La cifra total aumenta, durante los 14 primeros meses de la pandemia, a 1,5 millones si además de los cuidadores principales (padres o abuelos), se considera a los secundarios (abuelos y otros familiares, entre 60 y 84 años, que viven en el mismo hogar y colaboran en la crianza), informa The Lancet. 

La investigación diferencia entre cuidadores primarios, que son los progenitores y los abuelos cuidadores y los familiares secundarios, en referencia a los abuelos y otros mayores que, junto a los padres, ayudan en la crianza y viven en la misma casa. 

El estudio, con datos de 21 países, estima que, en lugares como Colombia, Perú, Sudáfrica, México, Brasil, Irán, Estados Unidos, Argentina y Rusia, la tasa de mortalidad de los cuidadores primarios fue de, al menos, uno por cada mil niños.

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Los autores aprecian que 1,13 millones de niños perdieron a uno de sus progenitores o a un abuelo custodio debido a un fallecimiento asociado con el COVID-19. De ellos, un millón quedó huérfano de madre, padre o de ambos, aunque la mayoría perdió a uno, no a ambos progenitores. 

En total, 1,56 millones han sufrido la muerte de al menos uno de sus padres, un abuelo custodio, abuelo conviviente u otro pariente mayor que habitaba con ellos. 

Las muertes asociadas con el COVID-19 eran, en todos los países analizados, mayores entre los hombres que entre las mujeres, sobre todo en las edades medias y avanzadas. En general, había hasta cinco veces más niños que perdían a su padre que a su madre. 

El análisis utilizó datos de mortalidad y fertilidad para modelar las tasas de orfandad (muerte de uno o ambos progenitores) asociadas al COVID-19 y las de los abuelos custodios y convivientes (de 60 a 84 años) desde el 1 de marzo de 2020 hasta el 30 de abril de 2021. 

Para ello, usaron datos de 21 países, entre ellos Colombia, Alemania, Argentina, Brasil, Francia, España, Estados Unidos, Kenia, Malawi o Sudáfrica, que representaban casi el 77 % de las muertes por COVID-19 a nivel mundial, y extrapolar así una estimación mínima global. 

Los investigadores se refieren a “muertes asociadas” al COVID-19, es decir, la combinación de las causadas directamente por la enfermedad y las debidas a factores como los confinamientos, restricciones a las reuniones y a la circulación, la disminución del acceso o la aceptación en la atención sanitaria y del tratamiento de enfermedades crónicas. 

“Estudios como este desempeñan un papel crucial a la hora de esclarecer las consecuencias duraderas de la pandemia de COVID-19 para las familias y la futura salud mental y el bienestar de los niños de todo el mundo“, dijo la directora de Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas (NIDA), Nora Volkow, que financió, en parte el estudio.