Se cumplió un año de la masacre del barrio La Esmeralda de Circasia donde fueron asesinados Paola Andrea Carmona Marín, Deivi Julián Carrión Arroyave, Andrés Felipe Grajales Franco, Julio César Ossa Liscano a manos de 4 sicarios del grupo delincuencial organizado ‘La Secreta’ para la organización ilegal ‘Los Killers’, de Montenegro.

Luis Fernando Sanabria Carrión, vicepresidente de la Junta de Acción Comunal, JAC,  apuntó que tuvo que pasar este múltiple homicidio para que la situación de seguridad y orden público en el vecindario cambiara.

“Lastimosamente de ese hecho tan horrible para todos nosotros, los habitantes del barrio La Esmeralda, fue una oportunidad para que social, deportiva y culturalmente el vecindario tuviera manifestaciones que antes no tenía, porque antes los actores criminales eran los que mandaban en el sitio y nadie podía decir nada”, dijo Sanabria Carrión.

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Y es que, para este ciudadano, las actividades de las autoridades derivaron en que se consolidara una junta de acción comunal, en que el tráfico de estupefacientes abandonara el barrio, en que el vecindario dejara de estar ‘sin Dios y sin ley’, pero, sobre todo, para que se viva un ambiente de paz.

“Un mes y medio antes de que ocurriera la masacre, cerca del polideportivo del barrio, una de las personas integrantes de un núcleo familiar que era el que generaba el pánico en el vecindario, estaba en vía pública y la patrulla policial del cuadrante de la zona lo solicitó para una requisa, pero él pidió la ayuda de su allegados quienes salieron de sus casas con palos, piedras a atacar a los uniformados, quienes se defendieron y solicitaron apoyo, una situación que no quisiéramos nunca vivir”, recordó Sanabria Carrión.

Y es que para este ciudadano la situación sería el detonante de la masacre ocurrida el 4 de abril del año pasado.

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“Al vecino que vieran hablando con la Policía, estas personas lo buscaban y le decían que no podía hablar y si se enteraban de que declaraba algo, lo amenazaban de muerte y lo desplazaban de su vivienda”, señaló el circasiano.

Aquel Domingo de Resurrección del 2021 se generó el homicidio múltiple y este hombre recuerda con dolor que al día siguiente el ministro de Defensa, Diego Molano Aponte, señalaba a su hija de pertenecer al grupo ilegal que se conformó alrededor de una familia que vivía en ese barrio.

“Para mí fue muy duro escuchar del ministro que mi hija era la más peligrosa y buscada del departamento cuando yo le decía a ella que se alejara de esa familia… lo mismo le pasó a otro hijo mío que también lo capturaron por estar con ellos y ahora están en la cárcel”, apuntó el vicepresidente.

Pero en su dolor aplaudió que ahora los jóvenes del barrio puedan salir tranquilamente a la calle, quedarse hasta tarde de la noche en el barrio sin tener el peligro de sufrir alguna acción al margen de la ley, aunque recalcó que en el vecindario no se presentaban hurtos, pero sí tráfico de estupefacientes.

“Ver a los niños jugar tranquilos en el polideportivo, ver a las mujeres poder estar tranquilas en sus casas porque los menores de edad están en sus colegios y que regresan sin ningún riesgo de ser involucrados al mundo ilegal es muy satisfactorio, de agradecer al ministro, a la Policía, a la alcaldesa y a todas las autoridades que participaron para que el barrio hoy sea distinto. El mensaje a las autoridades es a que no dejen coger ventaja para que no ocurran en otros barrios estas situaciones tan lamentables”, comentó.

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Las víctimas

En la masacre perdieron la vida Paola Andrea Carmona Marín, de 27 años; de ella se pudo conocer, en voz de sus padres, Luis Humberto Carmona Cardona y Yolanda Marín, que dejó 4 hijos —2 niñas y 2 niños—. Era ama de casa y trabajaba vendiendo hamburguesas en el sector del coliseo de Circasia. Tenía 4 hermanos —3 hombres y una mujer. 

Paola Andrea era la compañera sentimental de Julio César Ossa Lizcano, de 21 años, quien recibió un disparo en la cabeza, lo que le provocó muerte cerebral y aunque inicialmente fue atendido en el hospital de Circasia, posteriormente fue trasladado al hospital San Juan de Dios, de Armenia, donde murió. Según la Policía Quindío, a él le figuraba una orden de captura vigente, expedida por el Juzgado de Instrucción Penal Militar número 71, de Cali.

Deivi Julián Carrión Arroyabe, y Andrés Felipe Grajales Franco fueron las otras víctimas.

Actuación de las autoridades

El comandante de la Policía Quindío, el coronel Jorge Mauro Córdoba Valencia, aseguró que las actividades para mejorar la percepción de seguridad fueron: patrullaje, vigilancia y disuasión de cualquier delito en el barrio La Esmeralda; estas acciones continúan con los efectivos policiales de los cuadrantes del sector y con unidades de las diferentes seccionales de esta fuerza pública, sobre todo, las encaminadas a actividades sociales.

Estos sujetos fueron señalados por la representante del ente perseguidor penal de emboscar y reducir a sus pies a las víctimas, para dispararles en modalidad de ejecución con pistolas 9 milímetros y otras armas calibre 32.

“Las víctimas no tuvieron cómo defenderse, fueron reducidas y casi que humilladas, en presencia de los 2 menores de edad”.

Los motivos del múltiple asesinato, según la fiscal, estaban relacionados con la guerra por el control del tráfico de estupefacientes, además, porque 2 de las víctimas, pertenecían al Grupo Delincuencial Común Organizado, GDO, ‘Los Ibéricos’.

Según el reporte de la Policía Quindío,el ataque dejó inicialmente 3 muertos y 4 heridos, pero con el paso de las horas las víctimas mortales aumentaron a 4.

Cuentan los residentes que se escucharon gritos y súplicas de auxilio, pero, por miedo a ser víctimas, optaron por quedarse a salvo en sus casas.

Cuando ya los delincuentes habían cumplido con su cometido e iban lejos, la gente de las casas vecinas corría de un lado para otro buscando la manera de movilizar a los afectados a un centro médico, hasta que un vecino prestó su vehículo y en este trasladaron a los 7 impactados al hospital San Vicente de Paúl, de Circasia.

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En poco tiempo, al lugar de los hechos, donde reinaba el pánico, llegaron policías, acordonaron la zona y buscaron pistas y testimonios que permitieran dar con el paradero de los asesinos. Sin embargo, en el sector de la masacre, conocido como La Invasión, imperó la ley del silencio, nadie vio ni escuchó nada.

Las víctimas llevaban 2 meses de vivir en esa residencia y aunque regularmente allí se reunían con grupos grandes de personas, especialmente jóvenes, según los vecinos, estas no trataban con los vecinos.

En la actualidad,la Fiscalía indicó que las otras 2 personas que supuestamente acompañaron a los involucrados en este proceso, no han sido identificadas.