Por: El Espectador

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Este artículo fue curado por Luis Bello   Oct 5, 2023 - 5:51 pm
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Aunque cada vez más escuchamos, vemos o leemos noticias sobre la expansión de la inteligencia artificial en varios campos de la vida cotidiana y de ciertos sectores productivos, hay varias cosas que esta aún no puede hacer.

Por ejemplo, dicen unos investigadores de la Universidad Estatal de Pensilvania (Estados Unidos), la inteligencia artificial aún no puede pasar hambre ni desarrollar el gusto por los alimentos.

Pero, ¿y si pudiera sentir lo que sentimos los seres humanos en nuestra boca cuando llevamos un trozo de alimento? Esa es la pregunta que están intentando resolver un grupo de científicos liderado por Saptarshi Das profesor de Ingeniería Científica y Mecánica de dicha universidad norteamericana.

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“Nuestro trabajo se centraba en cómo incorporar la parte emocional de la inteligencia a la IA. La emoción es un campo amplio y muchos investigadores estudian la psicología; sin embargo, para los ingenieros informáticos, los modelos matemáticos y los conjuntos de datos diversos son esenciales para el diseño”, explicó el profesor Das.

El gran problema, agregó el docente, es que si bien el comportamiento humano es fácil de observar, es difícil de medir, lo que a su vez dificulta replicarlo en un robot y hacerlo emocionalmente inteligente. “Ahora mismo no hay forma real de hacerlo”, sentenció el investigador.

Aunque todavía falta mucho por desarrollar, Das y su equipo desarrollaron una “novedosa lengua electrónica que es capaz de imitar cómo el gusto influye en lo que comemos en función tanto de las necesidades como de los deseos, proporcionando un posible modelo para una IA que procese la información de forma más parecida a un ser humano”, anunció la Universidad a través de un comunicado.

Pero, para entender en qué consiste la investigación de estos científicos, que fue publicada recientemente en la revista académica Nature Communications, es necesario aclarar, a grandes rasgos, cómo percibe nuestro cerebro el gusto.

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Según los investigadores, los receptores gustativos de la lengua convierten los datos químicos en impulsos eléctricos, que viajan a través de las neuronas hasta la corteza gustativa del cerebro. Allí, una serie de circuitos, dan forma a la percepción que tenemos del gusto.

El trabajo de Dan y sus colegas ha consistido en crear una “lengua electrónica” y una “corteza gustativa”. Para hacerlo, utilizaron materiales 2D, “que son de uno a unos pocos átomos de grosos”. El primer dispositivo, cuenta también con papilas gustativas que tienen pequeños sensores electrónicos que detectan moléculas de gas o químicas.

El segundo dispositivo —la corteza gustativa— está compuesta por unos memtransistores, que en palabras más sencillas, son transistores que logran recordar señales pasadas. 

Tras haber fabricado tanto la lengua electrónica, como la corteza gustativa, los investigadores la pusieron a prueba. Según cuenta Subir Ghosh, estudiante de doctorado en la Universidad Estatal de Pensilvania, al detectar sal el dispositivo detectar los iones de sodio. “Esto significa que el dispositivo puede ‘saborear’ la sal”, apuntó Ghosh.

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De acuerdo con el líder de la investigación, la lengua electrónica es capaz de adaptarse a los cinco perfiles gustativos básicos: dulce, salado, ácido, amargo y umami. Este dispositivo, apuntó Das, podría aplicarse para el diseño de dietas personalizadas basadas en inteligencia emocional para adelgazar, hasta en restaurantes que quieran cocinar platos personalizados.

“El ejemplo que se me ocurre es el de las personas que entrenan su lengua y se convierten en catadores de vino. Quizá en el futuro podamos tener un sistema de IA que se pueda entrenar para ser aún mejor catador de vinos”, concluyó Das.

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