Allí se torturarán decenas de toros y caballos bajo el frenético “Ole” de unos cuantos.

Y es que a pesar de la indignación colectiva que esta práctica produce en la ciudad, no es mucho lo que las administraciones locales han hecho para que se frene la barbarie que llega comenzando cada año; de las últimas alcaldías, solo la de Gustavo Petro le puso freno total, el mecanismo utilizado fue la cancelación del contrato que el IDRD tenía con la Corporación Taurina de Colombia.

Aunque este año la Alcaldía de Claudia López giró recursos públicos para la realización de la Temporada Antitaurina, una contraparte cultural que se realizará durante el mismo periodo de tiempo y que involucrará actividades culturales en torno a la educación sobre la importancia de respetar la vida de todos los seres vivos; esta administración no hizo más por frenar este acto aberrante de maltrato animal.

Las medidas que se impusieron para la temporada 2020 desde el Palacio de Liévano se basan en la prohibición del consumo de alcohol al interior de la plaza y la restricción del ingreso de menores de siete años, mismas que no tienen mucho de novedosas, ya que anteriormente se encontraban estipuladas dentro de las normas al interior de la Santamaría.

Hace poco asistí a las afueras de la plaza para participar de una velatón convocada por varios movimientos animalistas y algunos concejales que se han propuesto gestionar desde sus cargos, proyectos tendientes a la abolición de la tauromaquia en Bogotá. Alrededor de 200 personas con velas encendidas en señal de condolencia por los animales que serían masacrados la mañana siguiente, nos reunimos en un acto de resistencia pacífica; muchos de los curiosos que a esa hora transitaban por el lugar adherían sus ideas con las de quienes han luchado desde hace décadas por eliminar esta forma de maltrato animal.

Más allá de los paños de agua tibia, se sigue desplazando gran cantidad de policías de la fuerza disponible para contener cualquier supuesto acto de alteración del orden y lo que es más indignante, se cierra un  perímetro importante del centro de la ciudad afectando el tránsito de miles de personas que disfrutan la tradicional ciclorruta practicando deportes, o se priva a los turistas de visitar museos donde la cultura real dista mucho de la que los taurinos quieren maquillar con su práctica bárbara.

Ya muchas ciudades de Ecuador, Perú, Venezuela y Portugal han legislado para eliminar las corridas de toros en escenarios públicos o privados, y España, país donde esta práctica fue símbolo cultural por centenas de años cuenta con casi 100 municipios y comunidades autónomas que le han dicho NO MÁS a la tauromaquia. En Colombia, la Alcaldía de Medellín prohibió la temporada taurina en una decisión administrativa quesin duda alguna será objeto de escarnio.

Serán cinco las corridas que Bogotá presenciará durante todos los fines de semana de febrero y el primero de marzo, cinco actos de tortura sistemática contra animales ante la algarabía despiadada de quienes sienten bienestar con el sufrimiento ajeno, y por lo menos 15 toros que serán acribillados ante el silencio cómplice de una administración que basa su lucha en la retórica.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.