Las luces brillantes se expanden enormes en el cielo, pero más allá de la celebración humana, los perros sufren profundamente con cada impacto, ya que su sentido auditivo es cuatro veces mayor que el nuestro, llevándolos incluso hasta a la muerte.

Siempre que hablamos de perros se nos viene a la mente su increíble sentido del olfato, que es uno de los más desarrollados del reino animal, pero pocas veces pensamos en su oído. Y es que debido a su complejo aparato de audición, (compuesto por 17 músculos en cada oreja, mientras que el nuestro es de apenas 9), es capaz de percibir sonidos y vibraciones a gran distancia con una agudeza impresionante, por lo que el retumbar de cualquier artefacto causa en ellos miedo, confusión, ansiedad y taquicardia.

El pasado 14  de diciembre una amorosa perra de raza Bóxer llamada Magui murió abrazada de su amo, después de una noche aterradora de juegos pirotécnicos que la llenaron de pánico e hicieron que su corazón no soporte y se detenga. Sus dueños habían intentado llamar a todos los veterinarios de la provincia argentina de Esquel donde viven, pero desgraciadamente ninguno respondió al auxilio.

“Tu diversión la aturdió, la aterró, le generó un pánico inexplicable. Tu diversión la mató” publicó la página Amigos de los Animales Esquel repudiando esta noticia, que acompañó con una desoladora fotografía de Magui agonizando al lado de su amigo humano, minutos después dejaría de existir a causa de la pirotecnia.

Además de Magui, son miles los casos de animales afectados y muertos que se registran en esta temporada a causa de la pólvora, una forma de diversión que deja víctimas de todas las especies y nos debería poner a pensar si vale la pena festejar de esta manera un acontecimiento feliz, aun poniendo en riesgo la vida de otros.

Al conocer la triste historia de Magui y su trágica muerte, vino a mi mente mi adorada perra Josefa, una pequeña Bóxer atigrada que me alegró la existencia en la adolescencia y se fue de mi vida tras una inyección letal mientras yo le agarraba la pata y encharcaba con lágrimas un consultorio veterinario. Para ella escribí una historia llamada Josefa y el puente del arcoíris que te invito a leer.

Aunque esta columna se enfoca en los perros víctimas de la pirotecnia, cabe aclarar que esta actividad afecta también a los gatos, cuyo sentido de audición es aún más avanzado que el de sus pares caninos y sufren noches eternas en las celebraciones decembrinas; pasa lo mismo con la fauna silvestre, aves de todas las clases que se desorientan, abandonan sus nidos y mueren al chocar contra edificios mientras intentan infructuosamente huir de las hondas explosivas de la pirotecnia.

Navidad es temporada de pólvora en casi todo el país, y aunque se han realizado campañas preventivas para minimizar su uso, que hasta el 15 de diciembre había dejado 274 lesionados, todavía su empleo indiscriminado sigue poniendo en peligro la vida de las personas y animales sin que se vaticine una solución factible.

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