La especie humana, más conocida como Homo Sapiens (del latín, homo: hombre y sapiens: sabio), ¿será sabia? tiene una inmensa deuda con las generaciones actuales y futuras, por dos razones.

La primera, porque les está dejando un planeta que, por su destrucción, va a quedar inhabitable. La segunda, porque es una especie que, en general, tiene poco respeto por la vida.

Sustancias contaminantes lanzadas al aire, el agua y la tierra, ya están pasando facturas. Otros productos químicos dañinos están contribuyendo a destruir la biodiversidad. Los conflictos internos y entre países están dejando miles de desplazados y de muertos. Todas esas alarmas afectan la salud.

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Para ilustrar los males del planeta, y por supuesto de la humanidad, así como las posibles soluciones, los monográficos de Investigación y Ciencia, revista en español de ‘Scientific American’, emitieron Temas, de edición trimestral, correspondiente a los tres últimos meses del segundo semestre de este 2021.

El título de esta presentación fue “Contaminación medioambiental y salud” que contiene los siguientes 12 artículos: 1- Contaminación atmosférica y salud pública; 2- La influencia de la polución en la demencia; 3 – La acción oculta de los disruptores endocrinos; 4- Aguas contaminadas; 5 – Arsénico en el agua; 6 – Una historia estratificada; 7 – Los anfibios y la contaminación química.

El artículo 8 se titula: ¿Qué provoca el declive de los insectos?; 9 – Los estragos de la contaminación lumínica; 10 – Aprovechar la basura; 11 – Reutilización de aguas residuales; 12 – Depuración natural de aguas residuales. De uno de ellos, el artículo 9, ya fue comentado en una publicación dominical reciente, por eso, en esta ocasión omitimos referirnos a él; eso sí, se resalta lo más importante de algunos de los otros artículos, buscando generar conciencia sobre esos problemas que afectan tanto al planeta como a la humanidad, e indicando posibles soluciones.

Antes de iniciar esos resúmenes, se presenta lo que la revista tituló: “El peaje de la industrialización”, que al inicio expresa: “Desde la revolución industrial, la humanidad ha logrado avances extraordinarios en campos como la medicina, la agricultura y la industria. Esos logros han contribuido a que nuestra esperanza de vida haya aumentado enormemente en el último siglo y también haya mejorado nuestra calidad de vida. Sin embargo, uno de los peajes que hemos tenido que pagar por estos desarrollos ha sido la contaminación”. Lo anterior conlleva unos 13 millones de víctimas cada año.

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90 % de la población contaminada

El artículo: “Contaminación atmosférica y salud pública” tuvo como autor a Mark J. Nieuwenhuijsen, profesor de investigación en Isglobal, en Barcelona, España, donde dirige la Iniciativa de Planificación, Medio Ambiente y Salud.

Es presidente de la Sociedad Internacional de Epidemiología Ambiental. El autor empieza manifestando: “Los efectos de la polución en la salud suelen ser difíciles de observar a nivel individual. ¿Cómo puede mejorarse ese conocimiento y aumentar la concientización de la población ante el problema?”.

Advierte que “a la mayoría de nosotros nos acecha una de las mayores amenazas, un mal que no suele detectarse a simple vista, pero que descarga su golpe mortal en numerosas zonas del planeta. El 90 % de la población mundial vive en áreas donde los niveles de contaminantes atmosféricos se sitúan por encima de los valores recomendados por las directrices sanitarias. Según diferentes estudios, las sustancias tóxicas y las partículas sólidas del aire derivadas de diversas actividades humanas terminan con la vida de 7 millones de personas cada año”.

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Según él, la contaminación atmosférica varía mucho de una región a otra del planeta, siendo elevada en lugares como China e India y menores en América del Norte y Europa, Aun así, cerca de 400.000 europeos mueren cada año a causa de ella. Pero ¿qué se entiende por contaminación atmosférica? Se pregunta el autor del artículo, a lo cual responde: “Se trata de una mezcla compleja de componentes sólidos (partículas) y gaseosos. En Europa, la originan sobre todo el tráfico motorizado, la industria y las calefacciones domésticas; y en menor medida, el transporte de envíos, la agricultura y algunos factores naturales como el polvo procedente del Sáhara y los volcanes”.

La contaminación que producen los carros ha llevado al uso de la bicicleta. Al respecto, afirma: “(…) la actividad física resulta muy importante para la salud y el bienestar de las personas. De hecho, la falta de actividad provoca varias enfermedades, entre ellas el cáncer, y un aumento de la mortalidad prematura. En todo el mundo, más de 3 millones de personas fallecen de forma prematura como consecuencia de llevar una vida extraordinariamente sedentaria”, agregando que una de las formas de reducir la contaminación desde su origen, es disminuyendo el tráfico motorizado, la calefacción de los hogares y la industria.

Polución y alzheimer

“La influencia de la polución en la demencia”, es el título del artículo de Ellen Ruppel Shell, periodista y profesora de periodismo especializado en ciencia, economía y sociedad. Afirma que las partículas que expulsan al aire los tubos de escape y otras fuentes de contaminantes se vinculan ahora con el alzhéimer.

Estudios recientes demuestran que pueden llegar hasta el cerebro desde la nariz y los pulmones. Destaca que hasta hace poco se creía que el cerebro quedaba a salvo de los efectos de la contaminación gracias a la barrera hematoencefálica, una red de células cohesionadas que impiden la entrada de sustancias tóxicas.

Sin embargo —expresa ella— “Ahora se sabe que algunos contaminantes del aire alteran la barrera y la hacen más permeable, o bien la burlan al introducirse en el cerebro a través de la nariz y los nervios olfativos. Aunque el impacto de cada sustancia tóxica sigue siendo objeto de debate, cada vez hay más pruebas de la estrecha relación entre ciertos contaminantes y el alzhéimer”. También manifiesta que los contaminantes más preocupantes son las gotículas llenas de toxinas o las partículas sólidas suspendidas en el aire con diámetro de una trigésima parte de un cabello humano.

Menciona que “gran parte del trabajo reciente que vincula la mala calidad del aire con las enfermedades cerebrales arranca de las investigaciones pioneras de Lilian Calderón-Garcidueñas, médica y neuropatóloga de la universidad de Montana, EE.UU. (…). A inicios de la década de 2000 examinó a 40 perros que vagaban por las zonas más contaminadas de Ciudad de México, y halló en su cerebro alteraciones histopatológicas similares a las del alzhéimer. Ese descubrimiento la incitó a explorar el mismo órgano en personas que habían vivido en las mismas barriadas”.

Mientras esta dolorosa enfermedad sigue afectando a millones de personas, las noticias referentes a los descubrimientos sobre la contaminación atmosférica traen consigo un mensaje de aliento —opinan varios científicos— finaliza afirmando Ruppel Shell.

Concluyo aludiendo a la breve presentación del artículo: “La acción oculta de los disruptores endocrinos”, escrito por Ester Fuentes y Ángel Nadal, doctores en ciencias químicas. Ella es profesora de nutrición y bromatología en el Instituto de Bioingeniería de la universidad Miguel Hernández de Elche, en Alicante, España, mientras que Nadal es profesor de fisiología en la misma universidad.

Expresan que “como consecuencia de nuestra exposición a los compuestos de uso cotidiano, como los cosméticos, los productos de limpieza o los envases alimentarios, nuestro organismo presenta niveles variables de contaminación. Algunos de estos compuestos alteran la acción de nuestras hormonas, por lo que se les denomina disruptores endocrinos. Actúan a dosis bajas en las diferentes etapas de nuestra vida, en especial durante el desarrollo fetal y la infancia. Debido a que modifican la expresión de genes a través de marcas epigenéticas pueden perdurar de una generación a otra”. Agregan que pueden causarnos enfermedades como la obesidad, la diabetes, cánceres hormonodependientes, el autismo o el síndrome de atención e hiperactividad.

¿Cómo contribuimos al problema?

Las industrias por sí solas no contribuyen a la degradación del planeta y, por consiguiente, al deterioro de la salud de la población. Pensemos que cuando la sociedad se sumerge en el consumo de la comida chatarra que produce la industria ‘alimenticia’, es doblemente afectada: perjudica la salud y por supuesto al planeta, enfermándose la Tierra por el exceso de contaminantes, ya se sabe que también afecta el organismo de los seres vivos, incluido el cuerpo humano. Además, también está el consumo de bebidas azucaradas, poco saludables y con envases contaminantes. ¿El abuso en el consumo de esa pésima comida y las gaseosas, no es una forma de asesinarnos lentamente?

 

El título de esta entrega dominical, podrá parecer exagerado, pero ¿será mentira que parte de la industria alimenticia con sus productos que afectan la salud, de alguna manera asesinan? ¿La población que compra esos productos no se está flagelando y acelerando su muerte? Por supuesto, los gobiernos, asimismo, son cómplices al permitir propaganda engañosa. La educación, sobre todo de los párvulos y adolescentes, es crucial para contribuir a superar este cada vez más preocupante problema.