Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Luis Bello   Ene 5, 2024 - 8:05 pm
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Si hay algo que ha cambiado en los últimos años —en lo que va de este siglo— son los tatuajes y no sólo por el desarrollo técnico y tecnológico sino por la percepción. Los tatuajes pasaron de lo marginal a lo popular. Los lleva cualquiera, en cualquier parte del cuerpo.

Y aunque no se sabe con exactitud cuántas personas en el mundo tienen tatuajes, sí es evidente que las cifras van en aumento. Según una encuesta de Cifras y Conceptos publicada en 2020, en Colombia, entre las personas mayores de 35 años, solo el 6 % tiene tatuajes, pero la cifra aumenta mientras la edad disminuye, es decir, el 19 % de las personas entre 25 y 34 años y el 47 % entre los 18 y 24 tienen tatuajes.

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Los datos no son muchos, pero las tendencias son claras. En Curar la piel, un ensayo en torno al tatuaje, el escritor español Nadal Suau, basándose en cifras de Norteamérica y Europa, señala que la creciente penetración en las clases altas y media-alta todavía no se equipara al arraigo en los barrios populares y los sectores asociados a la creatividad, los tatuados siguen siendo minoría en todas las edades (aunque es mayor en los menores de 40 y muchos más entre los 18 y los 25, como se ve en la cifras del país) y las personas con más de tres tatuajes siguen siendo irrelevantes en las estadísticas de todas las franjas generacionales y socioeconómicas.

Las razones para tatuarse pueden ser tan variadas como las personas que se tatúan, pero según Suau, tatuarse tiene que ver con una búsqueda estética y discursiva, y en eso coincide Miguel Castaño Saldarriaga, uno de los tatuadores más admirados y cotizados de Medellín.

—Una de las mayores razones de la gente para tatuarse es la estética. La gente quiere verse diferente, quiere demostrar más su personalidad, algunos quieren verse más rudos, otros más tiernos… en fin, dice Miguel.

—Es un cambio en la apariencia, como una cirugía estética…

—Si, y es muy importante tener eso claro a la hora de decidir. ¿Qué aspecto quiero dar yo? ¿Qué pasa si me tatúo unas letras súper agresivas en el cuello? Tenés que saber qué eso te va a dar otro aspecto y que la gente que te ve, estará viendo un tatuaje que no sabe bien que es porque ni siquiera le estás explicando.

—¿Qué recomendaciones le da a las personas que están por tatuarse?

—Tener una buena perspectiva de su cuerpo, porque mucha gente dice, bueno, me quiero tatuar el brazo o la parte que sea, pero se mira desde su perspectiva, desde su forma de ver su brazo, pero en realidad tiene que verse como si se viera desde lejos para ver cómo se va a ver y si eso es lo que quiere demostrar en el cuerpo. Y pensarlo muy bien, porque en realidad eso es algo para toda la vida, dice Miguel.

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Esa mirada en perspectiva que dice Miguel implica mirarse desde afuera para verse no solo como los otros lo van a ver a uno, sino cómo uno se va a ver en el tiempo. Es mirarse a futuro. La vida cambia, pero los tatuajes permanecen, son para siempre. Se quedan en la piel hasta después de la muerte, hasta que el cuerpo se descompone. Y aunque hay técnicas de borrado la piel no volverá a verse igual que antes. Además, el proceso de borrado puede salir más caro y ser mucho más doloroso.

Por eso, en su ensayo, Suau dice “si tuviera que dar un consejo a futuros tatuados sería este: confía en el profesional, deja que él tome más decisiones que tú”.

Aunque en el mundo del tatuaje, lo profesional no tiene tanto que ver con la formación académica, como con la ética, el sentido de responsabilidad y la técnica. Tatuar es una suma de conocimientos, que van desde el dibujo, el color, la anatomía e incluso algo de medicina, pues finalmente la piel es un órgano, que se toma por lienzo.

El tatuaje, escribió también Suau, “no es distinto de cualquier arte: viene de la sociedad, se alimenta de sus angustias y deseos, la refleja, y a veces, la interfiere”. Por eso es necesario confiar en los artistas. Todos podemos dibujar, pero no todos somos artistas. Por eso es que se paga, por eso, también, puede llegar a valer tanto.

Miguel lleva más de 10 años tatuando. Empezó en el colegio a los 16 cuando decidió comprarse una máquina por internet que ni siquiera sabía muy bien cómo se armaba. Lo primero que hizo fue tatuar a un amigo suyo (al que todavía sigue tatuando) y empezar a tatuarse él, ir a estudios, donde tatuadores que admiraba para ver cómo hacían su trabajo, porque en esa época, aunque no parece tan lejana, las condiciones eran otras. No abundaba la información como ahora, que hay montones de cursos, videos, tutoriales y cuentas de redes sociales con información sobre tatuajes.

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Pero ahora que abunda la información el tatuaje ha llegado a niveles superlativos, sobre todo en Medellín, donde se está convirtiendo en un atractivo turístico. Miguel calcula que esto viene pasando hace 4 o 5 años.

—Yo puedo decir que al menos el 50, 60 % de mis clientes son extranjeros o colombianos que viven afuera. Tengo clientes que han venido siete, ocho veces, desde otro país y eso impulsa mucho porque la próxima vienen con un amigo, después el amigo viene solo o trae otros amigo entonces es como una red que va creciendo cada vez más. Para mí, Medellín es una capital del tatuaje en Latinoamérica.

Él se ha especializado en sombras, y en esa técnica ha desarrollado varios estilos, sobre todo el realismo. Sus trabajos suelen ser piezas grandes, incluso, uno de los más recientes fue un retrato del rapero Travis Scott en una espalda completa. El cliente es colombiano, pero lleva varios años fuera del país y aprovechó que venía para tatuarse. El trabajo le tomó seis sesiones y las hizo en un lapso de ocho días. Miguel cobra dos millones de pesos por sesión, es decir, que ese trabajo completo valió doce millones de pesos.

Es mucha plata, si, pero dice Miguel que cada sesión de un trabajo como ese en un país como Estados Unidos y con un buen artista puede estar alrededor de los $ 3.500 dólares (cerca de 14 millones de pesos colombianos al cambio a la fecha). Es inevitable pensar que los extranjeros vienen a tatuarse atraídos por el precio, pero es innegable que la oferta local es de gran calidad.

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Agry Mom Studio, donde trabaja Miguel, es una de las tiendas más reconocidas de la ciudad, incluso del país —tiene un sede en el poblado, otra en Llano Grande y están por inaugurar otra en Laureles—. Pero no es la única, Miguel destaca también La Tinta, donde estuvo antes y Secret Symbol.

La alta demanda ha hecho del tatuaje un gran negocio, abundan tiendas y tatuadores, pero hay que escoger bien, mirar el portafolio de los artistas, los trabajos que comparten en sus redes y consultar con los que saben. Para tatuarse no hay un motivo mejor que otro, pero para lo que no hay motivo por estos días, es para que un tatuaje quede mal hecho.

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“¿Por qué nos tatuamos?, escribió Suau. Primero, para disfrutar y reventar de belleza, y con eso basta. Pero también lo hacemos porque echamos en falta mecernos en un ritmo que se ajuste a la medida de nuestra brevedad. Para reconocernos en quienes fuimos y seremos, tan parecidos a aquellos que fueron, a los que serán”.

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