Luisa Fernanda Peñate tenía 16 años y la fuerza de toda una comunidad en diciembre de 2018 cuando decidió enfrentarse a miembros del Clan del Golfo, de los Caparros y del Eln para reclamarles que les dejaran arreglar el parque principal del corregimiento de Guarumo, de Cáceres (Antioquia).

Liderar nunca había estado en sus planes, pero un mes antes de esa conversación con los armados, Luis Fernando, su hermano, volteó en una esquina con la nevera en que vendía helados y nunca más lo volvieron a ver. “Ese año se presentaron muchas desapariciones forzadas, pero cuando lo viví yo empezó un punto cero en mi vida. En la búsqueda, las entidades fueron super negligentes, decían que había que esperar que seguro se había ido con alguien más”, relata con indignación. Y cuando pensó en buscar a la Junta de Acción Comunal supo que ese año nadie había querido postularse a ningún rol de liderazgo: ser líder en medio de los armados significaba automáticamente poner la vida en riesgo.

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El corregimiento de Guarumo está ubicado a 15 minutos de Caucasia y a una hora de Cáceres sobre la ribera del río Cauca y una vía secundaria importante en la subregión del Bajo Cauca Antioqueño. Desde 2018, la Defensoría del Pueblo ha emitido al menos siete alertas tempranas en las que llama la atención sobre cómo la reconfiguración de los grupos armados tras el Acuerdo de Paz mantiene a este municipio en medio de la conflictividad. “El retiro de las Farc–EP del escenario bélico, el avance de las Agc y del Eln sobre éstos, las capturas y muertes de los cuadros de los Grupos Armados Ilegales Posdesmovilización de las Auc (GAIP AUC), que han provocado divisiones en su interior, han hecho que en los dos últimos años el control hegemónico de este territorio sea inestable y que los actores armados ilegales – además de la movilidad – tengan interés en el control sobre las rentas ilícitas como los cultivos de coca y la extorsión a la minería no formalizada”, señala la 009 de 2018, dedicada solo a este municipio.

En ese mismo año, Luisa y un grupo de jóvenes se agotaron del temor. “Estábamos preocupados por lo que estaba pasando. No sabíamos qué hacer porque nuestro tiempo libre estaba determinado: cuando no estábamos en paro armado tampoco teníamos espacios de recreación y dijimos ‘mostremos que la juventud también puede participar de ese espacio, y que no solo seamos vistos por los armados para ser reclutados”, recuerda. Presentaron una lista en la que Luisa quedaba como presidenta de la junta. Hubo renuencia por parte de adultos que los tidaban de flojos y de incapaces de dirigir una comunidad. Pero como nadie más quería, les dieron la posibilidad.

“Las elecciones fueron el 20 de noviembre y mi hermano se había desaparecido el 7. No habían pasado ni 15 días. Entonces cuando la Alcaldía dijo que por ser menor de edad no podía ser la presidenta, yo dije: Esto lo hago por la comunidad, no por la Alcaldía, y la comunidad ya dijo que sí”, relata la joven, que fue nombrada como presidenta ad hoc . Era una lucha personal por el dolor que ella misma estaba padeciendo y una lucha colectiva porque ella no era la única.

Pero ahora había que conseguir un aval determinante; el que de verdad iba a definir si ella y su comunidad iban a poder actuar: el de los armados. “Los grupos se enteraron rápido de que yo era la presidenta y se acercaron. Yo me presenté como autoridad, ellos me dijeron que tenían unos reglamentos y de los tres bandos dijeron que podíamos contar con ellos, pero uno con ellos nunca sabe”, cuenta.

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Un año después recibió la primera amenaza. Era diciembre y por tradición estaban adornando el parque cuando un hombre se le acercó. “Me dijo que yo no era nadie para estar organizando a la comunidad, que a él le correspondía la autoridad, que yo estaba pasando por encima de él y que me iba a arrepentir”. Luisa se quedó paralizada, el hombre se fue y unos minutos después se oyeron unos disparos.

“La gente se metió a sus casas y cuando volvieron a salir dijeron que habían matado a ese comandante. Entonces todo el mundo me decía que yo me tenía que ir, que tenía que buscar donde quedarme”, recuerda. Y así hizo hasta que unos días después volvieron para pedirle disculpas por la amenaza. Durante los cuatro años de la junta, uno a uno, se fueron retirando los demás miembros del equipo por temor. “Al vicepresidente, por ejemplo, le mataron al papá. Al final quedamos solo dos personas”.

Construir un parque con el Ejército, la Policía y ‘los grupos’

Como la JAC liderada por Luisa no estaba oficialmente inscrita, los apoyos de la Alcaldía nunca llegaron. Pero eso no era un impedimento para desarrollar su trabajo. Luisa inscribía a la junta en todas las convocatorias de agencias de cooperación internacional que veía hasta que les salió una. “OIM (la Organización Internacional para las Migraciones) en alianza con la Policía de Carabineros fue la primera en apoyarnos. Nos dieron un fortalecimiento en temas de liderazgo, confianza y resolución de conflictos durante un año y al final debíamos desarrollar una iniciativa propia”, explica Luisa.

Pero el aliado de OIM representaba un riesgo para los armados. “Había gente que decía que iban a pensar que éramos informantes de la Policía. Pero yo insistía e insistía en que era una gran oportunidad. Era difícil que una entidad nos apoyara, pero si lográbamos esta, luego iba a ser más fácil conseguir más”, recuerda.

En ese momento tuvo que dar la conversación. Buscó a sus enlaces en los grupos y les repitió: “Nosotros queremos recuperar nuestro parque. Si ustedes de verdad quieren que haya un cambio, como dicen, a la gente hay que demostrárselo con hechos, les anuncié. Y les expliqué que Carabineros iba a ser un aliado más en el proyecto”, recuerda. Incluso les dijo que podían participar para que vieran y escucharan la formación que todos íbamos a recibir.

En el transcurso de la formación hubo tres paros armados en la zona. En medio del último de ellos, llegaron los materiales para el parque. Y Luisa y los jóvenes decidieron salir y convocar a la gente a trabajar, en medio del temor. “Trabajamos todos en equipo. Hasta ellos (los armados) se involucraron también, pero vestidos de civil y al final hasta el mismo Ejército puso mano de obra. Nosotros sabíamos quién era quién, pero todos estábamos trabajando en algo bueno”, enfatiza.

La inauguración del parque se dio en 2020 y desde entonces ha bajado la conflictividad entre la comunidad y los grupos. Luisa se retiró de la junta a mediados de 2021 y desde ese momento ella y su grupo de amigos conformaron la Corporación Unidos por Guarumo para compartir el conocimiento que adquirieron en esos años de trabajo. Además, actualmente es la presidenta del Consejo Municipal de Juventud de Cáceres.

“Tenemos más de 60 jóvenes formados en temas de liderazgo, posconflicto y comunicación asertiva”, dice. En noviembre de 2022 iniciaron la adecuación de una cancha de fútbol y actualmente están buscando nuevos proyectos para poder terminarla.