
Dar el paso de directora del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República (Dapre) a ministra de Relaciones Exteriores de Colombia puede representar para Laura Sarabia, en apariencia, un salto hacia arriba en la pirámide gubernamental, pero, en realidad, significará un alejamiento del centro de poder y un distanciamiento del jefe de Estado.
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Hay quienes sostienen que esta movida es un triunfo de los exmiembros del M-19 que hacen parte del Gobierno y que no veían con buenos ojos la presencia de Sarabia tan cerca del presidente Gustavo Petro, que hizo todo lo posible por devolverla a su lado después de que tuviera que prescindir de ella por el escándalo en el que también se vio involucrado el hoy asesor presidencial Armando Benedetti. En medio de esa confrontación, Benedetti habló de miles de millones de pesos que ingresaron ilegalmente a la campaña de Petro en la Costa.
En su primera temporada en el Gobierno, Sarabia fungió de jefe del gabinete, hasta cuando fue apartada, por unos meses. A su regreso, como directora del Dapre, no dejó de tener una enorme influencia, no solo sobre el mandatario, sino sobre todos los integrantes del Ejecutivo, al punto de que siempre se ha considerado que es el verdadero poder detrás del poder, y la que gobierna.
Esta joven politóloga que comenzó su carrera en la Unidad de Trabajo Legislativo (UTL) de Armando Benedetti se convirtió en la sombra del jefe de Estado, al punto de que no hay lugar al que Petro vaya en el que Sarabia no esté. En todo tipo de reuniones presididas por el mandatario, ella aparece a su lado tomando nota, y, con el paso del tiempo, hasta dando declaraciones como vocera gubernamental.
Laura Sarabia se convierte en canciller de Colombia
Ahora, y a punto de cumplir apenas 31 años de edad, se erige como la canciller de Colombia, un cargo para el que, según unas opiniones, no está madura ni tiene la suficiente preparación. De hecho, hay quienes ponen a Sarabia en la balanza al lado de las siete mujeres que han sido cancilleres del país, verdaderas figuras diplomáticas: Carolina Barco, María Emma Mejía, Noemí Sanín, Claudia Blum, María Consuelo Araújo, María Ángela Holguín y Marta Lucía Ramírez.
Hay que esperar un tiempo para evaluar su desempeño, pero lo que sí ocurrirá con seguridad es que ya no estará por encima de los ministros, sino que será una más del gabinete, y también tendrá que alejarse de su mentor, debido a las funciones de canciller: los viajes permanentes y los asuntos internacionales reclaman la presencia directa de la ministra de Relaciones Exteriores.
Será muy importante para el presidente Petro porque, por ejemplo, deberá lidiar con el nuevo secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, que ha manifestado su antipatía por el mandatario colombiano y por el régimen de Nicolás Maduro, teniendo que encontrar la línea media entre el excanciller Álvaro Leyva, muy cercano al palacio de Miraflores (que incluso después de suspendido por la Procuraduría siguió visitando a Maduro), y el saliente Luis Gilberto Murillo, por quien el régimen profesó solo repudio.




Pero Estados Unidos y Venezuela son apenas dos de los toros con los que deberá lidiar Sarabia. Las posturas del presidente Petro le han granjeado la reprobación de diferentes gobiernos en el mundo, y la nueva canciller deberá poner la cara por él en los más diversos escenarios.
Deberá navegar en todo tipo de aguas con temple y talante, sin naufragar, porque la esencia del diplomático es tratar de quedar bien con todo el mundo (sobre todo con su jefe), con buenas maneras y el uso de un lenguaje que les resulta a muchos más bien melifluo. Eso ocupará todo el tiempo de Sarabia, algo que está muy bien para quienes la querían lejos del Palacio de Nariño, y del presidente.
Ahora no estará tan cerca del mandatario para apagar esos incendios domésticos que a veces se prenden y para los cuales su figura siempre apareció como contención. Funcionarios gubernamentales de todo nivel, lo mismo que alcaldes y gobernadores, la buscaban primero a ella para garantizar acceso al inaccesible jefe de Estado.
Pero Sarabia también llega a la Cancillería cargando su propia mochila de problemas. Aún tiene abiertas las investigaciones por el sometimiento de su niñera Marelbys Meza al polígrafo, por las chuzadas a ella y a otra empleada, y por los señalamientos de su antiguo jefe, Armando Benedetti, sobre la financiación de la campaña de Petro en 2022. Incluso, fue mencionada en el escándalo de corrupción del la UNGRD.
Ante la evidente ausencia de méritos técnicos, la clara inexperiencia en el campo diplomático y su corta edad, también ha surgido una línea de hipótesis que solo probará el tiempo: Laura Sarabia sabe mucho del presidente Petro, y él la mantiene a como dé lugar (así sea lejos y no en cualquier cargo) en el Gobierno, como hace con Armando Benedetti.
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