
De todas las reformas que prometió sacar adelante el presidente Gustavo Petro durante su Gobierno, la que él llama “paz total” no solo es la más ambiciosa, sino la que, de verdad, le abriría un espacio preeminente en la historia de Colombia. Con las otras lo recordarán, claro (además de por haber sido el primer presidente exguerrillero y de izquierda), pero si lograra su propósito de desarmar los diferentes grupos involucrados en el conflicto y someter a la justicia a las bandas criminales, haría más méritos que Juan Manuel Santos (que desmovilizó a las Farc) para obtener el Nobel de la Paz. Sin embargo, el actual mandatario parece ser el principal testigo del derrumbe de su encomiable como utópica iniciativa.
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En la actualidad, su Gobierno adelanta al menos siete mesas de negociación con diferentes grupos armados, tanto con los que tienen un carácter político —con los cuales puede negociar— como con los que son simple delincuencia común —a los que solo les cabe someterse a la justicia—. Pero no todas avanzan a buen ritmo. Con el Eln el proceso está en crisis y las delegaciones de ambas partes intentan en Caracas recuperar el diálogo, y ahora a la disidencia de las Farc ‘Segunda Marquetalia’, que encabeza alias ‘Iván Márquez’, le surgieron nuevas disidencias (adicionales a las de alias ‘Iván Mordisco’): unas que buscan seguir en diálogo con el Gobierno, pero no bajo la batuta del desertor del Acuerdo de Paz de 2016.
El “amor eficaz” en los diálogos con el Eln
Por culpa del Eln, el presidente Petro recibe fuertes presiones en el país. Esa guerrilla sigue asesinando militares y policías con el pretexto de que no está en vigencia ningún cese al fuego, y así presiona al Gobierno para llevarlo a la mesa bajo sus condiciones. En la más reciente de sus atroces acciones, mató a cinco militares en la vereda La Plancha, de Anorí (Antioquia), el mismo municipio en donde esa guerrilla sufrió hace cincuenta años quizá el golpe más fuerte en toda su trayectoria, cuando las Fuerzas Armadas abatieron a 33 de sus guerrilleros, entre ellos, a dos de sus más importantes cabecillas, los hermanos Manuel y Antonio Vásquez Castaño, y al icónico cura español Domingo Laín.
Ese hecho histórico que prueba la determinación del gobierno de entonces (el de Misael Pastrana Borrero) para enfrentar al Eln y para obligarlo, con la contundencia de la Operación Anorí, a ofrecer incluso entregarse a cambio de una amnistía (algo que después incumplió) y a intentar acercamientos con el gobierno que siguió al de Pastrana (el de Alfonso López Michelsen), contrasta con la actitud del presidente Petro y con lo que le dijo a ese grupo justo un día antes de la masacre de los cinco militares en Anorí.
En el octavo aniversario de la firma del Acuerdo de Paz con las Farc, el mandatario reclamó en la Plaza de Bolívar de Bogotá que espera del Eln “coherencia con el pensamiento del sacerdote Camilo Torres Restrepo”, y agregó que “es la hora del amor eficaz”, lo cual dejó atónito al país, un efecto que se multiplicó al día siguiente cuando se supo del asesinato del cabo y los cuatro soldados en Antioquia a punta de bombazos. Quizá le faltó explicar que lo de “amor eficaz” es una categoría que está en la base del pensamiento el cura Camilo Torres, cuya figura parece ejercer una poderosa influencia sobre el mandatario, pues lo invoca con relativa frecuencia cuando se dirige al Eln.
El “amor eficaz”, difícil de explicar en pocas líneas, es una categoría constituida por cuatro dimensiones: teológica, ética, epistemológica y política, todas las cuales apuntan a un nuevo proyecto de humanidad, siempre en clave de construcción del socialismo. La eficacia —pensaba Camilo Torres— le imprime autenticidad al amor. Todo eso llevó al Eln a convertir al sacerdote en modelo de revolucionario y mártir después de su muerte, y paradigma de subversión moral. Pero subsiste la inquietud de si para el sacerdote ese ideal se debía alcanzar incluso matando a los prójimos.
Eso quedó en evidencia con su ingreso abierto al Eln después de que las autoridades descubrieran los vínculos clandestinos que tenía con esa guerrilla, en donde, ya en filas, reclamó estar presente en los combates. En el primero en el que participó, el 15 de febrero de 1966, fue abatido por el Ejército en el sitio Patio Cemento, en Carmen de Chucurí, entonces corregimiento de San Vicente de Chucurí (Santander). El entonces subteniente del Ejército Jorge González Angulo —cuya versión fue recogida por el periodista Plinio Apuleyo Mendoza—, que cayó herido en ese combate, aseguró que antes de perder el conocimiento vio al cura, que tenía el alias de ‘Argemiro’, acercársele pistola en mano y apuntándole. El sacerdote dudó, y en esa fracción de segundos fue alcanzado por el tiro de un soldado.
La acción violenta y la idea de matar seguramente ya las había incorporado el cura guerrillero, sin la certeza de saber si problematizado por uno de los mandamientos que impone la tradición cristiana que pregonó: “No matarás”. “Torres pasó de rechazar la violencia a tomar las armas, dada la persecución, estigmatización y riesgo que estaba corriendo”, concluyó la Comisión de la Verdad sobre el cura guerrillero. Un año antes de morir les dijo en un mensaje a los cristianos: “La revolución no solamente es permitida, sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos”.
La muerte de Torres había constituido quizá el primer golpe fuerte para el Eln antes de la Operación Anorí, ya que lo dejó expuesto y con eso perdió a un cuadro político muy bien formado (estudió sociología en la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica, y cofundó la facultad de esa disciplina en la Universidad Nacional de Colombia) y con mucha influencia entre la población, entre otras, por su condición de sacerdote. Su figura está en las entrañas del Eln y el presidente Petro considera que invocándolo moverá a los cabecillas de hoy, animados por intereses diferentes a los del sacerdote muerto. El mandatario se dirige al Eln como si esa organización entendiera un lenguaje diferente al de los fusiles y como si en su ideario permaneciera hoy efectivamente el legado del religioso caído.
Este lunes termina el diálogo que busca en Caracas reactivar la accidentada mesa de negociación con el Eln, que también tiene discrepancias internas, pues hay frentes que se resisten a ese proceso como el ‘Frente de Guerra Oriental’ y el ‘Frente de Guerra Occidental’. Ese día, el Gobierno tendrá que pronunciarse sobre si sigue o no con este diálogo. Es una apuesta altísima porque, si no continúa, ya de plano estará admitiendo que fracasó en su plan de “paz total”.
Los diálogos con la ‘Segunda Marquetalia’
Por los lados de la disidencia de las Farc que encabeza alias ‘Iván Márquez’ las cosas no pintan mejor. Dos de las estructuras que la integran, los ‘Comandos de Frontera’, que delinquen en Putumayo y Caquetá, y la ‘Coordinadora Guerrillera del Pacífico’, que delinque en Nariño, decidieron apartarse del desertor del Acuerdo de Paz de 2016 y continuar por su lado los diálogos con el Gobierno. No comparten las ideas ni de paz ni de guerra de ‘Iván Márquez’ y le enviaron una carta que el cabecilla no respondió.
A su lado solo permanecen, según Armando Noboa, jefe negociador del Gobierno en los diálogos con esa disidencia, algunas estructuras en el departamento de Vichada y al otro lado de la frontera con Venezuela (río Orinoco) comandadas por alias ‘Zarco Aldinéver’, que siguen las orientaciones de ‘Iván Márquez’, lo mismo que algunos grupos menores en La Guajira. El cabecilla, en todo caso, no ha dado las pruebas de supervivencia que hoy pide el Gobierno. A este caso se suma el de las disidencias de alias ‘Iván Mordisco’, contra las cuales el Gobierno está en guerra abierta.




Todos los grupos armados que están en mesas de diálogo deben ver ya que hablan con un Gobierno al que le comienza a brillar el sol a las espaldas, es decir que está de salida, una circunstancia de la que pueden sacar provecho de dos maneras: entendiéndola como una oportunidad para exigirle más a esta administración que tiene afán por dar resultados concretos en su propuesta de “paz total” o ‘acompañándola’ hasta que el presidente Petro termine su mandato, a la espera de lo que pueda pasar con el gobierno entrante.
Una de las grandes paradojas en las que se debate el presidente Petro es que su proyecto de “paz total” lo que ha dejado con más claridad es la exacerbación de la violencia, el desbordamiento de los grupos armados que volvieron a copar territorios recuperados por gobiernos anteriores y el regreso a imágenes que no se veían desde hace décadas como los ataques a la fuerza pública. Hoy Colombia no es muy diferente al país que desangró el conflicto cuando todos los grupos guerrilleros estaban activos.
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