Y es que más allá de la inmerecida fama que estos animales han tenido, 100 millones mueren cada año por causa directa del hombre en el mundo, mientras que en promedio solo se registran 7 muertes anuales por ataques de tiburón a los humanos. El botín de la corona para los pescadores son las aletas de Tiburón, que en el mercado asiático se comercializan a elevados precios debido a propiedades medicinales que se les atribuyen y de las cuales no hay un sustento científico.

En Colombia la práctica del “aleteo”, como se conoce al cercenamiento  de las aletas del animal por parte de los pescadores para luego arrojarlo al agua en espera de una lenta y angustiante muerte, está prohibida bajo el amparo de la Resolución 1743 de 2017 de la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (Aunap); de hecho toda explotación a escala industrial de tiburón es delito en el país.

En 1990 se creó la Ley 13 por parte del gobierno nacional; en ella se establecieron las cuotas globales de pesca, incluyendo la de tiburones, para el Mar Caribe y el Océano Pacífico. Estas medidas se tomaron principalmente para no impactar la seguridad alimentaria de las poblaciones de pescadores artesanales que derivan su sustento de esta actividad, y para monitorear la población de animales marinos y alejar el peligro de extinción con este supuesto control, lo cual es bastante cuestionable, ya que en el mundo la población de estos animales ha disminuido su número en un alarmante 80%.

El 25 de octubre pasado se expidió la Resolución 350 de 2019 por la cual se  regulan nuevamente las cuotas globales de pesca para el año 2020; en esta se autorizó que en el Mar Caribe se pueden sustraer 125 toneladas de tiburón y 5.2 toneladas de aletas, eso sí se hace hincapié en que los individuos deben llegar completos a puerto antes de que estas les sean retiradas. Para el Océano Pacífico la cuota es mucho mayor, se autorizaron 350 toneladas, de las cuales 9.9 pueden ser de aletas.

Aunque se ha expresado tácitamente que el aleteo es penalizado por la ley, y que los tiburones solamente se pueden extraer de manera artesanal, existen vacíos que han venido siendo aprovechados por la industria pesquera; uno de ellos es la llamada “captura incidental”, es decir que dentro de la pesca a gran escala de una especie legal hay una gran posibilidad de que queden atrapados tiburones, en este caso la ley no penaliza su comercialización.

Muchos barcos pesqueros de la industria arrojan redes en sitios específicos supuestamente para atrapar peces permitidos, pero sus tripulaciones saben  que en estos sectores hay abundancia de tiburones, y la oportunidad de atraparlos incidentalmente, es decir de legalizar la práctica, es alta.

Hace un tiempo vi un anuncio de la organización ambiental WildAid, protagonizado por el basquetbolista de la NBA Yao Ming, en el que se muestran las desgarradoras imágenes de un tiburón agonizando al encontrarse sin sus aletas, y se cuestiona si todo ese sufrimiento vale la pena para llevar una sopa hasta la mesa.

Millones de tiburones mueren atrapados en las redes de los pesqueros cada año, otros en el fondo  del mar amputados ahogándose en medio del agua que les dio la vida; estos son las víctimas más visibles de una industria que aprendió a ver las falencias de una legislación pobre y escasa de argumentos científicos, que permite matar a estos fastuosos animales a una escala insostenible.

¿Ahora ya, sabes cuál es el depredador más voraz del planeta?

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