Juan Guaidó llegó al aeropuerto de Miami en la madrugada de este martes, pocas horas después de que funcionarios de Migración Colombia lo ‘acompañaran’ a abordar el vuelo que lo sacaría de Bogotá, a donde había llegado para buscar un diálogo con algunas de las delegaciones internacionales que iban a participar en la Conferencia Internacional sobre Venezuela, organizada por el presidente Gustavo Petro.

(Le interesa: Oposición venezolana reaccionó a expulsión de Guaidó de Colombia y la tildó de arbitraria)

Agotado, desaliñado, con las ojeras que dejan largas horas de caminata, de desvelo y de vuelo, con una incipiente barba de tres o cuatro días, se acercó a los pocos periodistas que lo esperaban en la vacía terminal aérea. Con su característico andar relajado, como quien camina por la vida sin afanes, y con una pequeña mochila por único equipaje, se detuvo ante los micrófonos. Contó que lo habían sacado de Colombia y que él y su familia, ahora separados, son víctimas de amenazas. Lució solo.

En apariencia, el canciller Álvaro Leyva Durán logró el objetivo de alejarlo de la Conferencia Internacional sobre Venezuela, que organizó con tanto celo por encargo de Petro, y de la cual se esperaban medidas determinantes sobre el retorno a la democracia al país vecino, en donde el régimen de Maduro también se frotó las manos por la supuesta derrota que se le estaba infligiendo a una de las figuras más representativas de la oposición.

Ya no se corría el riesgo de que Guaidó armara un espectáculo en inmediaciones del Palacio de San Carlos, sede de la Cancillería, a donde llegaron las delegaciones de 20 países y los mismísimos enviados del mandatario de Estados Unidos, Joe Biden. Tampoco había ya peligro de que el hasta hace poco presidente interino de Venezuela, reconocido por más de 50 países, incluido Estados Unidos, intentara hablar con algunos de los delegados. Estaba demasiado lejos.

Sin embargo, la sola llegada de Guaidó a Bogotá y su efímera permanencia en la capital el mismo día en que se llevó a cabo una cumbre sobre Venezuela (sin ninguna de las partes involucradas en el conflicto político de ese país, eso nunca se entenderá), así como su posterior y precipitada salida del país, fue suficiente para que su sombra se proyectara (y para la historia se seguirá proyectando) sobre la reunión que cuidó con tanto esmero el Gobierno colombiano.

Aunque su salida de Colombia se produjo en la madrugada, un momento en el que, creen muchos, nadie se entera de nada, la conmoción que provocó hizo que, primero, el canciller Leyva tuviera que salir a explicar la situación. El alto funcionario ya había dado de qué hablar cuando advirtió que Guaidó había ingresado al país de manera “inapropiada” y que corría “riesgo”. Hasta afuera de Colombia esas palabras fueron entendidas en un espectro de interpretación que fue desde la inhumanidad hasta la amenaza velada.

“Aquí no se le han cerrado las puertas a nadie, este nos es un país que expulse, es un país que busca que se cumpla la constitución y la ley”, dijo el Canciller en Twitter, poco después de que Migración Colombia también explicara, en la misma línea, que a Guaidó no se le había expulsado, sino que se le había acompañado a subirse al avión, pues ya tenía un tiquete comprado. Para Guaidó, sin embargo, la “persecución de la dictadura [de Maduro] se extendió a Colombia”.

Hasta el mismo Petro tuvo que salir a aclarar la situación, y dijo que “obviamente un sector político quería perturbar el libre desarrollo de la conferencia […]”. También advirtió que Guaidó “no tiene porque [sic] entrar ilegalmente al país”, con lo que el mandatario tiró por el suelo la vieja tradición colombiana de ofrecer asilo y la reciente postura de recibir con los brazos abiertos a los miles de venezolanos que huyen del régimen de Nicolás Maduro.

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La reflexión que surgió de inmediato fue si esa no es precisamente la misma condición (la de entrar de manera “inapropiada”, en palabras de Leyva; o “ilegalmente”, en las de Petro) en la que están muchos venezolanos en Colombia. Y la pregunta subsiguiente es: ¿ahora qué les espera a esas personas que se cuentan por miles y que no tienen sus papeles en regla?

Así que, al lado de la conferencia organizada por Petro y Leyva, en el país y en el exterior se comenzó a hablar también de Guaidó. El senador Bob Menéndez, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos, escribió que su país está con Guaidó y el pueblo venezolano “mientras continúan luchando contra la dictadura, la criminalidad y los crímenes de lesa humanidad”, y calificó de “desafortunada” la decisión del Gobierno de Colombia, “que se produjo cuando el régimen de Maduro amenazó a Guaidó y su familia, [y] es incompatible con nuestros valores compartidos”.

Otro senador, Dick Durbin, también aseguró que Guaidó “hizo un esfuerzo patriótico y heroico para llevar la democracia al fallido estado criminal de Venezuela. Es decepcionante que el gobierno colombiano, históricamente generoso con sus vecinos venezolanos, no pareciera tratarlo como corresponde”.

Los medios de comunicación, a la vez que hablaban de la conferencia, reportaban también lo que le sucedió a Guaidó. Los dos temas compitieron cabeza a cabeza en las agendas informativas. Guaidó, quizá sin proponérselo, consiguió meterse en la conferencia, aunque no en persona. Provocó tanto o más ruido como si hubiera conseguido aproximarse al recinto del que quisieron alejarlo.

Al final de la jornada, el canciller Leyva leyó el documento de conclusiones de la reunión, que, básicamente, recogen las condiciones que había puesto Maduro la víspera para sentarse de nuevo a hablar con la fracción de la oposición con la que venía reuniéndose en México.

En la cancillería explicaron que, por cuestiones de horario, los delegados invitados tuvieron que salir de la conferencia más bien pronto, por lo que no pudieron acompañar al canciller, como es tradicional en estos casos, a leer el documento final. Lo cierto fue que Leyva, muy bien puesto de traje y corbata, como lo exigen estas circunstancias, y con un semblante de satisfacción, subió pesadamente al escenario para leer el texto ante los periodistas, pero también lució solo.