El presidente Gustavo Petro dio su mensaje de Navidad al Ejército en la base de Tolemaida. En su discurso, el primer mandatario destacó al fuerte como “el centro de entrenamiento más importante e integral de América Latina” y un punto estratégico en su momento para hacer frente a la violencia que había en la región del Sumapaz. También señaló que era hora de darle paso a una universidad en este centro de entrenamiento militar.

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Más allá de esta propuesta, en el discurso llamó la atención el afán reivindicador que tuvo el presidente con Gustavo Rojas Pinilla, el único dictador militar que tuvo Colombia durante el siglo XX. El primer mandatario destacó que fue durante el mandato del militar que se inició la construcción del fuerte de Tolemaida.

Sobre Rojas Pinilla, el presidente colombiano señaló que era “difícil expresar una opinión dada las circunstancias por las que gobernó”, pero a renglón seguido pasó a reivindicar su figura: “si se examina a través ya del tiempo que ha pasado, de las décadas, el siglo pasado, indudablemente el General Rojas Pinilla tuvo unos momentos, unas decisiones absolutamente fundamentales, no solamente desde la estrategia militar, sino como estadista que alcanzó a ser”.

Petro fundamentó su tesis de la importancia del dictador en que “el pueblo, lo más popular de Colombia, lo recuerda con mucho cariño”. En ese sentido comentó que Rojas Pinilla no había pasado a la historia de Colombia de forma negativa, sino que su “imagen positiva” casi lo lleva a ser elegido presidente de la república. Luego se deshizo en loas al militar y lo catalogó como alguien que “no pensaba lo militar como puramente militar, como un asunto de ejercicio físico, de preparación física, sino que el General pensaba que lo que tenía que prepararse además era toda una nación”.

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El discurso pasó desapercibido ante el afán navideño. Sin embargo, no deja de ser polémico que el presidente reivindique la imagen del único dictador militar que tuvo el país durante el siglo XX. Aunque llegó como una alternativa a la dictadura civil que mantuvieron los conservadores con Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez, la dictadura militar de Gustavo Rojas Pinilla no deja de ser polémica.

En un principio fue bien recibida la llegada del militar al poder, tanto que liberales como Darío Echandía celebraron la salida de los conservadores del poder y catalogaron la llegada de Rojas Pinilla como “un golpe de opinión”. Sin embargo, después el gobierno militar pasaría a ser recordado por la censura, que llevó al cierre de los principales periódicos de la época, incluyendo este, que siguió funcionando bajo el nombre de El Independiente. La información se concentró en el diario oficial.

Además de las grandes obras de infraestructura, que incluyen el Aeropuerto El Dorado, de Bogotá, y la llegada de la televisión al país, el mandato rojista también será recordado por la corrupción y por violaciones a los derechos humanos. En la historia del país quedarán hechos como la masacre de estudiantes de 1954 y la masacre de la Santamaría.

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En el primer caso, más de 11 estudiantes murieron el 9 de junio de 1954 a manos del Batallón Colombia, que entró a reprimir con armas de fuego la protesta de estudiantes de la Universidad Nacional por el asesinato del estudiante Uriel Gutiérrez, que murió el día anterior por acción de la Policía en otro intento de represión de la manifestación social.

El otro episodio ocurrió en la plaza de toros de la Santamaría, el 29 de enero de 1956. Ya para ese momento el gobierno era bastante impopular por los actos de corrupción. Por eso, los asistentes a una corrida de toros chiflaron a María Eugenia Rojas, hija del general, que estaba en las gras y se le burlaron por la fama del gobierno de su padre Incluso se recuerda el pedido que no soltaran a los toros porque la familia presidencial se los llevaba.

Una semana después, el 5 de febrero, el público de la Santamaría sintió la retaliación del gobierno. De acuerdo a distintas investigaciones periodísticas posteriores, miembros del Ejército y del antiguo Servicio de Inteligencia Colombiana asistieron de civil a una nueva corrida de toros. Estos habrían intentado lanzar arengas a favor de la hija del dictador, pero el público se negó a seguirles la corriente y hasta chifló de nuevo a María Eugenia Rojas.

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Ante la negativa, los miembros de la Fuerza Pública atacaron a los asistentes. Como la prensa estaba censurada, poco se supo del caso. Algunos registraron que hubo 9 muertos, otros más elevan las cifras hasta 18 y otros siguen hasta los 37. Estudios posteriores hablan de al menos 50 muertos y alguno llegan hasta los 600. Sin embargo, el gobierno del momento fue muy hábil en el control de la información. El gobierno de Rojas Pinilla también es señalado de persecución religiosa y de incumplimiento de los acuerdos de paz que en un principio favoreció con las guerrillas liberales. En este mismo sentido, el fervor anticomunista de dicho gobierno pasó a la historia y quedó retratado en acciones militares como la toma de Villarica.

Sin embargo, como dice el presidente Gustavo Petro, Rojas Pinilla salió del poder tras haber estado en este cuatro años y salió con una gran aceptación. Esto le permitió luego volver al país y lanzar un movimiento político, la Anapo. En un principio dicha colectividad impulsó a la hija, María Eugenia, y luego sirvió de plataforma para lanzarse a las elecciones presidenciales del 19 de abril de 1970.

Dicho certamen electoral pasó a la historia por el presunto fraude electoral a favor de Misael Pastrana, lo que implicó la derrota en las urnas de Gustavo Rojas Pinilla. Este hecho de corrupción electoral fue usado como mito fundacional del M-19 (Movimiento 19 de abril), precisamente la guerrilla de la que hizo parte el actual presidente.