Más allá del embeleco político, ideológico y hasta ético, el caso de Donald Trump mostró algo que muy pocos han observado. ¡Qué chiquitico que es internet! Bloquean de Facebook, Google, Twitter y LinkedIn al presidente de la nación más poderosa del mundo y por poco y le toca comunicarse por Telefax o Linotipo.

Teníamos en la mente que internet es mar de información casi que infinito. Mejor dicho, que existen decenas de millones de páginas donde prácticamente podemos hacer lo que se nos antoje. Y resultó que no es tan así. Ese mar azul resultó ser el juguete de cuatro o cinco empresas gigantes que mostraron los dientes y ser verdaderas dimensiones con todo este chasco político.

Pero pensando un poco más pequeño, debemos considerar que los monopolios le pueden dañar el caminado a cualquiera. ¿Qué pasa sin una pequeña empresa de zapatos decide vender sus productos por internet y no lo quiere hacer por Google o por Facebook? ¿Qué pasa si Pulzo deja de compartir sus contenidos por Facebook o no hace nada para salir en las búsquedas de Google?

No es un tema fácil de digerir. Y es necesario utilizar una palabra que odian los gigantes tecnológicos, pero qué le hacemos: ¡monopolios! Sí, los usuarios, los países y las propias autoridades estamos encerrados entre tres o cuatro grandes monopolios que se adueñaron de todo el ecosistema digital y básicamente hacen lo que les place. 

No se trata tampoco de demonizar a los gigantes de internet. Que, es cierto, se aprovecharon de años de opacidad, desconocimiento y cierto exceso de confianza de los usuarios y sobre todo de las autoridades regulatorias. Los Google, Facebook y demás todopoderosos aprovecharon el ‘si no está prohibido, está permitido’. Comenzaron como tiernos unicornios y terminaron como temibles dragones. 

Y ¿qué se puede hacer? Muy poco. La realidad es que internet ya es lo que es. ¿Quién podría competirle a Google? ¿Qué jugador le podría hacer frente a Facebook (que es dueño de WhatsApp e Instagram)? Pero sobre todo ¿qué empresa, medio o siquiera persona puede tener una vida productiva sin los servicios que prestan estas plataformas? No tengo las respuestas.

El tema acá es que se están aprovechando de sus posiciones de dominio impunemente ante la mirada de millones de usuarios que, infortunadamente, pueden hacer poco. Es que solamente vean una situación hipotética: ¿qué pasa si a Google le da por cobrar por su sistema operativo para celulares? Ese sistema operativo que está en dos de cada tres teléfonos prendidos en este momento en el planeta. Eso es demasiado poder. Es algo casi que incontrolable.

Vivimos en una era que parece infinita. Que tenemos millones de posibilidades. Queremos pensar eso. Sin embargo, la realidad es que tenemos que tener la bendición de tres o cuatro empresas, que tienen muy buenas intenciones y un muy buen discurso. Pero que en la práctica pueden casi que desaparecer el rastro hasta del hombre más poderoso del mundo (por el cargo, no por la persona). ¿Qué nos queda entonces para el resto de los mortales?

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