El enemigo de mi enemigo es mi amigo. Esta máxima rige buena parte de la geopolítica mundial, pero puede ser un arma de doble filo cuando se interviene en una de las zonas más complejas y conflictivas del planeta.

A finales de los años setenta, cuando los soviéticos pasaron las fronteras afganas para apoyar al recién creado gobierno comunista, los asesores de la Casa Blanca se frotaron las manos. Fue en concreto el consejero de seguridad Zbigniew Brzezinski el que mandó un cable al entonces presidente Jimmy Carter para decirle lo siguiente: “Ahora tenemos la oportunidad de darle a la Unión Soviética su guerra del Vietnam”.

Las mentes más brillantes de la CIA armaron un plan no sólo para desgastar las finanzas soviéticas en una guerra que se hiciera casi eterna, fueron más allá. Idearon la creación de un ejercito de ‘guerreros de Dios’, de muyahaidines, que entrase primero en Afganistán, y que luego extendiera el odio anti soviético dentro de la URSS. Esto se iba a hacer aprovechando que la frontera afgana tenía a su lado tres repúblicas de mayoría musulmana: Uzbekistán, Tayikistán y Turkmenistán. El nombre del brillante plan creado por los norteamericanos fue Operación Ciclón.

Lo vieron en principio fácil, pues el comunismo despreciaba la religión, así que empezaron a crear todo un aparato de propaganda para que miles de fieles acudieran de todo el mundo a participar en una guerra santa. Y así sucedió, llegaron más de treinta y cinco mil soldados voluntarios de más de cuarenta nacionalidades.

Uno de ellos era un joven saudí de familia inmensamente rica, su nombre mas que conocido a día de hoy: Osama Bin Laden. El cuartel general de la CIA se estableció en la ciudad pakistaní de Peshawar. Los periodistas que acudieron hasta allí en la época hablan de una corrupción brutal.

El dinero llegaba por tal cantidad que robaban los agentes de la CIA, los líderes tribales afganos, los traficantes de armas, y todo aquel que con un mínimo de poder se acercara a la causa anti soviética.

A Osama Bin Laden dinero no le hacía falta, nunca quedó claro si lo recibió o no por parte de los servicios secretos norteamericanos. Armas seguro que sí le llegaron para los campos de entrenamiento de soldados que organizó, y el nombre falso de ‘Tim Osman’ en un documento de la CIA, hace levantar sospechas mas que fundadas sobre una posible financiación.

Lo que si está demostrado es que el gobierno de EEUU armó y financió durante una década la creación de un ejercito de 100.000 soldados, donde 35.000 eran extranjeros como les he comentado antes.

La guerra duró una década en la que se invirtieron, según algunos expertos, hasta 40.000.000 USD por parte de la administración norteamericana. La cifra exacta nunca la sabremos porque los documentos oficiales jamás se han desclasificado. Lo que si está demostrado es que en 1988, cuando el conflicto estaba llegando a su final el joven Bin Laden creo el grupo terrorista Al Qaeda.

Harto de que occidente utilizara árabes para sus guerras, organizó un movimiento de exaltación del islam con miles de soldados capaces de dar su vida por esa causa. En su computador tenía una base de datos con miles de nombres de los que asistieron hasta Afganistán para luchar.

Algunos tan famosos como Abu Musab Al Zarqawi, de origen jordano, que más tarde fue el líder de Al Qaeda en Irak. Su ejército ya estaba armado y entrenado, y lo mejor, lo había pagado el Tío Sam. La primera ministra pakistaní Benazir Bhutto le dijo al presidente Georges H. W. Bush en uno de sus encuentros: “Está creando un Frankenstein”. No se equivocó en lo más mínimo.

Años más tarde Al Qaeda acabó con la vida de miles de personas, no solo norteamericanos, si no de las más diversas nacionalidades del planeta. Es un grupo terrorista que todavía existe y su actual líder Ayman Al Zahuawiri el hombre más buscado del mundo. La recompensa por información que lleve a su captura es de veinticinco millones de dólares. El odio solo genera odio, el fomento de la guerra, solo genera más violencia.

Ojalá algún día los líderes políticos del planeta gasten otros 40 mil millones de dólares, pero en esta ocasión impulsando el entendimiento entre las diferentes culturas de la tierra. Quizás eso acabaría de una vez por todas con las estúpidas guerras.              

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