DEL QUINDIO

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Este artículo fue curado por pulzo   Sep 20, 2025 - 11:09 am
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Las palmas de cera, encabezadas por la emblemática palma de cera del Quindío, constituyen un verdadero emblema natural, cultural y científico para Colombia y la región andina. Estas especies, cuya historia botánica y ecológica comenzó a documentarse a inicios del siglo XIX con los reconocidos expedicionarios Alexander von Humboldt y Aimé Bonpland, poseen un lugar singular en la memoria y ecosistemas del país. Humboldt y Bonpland describieron formalmente la palma de cera en la obra “Plantas equinocciales” (1807), luego de su expedición por el Quindío en 1801, resaltando su asociación original con bosques de Podocarpus —conocido como pino romerón— y Quercus granatensis —roble—, hábitats de los que hoy sólo quedan fragmentos tras siglos de intensa presión ecológica, tal como señala el texto original.

Actualmente, el género Ceroxylon comprende trece especies, endémicas de los Andes de Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia. De esas, siete residen en las cordilleras colombianas y la Sierra Nevada de Santa Marta. Según estudios consignados en el artículo, la dispersión y especialización ecológica de estas especies reflejan tanto su importancia biológica como su vulnerabilidad frente a la alteración del paisaje andino causada por prácticas como la deforestación y la ganadería.

El nombre Ceroxylon, derivado de los vocablos griegos κηρός (kèròs, cera) y ξύλον (xýlon, madera), alude a la notable capa cerosa —en realidad, una resina compuesta mayoritariamente por resinas y, en pequeña proporción, cera— que reviste el tronco y lo protegía tradicionalmente. Las comunidades indígenas aprovecharon esta sustancia, extrayéndola para la fabricación de cirios y velas, una costumbre recogida tanto por Humboldt como posteriormente por Jean Baptiste Baussignault, quien investigó su composición química.

Las especies locales más destacadas incluyen Ceroxylon quinduense y Ceroxylon alpinum, esta última característica del Valle de Cocora y reconocida por su longevidad, ya que los ejemplares pueden llegar a superar los 250 años. Propuesta como árbol nacional por el botánico Armando Dugand en 1949 y oficialmente reconocida en 1985, la palma de cera representa un símbolo vital por su destacado papel ecológico e histórico.

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Sin embargo, este emblema enfrenta adversidades severas. La fragmentación de sus hábitats originales, el avance de la agricultura y el uso de sus brotes —o chontas— como alimento ganadero durante la colonización antioqueña han acentuado el riesgo sobre estas especies, clasificadas en distintas categorías de amenaza. Especialistas como Bernal, Galeano y Sanín proponen programas de conservación y estrategias de restauración ecológica que buscan preservar tanto las poblaciones de palmas como los ecosistemas asociados.

El valor de la palma de cera trasciende lo biológico. Para los pueblos indígenas y comunidades rurales, es parte de su patrimonio cultural, además de atraer el interés turístico y simbolizar la resiliencia y diversidad de la biosfera andina. La historia de este árbol refleja tanto las posibilidades de una convivencia equilibrada entre personas y naturaleza como las consecuencias de la intervención humana no sostenible. Por ello, el llamado a integrar esfuerzos de conservación científica y política pública adquiere una importancia urgente.

En el ámbito internacional, la experiencia colombiana en la protección de Ceroxylon puede ser comparable con las iniciativas desarrolladas en otros países andinos, donde estas palmas también cumplen funciones claves en lo ecológico y cultural. Estudios recientes de organismos como la FAO subrayan la necesidad de cooperar a escala regional para conservar los ecosistemas montañosos y enfrentar los retos del cambio climático.

La palma de cera del Quindío, por tanto, no es solo un árbol nacional: es un testimonio vivo de la historia natural de América, un recurso en peligro y una invitación persistente a fortalecer la protección conjunta del patrimonio ecológico.

¿Qué implica la fragmentación de hábitats para las palmas de cera?
La fragmentación de hábitats, mencionada como uno de los principales peligros para Ceroxylon, ocurre cuando grandes extensiones boscosas se dividen en áreas pequeñas y aisladas, lo que restringe la movilidad y reproducción de las especies. Este fenómeno reduce la diversidad genética y dificulta la regeneración natural, interferencia que amenaza la continuidad ecológica de las palmas. Según lo consignado en el texto original, la restauración y reconexión de estos espacios son acciones fundamentales para mantener poblaciones viables y ecosistemas sanos.

¿Qué significa chonta en el contexto de las palmas de cera?
La palabra “chonta” se utiliza en el texto para designar los brotes jóvenes de las palmas de cera, los cuales históricamente fueron sustraídos para alimentar al ganado, especialmente durante la colonización antioqueña. Esta práctica, aunque era de importancia para la ganadería, tuvo efectos negativos sobre la supervivencia y regeneración natural de las poblaciones de palmas, contribuyendo así a su estado actual de amenaza. El término ilustra cómo el uso tradicional puede afectar recursos frágiles si no se acompaña de prácticas de manejo sostenible.


* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.

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