El motivo es que almacenar y enviar a todos los rincones del mundo la información que estas plataformas ofrecen consume una gran cantidad de energía.

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Todos los días se envían alrededor de 38 millones de mensajes de Whatsapp, se presiona 5,7 millones de veces la tecla “buscar” en Google y se visualizan 165 millones de horas de películas y series en Netflix, la plataforma de ‘streaming’ más popular del mercado. Toda esta información se envía por cable, antena y fibra óptica, y queda guardada en algún lugar para poder volver a consultarla.

Según la revista Nature, la energía necesaria para refrigerar los centros de almacenamiento de datos supone el 0,3 % de las emisiones de GEI mundiales, que sumados a los correspondientes al resto del sector de las tecnologías digitales, superan a la aviación comercial como agente potenciador del cambio climático.

Son números a considerar, y más aun teniendo en cuenta el ritmo frenético en el que se incrementa la cantidad de dispositivos conectados a la red. Aun así, para bajar a tierra toda esta información, vamos a calcular la huella de carbono de ver una serie en Netflix. 

La huella de carbono de Netflix

En los últimos años se han publicado numerosos trabajos que estudian la Huella de Carbono de las plataformas de visionado de contenidos en streaming. Sin embargo, los datos y supuestos asumidos por éstos han generado acalorados debates entre sus autores y las empresas del sector.

A las ONG ambientalistas se les ha acusado de sobredimensionar el impacto, pero las plataformas tampoco han facilitado la realización de estudios profundos y precisos.

Por esto, para nuestro cálculo vamos a reparar primero en datos de consumo de energía proporcionados de manera oficial por la propia Netflix: El año pasado el consumo de energía de los edificios administrativos, estudios y centros de almacenamientos de datos de Netflix fue de 451.000 kWh [1].

Considerando que sus 167 millones de suscriptores visualizan una media de 1,1 horas de contenidos diarios (según varias estimaciones), la energía que podemos asignar a cada espectador es de 0,0067 kWh por hora. Para ver una serie exitosa, por ejemplo, Peaky Blinders, que dura unas 30 horas, obtenemos que su visionado tiene una Huella de Carbono de 135 g de CO2 eq. Sin embargo, los datos aportados por Netflix no tienen en cuenta la energía consumida por la transmisión de sus contenidos hasta el espectador, ya que este aspecto se lo atribuye al gestor de las redes de comunicación.

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1 GB por Hora en Netflix

Medir la cantidad de energía que consume el envío de un gigabyte por internet es complejo. Varios estudios han tratado de dar con una cifra, pero los resultados obtenidos difieren en varias órdenes de magnitud entre ellos. Por eso, vamos a utilizar una horquilla de resultados aceptados por la comunidad científica, asumiendo que el consumo está entre 0,023 y 7,3 kWh por cada GB [2].

Así, si una hora de visionado de Netflix consume 1 GB (según la plataforma), las 30 horas de Peaky Blinders suponen consumir otros tantos gigas de información. Aplicando la horquilla de resultados mencionada para el consumo de energía, obtenemos que la transmisión de datos asociada al visionado de la serie supone la emisión de entre 0,46 y 146 kg de CO2 eq.

Sumar ambos resultados nos ofrece la Huella de Carbono final de ver Peaky Blinders en Netflix: entre 0,6 y 146 kg de CO2 eq., que corresponde a viajar entre 3 y 970 km en coche.

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Conclusiones

El margen de resultados obtenido es muy amplio, pero al principio podíamos pensar que esta actividad no generaba ningún impacto. Es cierto que la eficiencia del almacenamiento y envío de datos está mejorando rápidamente, pero también está creciendo con gran ritmo el volumen de dispositivos conectados a la red.

Es responsabilidad de las propias plataformas como Netflix reducir las emisiones asociadas a sus actividades. No es justo responsabilizarte a ti del cambio climático por ver una serie. Sin embargo, este tipo de cálculos nos sirven para darnos cuenta de que todos los bienes que consumimos tienen repercusión en el medio ambiente y, quizá, comenzar a exigir a estas empresas prácticas más sostenibles.