Carolina Molina vive en la casa paterna de su esposo, ubicada en Bogotá. Al entrar al cuarto donde duerme Carolina, su esposo y sus 2 hijos, lo primero que se ve son juguetes y libros. Había un librero lleno de textos infantiles, un escritorio con un computador que proyectaba una clase de inglés para su hijo mayor, Gabriel, quien tiene solo 4 años y en el piso, al lado de las camas, estaba una piscina de pelotas llena de avena. Incluso, en las paredes, se ven manualidades y tareas que han hecho, sin contar un horario que muestra cuáles son las actividades diarias de una semana común y corriente.

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Era 2021. Carolina se enteró de que estaba embarazada de su segundo hijo; fue una noticia inesperada, al igual que cuando se enteró de su primer embarazo. Sin embargo, ambas situaciones fueron bastante distintas. Su primer embarazo fue en el año 2018 y lo recuerda como la experiencia más bonita porque ella siempre había deseado ser madre. El segundo embarazo no estaba planeado, debido a que para ella ya era suficiente tener a Gabriel.

Encima, con tres meses de gestación se infectó de COVID-19. Su experiencia fue terrible, ya que no podía consumir los medicamentos necesarios debido a su embarazo. Ella comentó: “Solo podía tomar acetaminofén y ese dolor de cabeza era muy fuerte, no me hizo ni cosquillas. Con los conocimientos de enfermería que yo tenía, supe que podía ponerme oxígeno y eso me ayudaría sin afectar a mi bebé”.

Para ella, el nacimiento de sus hijos fue muy importante, por ello se acuerda de muchos detalles. En ambos embarazos, los bebés nacieron a las 40 semanas de gestación y un día, a las 10 a. m. de un sábado. La ginecóloga que atendió el parto de su hijo mayor, Gabriel, se llamaba Gabriela; y el de su hijo menor, Tomás, se llamaba Jesús. Ambos fueron partos humanizados, lo que significa que el papá participó en el nacimiento de sus hijos.

Antes del nacimiento de Tomás, mientras Gabriel crecía, Carolina se dio cuenta de que deseaba abrir puertas para su hijo. Los idiomas eran la solución para ella. Empezó con el inglés, pues es el idioma universal. Todos los métodos que implementaba para su aprendizaje, después los usó con su hijo menor, pero a una edad más temprana.

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Por su parte, Angie Gacha, de 27 años, trabaja y vive en Villavicencio junto con su hija Sara Celeste Cardona, de 13 meses, y su esposo, con quién lleva casada año y medio. Angie no olvida cómo fue su experiencia de embarazo:

—Digamos que no estábamos preparados para mi embarazo porque nos estábamos cuidando. Por alguna razón, pasó. Cuando me enteré me negué rotundamente. Yo decía “no puede ser, no puede ser”. Ya luego como que lo asimilé, lo entendí. Me empecé a enamorar de mi chiquita en el momento de la primera ecografía. Escuché el corazón, el latido del corazón de un ser que llevaba dentro—, relató.

El embarazo lo disfrutó. De hecho, quien sufrió los antojos, los mareos y todos los síntomas fue su esposo, David Cardona. El 10 de agosto se presentó a una cita de control. Ese día un doctor le comentó que la bebé debía nacer por cesárea, cosa que no era el ideal de Angie pues anhelaba un parto natural. El sábado 14 de agosto de 2021 ella empezó a sentir las contracciones, que las describió como si “absolutamente todos los músculos se recogieran durante unos segundos y luego se sintió cómo ellos mismos se soltaban totalmente”. Un doctor, tras una revisión, afirmó que un parto natural era posible. Al final Angie logró ese parto natural que tanto quería.

Mientras rebuscaba en sus memorias del embarazo y nacimiento de su hija, Angie recordó:

—Tenía como seis, siete meses de embarazo, íbamos en el carro hablando con mi esposo.
—¿A ti te gustaría que la niña aprendiera un idioma adicional?— preguntó David.
—Él se acuerda mucho de eso y nos daba risa porque yo ese día le contesté como muy segura, y de hecho estaba muy distraída en otra cosa.
—Yo quiero que mi hija aprenda mínimo siete idiomas— le contesté y me volteó a ver.
—¿Estás loca?— me reclamó.

Esa fue la primera vez que Angie recuerda hablar sobre su interés por decir que su hija aprendiese algo que ella no. Decía que por lo menos quería darle las herramientas o las bases necesarias para que ella tomara en el momento adecuado su decisión de qué hacer. “No que llegue más grande y diga, ¿y ahora qué hago?”.

Dos madres, Carolina y Angie, querían que sus pequeños aprendieran idiomas no solo por lo académico, sino por el ideal de que, en un futuro, sus hijos pudieran conocer varias culturas que los enriquecieran. Ambas, en medio de su búsqueda a través de las redes sociales, se encontraron con Bebé Políglota. Sin embargo, la economía no les permitía darse el lujo de pagar esa herramienta.

Bebé Políglota es un programa que usa herramientas de estimulación para que los niños de 0 a 7 años desarrollen su oído, cerebro y desarrollen esas conexiones neuronales estables. Y más adelante poder aprender idiomas con las bases que enseñan en italiano, francés, mandarín, alemán, español, inglés y portugués, sacando provecho de las cuatro habilidades comunicativas diferentes implementadas por el método: escuchar, hablar, escribir y leer. Cuando el niño sea más grande y estudie gramática, puede relacionarse con conversaciones completas, para poder aprender de una forma natural y fluida, así como se hace con la lengua materna.

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La experta Andrea Corredor, de 31 años, psicopedagoga infantil y directora pedagógica de la editorial Bebé Genial, comenta que esas conexiones no suelen ser estables en esa primera infancia de los niños; hay tres momentos muy importantes que son de los seis meses, a los dos años y a los siete años, donde ocurre la poda neuronal, que es cuando esas conexiones que no están firmes son borradas. Pero al estimularlas constantemente pueden perdurar a través de los años. El método usado para evitarlo es la repetición. Así se pueden crear conexiones neuronales duraderas.

Aun así, Carolina y Angie, a pesar de sus deseos, buscaron alternativas más accesibles. Decididas, tomaron la iniciativa de enseñarles. Angie, por su lado, cuando Sara tenía más o menos un mes, le empezó a poner música en portugués, en italiano y en inglés. También la hacía ver dibujos animados en mandarín y francés, a través de plataformas como Netflix.

Este último método lo usaba Carolina, pero le sucedió lo mismo que a Angie, empezaron a tener mucho cuidado, pues se daban cuenta de que lo que mostraban esos programas podría resultar contraproducente. Había violencia y malos comportamientos, mezquindad, egoísmo y aunque se demostraban de manera superficial e inocente, estas madres lo veían como algo que los mismos niños podían interiorizar indirectamente.

Carolina, por otro lado, con su hijo Gabriel, implementaba unos videos de lenguajes de señas en inglés de un canal de YouTube llamado English time. También intentaba leerle cuentos en la noche e iba a todos los espacios de aprendizaje que sitios como las bibliotecas públicas de Bogotá, por ejemplo, la Biblioteca Julio Mario Santodomingo, les ofrecían a los menores de edad.

Ya con el tiempo, ambas se organizaron para poder acceder al programa de Bebé políglota. La hija de Angie empezó a los 10 meses y el hijo de Carolina, Gabriel, a los 2 años. Ellas se sentían felices. A pesar de que la experta afirma que no puede haber sobreestimulación en los niños, programas como este no interfieren con el desarrollo psicomotriz, ni social. Solo es necesario que, con el objetivo claro, se saquen 30 minutos diarios repartidos en 10 minutos a través del día, eso resulta suficiente para los niños.

Ambas ya en este momento empiezan a ver frutos de la constancia en la educación de sus hijos. Sara empieza a asociar e identificar las imágenes de las emoticartas —cartas donde, por una cara, está una palabra en determinado idioma y, al voltearla, se encuentra una imagen de lo que la carta dice— incluidas en el paquete de Bebé Políglota, como oso en alemán, carro en inglés, entre otros. El hijo de Carolina, Gabriel, ya logra comprender inglés básico, esto lo evidencia en un taller que hace todos los martes y jueves, donde toda la metodología se desarrolla exclusivamente en inglés.

Un martes normal, Gabriel, con energía, empieza el día con sus clases en inglés en la academia Rainbow —sitio donde manejan el ‘homeschooling’ o educación en casa—. Después de sus clases, empieza a jugar y a leer. Él tiene un libro favorito de la colección Calibots, donde tiene cuentos tanto, en español como en inglés. De la nada, él puede abrir una página y empezar a decir de memoria un cuento del libro. La casa no suele ser suficiente para jugar, así que sale a quemar energía en el parque. Sin embargo, antes de eso debe arreglar el desorden que esta vez hizo por jugar con la avena que se encontraba en la piscina de pelotas de su hermano menor. Mientras limpia el piso, Gabriel empieza a cantar con fluidez una canción en inglés que aprendió hace un tiempo en su taller de los martes y jueves.

Tomás es un caso aparte. Él empezó con el método desde los 5 meses de gestación. La psicopedagoga infantil comentó que, a partir de dicho mes, ya el oído es el primer órgano que está prácticamente desarrollado, lo que permite que el bebé empiece a recibir todos esos estímulos.

Además, desde que nació, usualmente se encuentra cerca a su hermano mientras está en clase. Carolina intenta aprovechar para que Tomás, si bien no puede ver la pantalla, al menos pueda realizar las actividades a la par con lo que le dictan a Gabriel. Se espera que su fluidez en los idiomas sea mayor. El ambiente donde él se encuentra para estudiar es muy didáctico, tiene una piscina de pelotas que Carolina usa como método sensorial con la cual estimula sus sentidos y, para más seguridad, la llena de alimentos como hojuelas de avena, para así ella estar tranquila de que, si se lo acerca a la boca, no va a haber ningún problema.

Estos tres bebés tienen la posibilidad de tener las bases para ser políglotas desde una edad muy temprana. Están preparándose para, posiblemente, ser parte de una generación que va a cambiar el mercado laboral y a reforzar la globalización del mundo.

Por ejemplo, Bebé políglota se encuentra en 8 países distintos y planea alcanzar antes de 2030 más de 50 mil niños. En este momento, la editorial Bebé Genial posee una línea escolar llamada Bebé Genial School, que funciona ya en varias instituciones privadas y una línea hogar donde se encuentra la herramienta Bebé políglota. El conflicto que hay en estos tipos de productos es lo económico, de hecho, Andrea Corredor afirmó que: “en cuanto a la parte económica y en la situación de Colombia, pues sí, claramente por la oferta de valor que tenemos, es un producto con un precio considerable”.

En Colombia, para instituciones oficiales, es incierto qué va a pasar. Sin embargo, no se descarta la posibilidad de que algún tipo de herramienta, que refuerce el aprendizaje de varios idiomas, sea ejecutada en colegios, ya que, al acercarse al Ministerio de Educación por parte del Programa Nacional de Bilingüismo, comentan que actualmente estructuran los proyectos que se implementarán en las instituciones oficiales en el siguiente cuatrienio. Pero, no ofrecen más detalles.

El problema para los hogares que quieran acceder a herramientas como estas es que no suelen ser asequibles económicamente para gran parte de la población, pues solamente la herramienta de Bebé Políglota cuesta casi 5 millones de pesos (1.100 dólares aproximadamente a cambio de hoy) y según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) en 2021, 45,4 % de los colombianos, lo que equivale a 9,2 millones de trabajadores, ganan mensualmente menos del mínimo vigente —en 2022, corresponde a 1 millón de pesos colombianos—. Aun así, no significa que en un futuro no sea posible romper esta barrera, para que muchos puedan empezar un proceso como el de convertir a un bebé en un futuro adulto políglota.

Por: Juan Esteban Medina Caicedo

*Estas notas hacen parte de un acuerdo entre Pulzo y la Universidad de la Sabana para publicar los mejores contenidos de la Facultad de Comunicación Social y Periodismo. La responsabilidad de los contenidos aquí publicados es exclusivamente de la Universidad de la Sabana.