Viajar a bordo del portaaviones nuclear USS Nimitsz debe ser una sensación similar a la que tiene el rey del océano. Con una tripulación de seis mil hombres y dos reactores nucleares, esta nave, que va siempre escoltada por otro buen número de buques, tiene una capacidad de guerra letal. Ella sola con su séquito, podrían declarar la guerra a casi cualquier país del mundo, siendo casi imposible hacerles ni tan siquiera un rasguño.

Aunque parece que hay alguien con una tecnología mucho mayor, aunque ni tan siquiera sabemos realmente quienes son, ni cuales son sus intenciones.

En diciembre del año 2017 comenzaron a filtrarse a la prensa de todo el mundo, varios vídeos de naves de procedencia desconocida que se movían de formas imposibles, a unas velocidades que el hombre con su tecnología, por ahora ni sueña. Lo más inquietante, era que los videos habían sido grabados por aviones de guerra del ejército norteamericano.

En principio parece que todo fue una pataleta, el oficial al cargo de las investigaciones, Luis Elizondo, tras quedarse sin recursos para continuar investigando fue casi con toda seguridad el artífice de las filtraciones. Pero sucedió lo que nadie esperaba. Las evidencias eran de tal peso, y los testimonios de los pilotos de tal magnitud, que hace pocos meses el Pentágono, reconoció la autenticidad de las mismas, y es más, afirmó que sigue investigando a tan insólitos visitantes.

Ahora tenemos una información con la que nunca habíamos contado, que nos muestra el fenómeno aún más misterioso y complejo. El primer piloto que habló públicamente, David Fravor, comentó a prensa y quedó reflejado en el informe, que lo primero que él vio fue una gigantesca nave moverse a una velocidad imposible por debajo del agua. Tan grande como un Boeing 747 según sus palabras. Justo encima de ella, a poca distancia de la superficie, otro objeto de unos 12 metros al que intentó seguir. Pero le fue imposible, pues hizo cien kilómetros en menos de un minuto.

El ovni en cuestión pudo ser grabado por uno de sus compañeros. Más tarde Fravor, dijo en televisión que para “él aquello era una nave de otro mundo”. Los videos originales se han hecho virales, y por primera vez en muchas décadas podemos hablar de ovnis, sin que nos tomen por locos.

He pasado investigando el fenómeno varias décadas, sorprendiéndome con los testimonios de toda clase de gentes, desde pilotos militares a campesinos. A todos les costaba mucho hablar, por el descrédito que los cafres hacen siempre de lo que no comprenden. La verdad, había que ser un valiente para hablar de esto, pues uno se expone a la mofa por parte de ciertos sectores sociales. Pero le pese a quién le pese, están ahí, y su presencia nos desafía.

Estoy muy feliz de ver como están cambiando las cosas. Debo confesar que jamás me importó un bledo que me llamaran loco por investigar este tipo de temas, dentro del periodismo hagas lo que hagas siempre habrá quién te critique. Pero si escribo hoy esta columna es para decirles algo más que las filtraciones del Pentágono.

El fenómeno no es nuevo, lleva con nosotros miles de años, y ha actuado modificando nuestra sociedad. Cuando hace más de una década me interné con una expedición en el desierto del Sahara, para acceder a la meseta del Tassili, pude comprobar como los tripulantes de estas naves ya se nos presentaron cuando el hombre era poco más que un mono desnudo. Así los habitantes de esta zona los dibujaron para que hoy nosotros los viéramos. No se cual es su intención, pero se que la tienen. Si es buena o mala, nadie a ciencia cierta lo sabe.

Silueta de un onvi
Tomada durante una expedición en el desierto del Sahara. / Cortesía de Juan Jesús Vallejo

Lo único que tengo claro, es que me maravilla a la vez que me inquieta, saber que no estamos solos en este enorme universo. Hoy un poco más pequeño, pues nuestros vecinos, cada vez más, nos muestran su rostro.

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