El exministro de Justicia del gobierno de Belisario Betancur recibió 5 impactos de bala en diferentes partes de su cuerpo, la mañana del 13 de enero de 1987, frente a su residencia en Budapest, la capital de Hungría.

El programa Los Informantes lo buscó para que contara, 32 años después, lo que recordaba de ese día y de los azarosos días en los que hizo frente a la peor amenaza que ha existido contra la institucionalidad colombiana, desde que el país le declaró la guerra a Pablo Escobar Gaviria.

Yo acepté el cargo de ministro de Justicia a sabiendas de que correría peligro mi vida y la de mis familiares también, pero yo nunca flaquee, nunca me vieron a mi arrodillándome a nadie”, afirmó este hombre de 89 años de edad, pleno en sus facultades, que cree haber firmado –aunque no está muy seguro–la orden de extradición de Escobar hacia los Estados Unidos.

Para entonces, la mano negra del narcotráfico ya había cobrado la vida de Rodrigo Lara Bonilla, su antecesor en el Ministerio de Justicia, y la vida de otros funcionarios de la rama judicial y del director de El Espectador Guillermo Cano Isaza, hombres que enfrentaron con valentía y rigor el poder oscuro y criminal del cartel de Medellín.

Por eso Parejo González sabía muy bien que su cabeza tenía precio, y así recuerda cómo Escobar advirtió que iría por él, sin consideración alguna:

Pablo Escobar había dicho: ‘A ese HP del ministro de Justicia le quiero contar, a usted que lo vamos a matar; a donde quiera que vaya le mandamos a un sicario para que lo mate’”, recordó Parejo González que, debido a las amenazas, abandonó el país y se instaló en Hungría como jefe de la misión diplomática de Colombia.

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Hasta su residencia llegó un hombre, protegido por un pesado gabán y un pasamontañas, que apenas comprobó la identidad del exministro, descargó el proveedor de un arma de fuego calibre 7,65 en el cuerpo de Parejo González que, según su relato a Los Informantes, estaba a 30 centímetros del sicario.

Recibió 5 tiros que por fortuna no comprometieron órganos vitales de su cuerpo y todavía conserva, en un baúl, la camisa manchada con sangre y el abrigo que vestía ese día, con las perforaciones, como testigos escabrosos del día que escapó a la ira de Pablo Escobar.

Vea el especial de Los Informantes: