Patricia es una madre soltera que lleva casi treinta años cuidando de su hijo que perdió varias de sus capacidades motrices por un accidente en la infancia. Su historia fue incluida en un reportaje sobre el hambre y la pobreza en Medellín que se publicó en este diario a comienzos de marzo.

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Tras la publicación del artículo, su historia se hizo viral en redes sociales y cientos de personas hicieron donaciones en tiempo récord para mejorar sus condiciones de vida, pues sobrevivían gracias a la generosidad de sus familiares y a los pocos pesos que recogían vendiendo confites de $200 por el barrio: su casa se estaba cayendo a pedazos, en el barrio San Javier, de la comuna 13.

Inicialmente, el propósito de los recursos era restaurar el techo de la casa (que el papá de Patricia les dejó de herencia) que estaba lleno de goteras, pero la generosidad de la gente hizo que los planes tuvieran que cambiar.

Con Coonvite, una cooperativa de arquitectos paisas, nos juntamos para diseñar (o soñar, mejor) una vivienda nueva. En ese diseño se fueron varias semanas en las que hubo un poco de temor, incertidumbre y ansiedad: a Patricia y Michael alguna vez alguien ya les había prometido una casa nueva y luego los defraudó.

Pero fue necesario ajustar varias veces, pues los recursos, que al principio parecían muchos para reemplazar un techo, no eran tantos como para construir una casa completa. Por suerte aparecieron algunas grandes donaciones de materiales que nos dieron el impulso que faltaba para empezar a construir.

Todos teníamos afán por empezar: hace unos días, un jueves en la noche, un ventarrón se llevó un par de tejas rotas y oxidadas, y Patricia y Michael tuvieron que pasar la noche en la casa de una amiga.

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Donde esa misma amiga están durmiendo desde el sábado, cuando Patricia terminó de empacar —en un silencio tremendo y sin quitarse el tapabocas— cajas y cajas de ropa, de libretas, de recuerdos, de muebles y electrodomésticos reciclados e inservibles, y subimos hasta el tercer piso de su casa, por unas escaleras estrechísimas, los 410 ladrillos que van a reemplazar los muros de tejas y cobijas que tenían.