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Un grupo activista pirateó Spotify y afirma haber copiado metadatos y millones de archivos de audio
Por Félix Riaño @LocutorCo
Spotify confirma que un grupo activista logró copiar grandes volúmenes de información de su catálogo musical. La situación gira alrededor de metadatos públicos y de una parte de los archivos de audio alojados en la plataforma. Según los reportes, el grupo detrás de esta acción se presenta como un proyecto de preservación cultural y asegura haber reunido una base de datos musical sin precedentes. Spotify ya desactivó las cuentas implicadas y activó nuevas medidas de protección. La pregunta es directa y preocupa a artistas, sellos y oyentes: ¿estamos ante un caso de preservación digital o frente a un nuevo episodio de piratería masiva disfrazada de archivo cultural?
Preservar cultura suena bien, pero los derechos de autor quedan en riesgo.
Todo comienza con una publicación en Anna’s Archive, un buscador conocido por alojar bibliotecas digitales no oficiales de libros y artículos científicos. Esta vez, el foco fue la música. El grupo afirma haber copiado información de Spotify a gran escala usando accesos públicos y técnicas para sortear protecciones digitales. Hablan de 256 millones de filas de metadatos musicales y de 86 millones de archivos de audio. En conjunto, el material ocuparía cerca de 300 terabytes, una cifra que equivale a miles de discos duros domésticos llenos hasta el borde.
Spotify reconoce que existió un acceso no autorizado y asegura que ya está investigando. La empresa explica que se trató de datos públicos combinados con métodos ilegales para acceder a parte del audio. Por ahora, solo los metadatos han sido liberados públicamente.
El problema va más allá de la cantidad de datos. Los metadatos incluyen nombres de canciones, artistas, álbumes, portadas y códigos ISRC, que funcionan como el número de identificación de cada grabación en el mundo. Con esa información, cualquier persona con conocimientos técnicos podría reconstruir catálogos completos y analizarlos a fondo.
Anna’s Archive sostiene que su objetivo es evitar que la música desaparezca si una plataforma cambia políticas, elimina contenido o cierra. El argumento conecta con una preocupación real: el streaming no es propiedad, es acceso temporal. Pero aquí aparece la tensión. Este archivo también podría facilitar copias no autorizadas, entrenar sistemas de inteligencia artificial sin licencias o crear servidores privados que reproduzcan música sin pagar derechos. Para los artistas, sobre todo los independientes, el temor es claro: menos control y menos ingresos.
Spotify ya respondió. La empresa desactivó las cuentas implicadas, reforzó sus sistemas de detección y dejó claro que trabaja con la industria musical para proteger a los creadores. También subrayó que este episodio no afecta datos personales de los usuarios.
El grupo activista planea liberar los archivos de audio por etapas, empezando por las canciones más escuchadas, usando los propios datos de popularidad de Spotify. Dicen que la calidad del audio varía para reducir el tamaño de los archivos, lo que refuerza su discurso de archivo funcional y no de alta fidelidad.
El desenlace sigue abierto. Habrá investigaciones, posibles acciones legales y un debate que ya está sobre la mesa: cómo preservar la cultura digital sin romper el modelo que paga a quienes la crean. Este caso puede convertirse en un precedente incómodo para toda la industria musical.
Para entender la escala, conviene comparar. MusicBrainz, uno de los archivos musicales abiertos más grandes y legales del mundo, reúne alrededor de cinco millones de canciones. El archivo atribuido a Anna’s Archive multiplica esa cifra muchas veces y cubre casi todo lo que realmente se escucha en Spotify.
Los propios datos filtrados muestran algo…
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