El paisaje que hoy domina la vereda Travesías de Calarcá oculta una historia marcada por la tragedia. El terreno donde se encontraba la escuela Teresa García, alguna vez lleno de vida, se ha transformado en un campo de plátano y vegetación espesa. Siete años han pasado desde el desastre del 1 de diciembre de 2018, cuando un alud de tierra, ocasionado por intensas lluvias, sepultó la edificación y cobró la vida de seis personas, entre ellas cinco menores y una madre. Según lo relatado por La Crónica del Quindío, lo sucedido reconfiguró para siempre la vida de esta comunidad campesina.
La noche que antecedió el segundo y mortal derrumbe permanece indeleble en la memoria de quienes sobrevivieron. Libia Hernández, testigo y residente cercana desde 1996, narró que el primer deslizamiento, alrededor de la medianoche, obligó a la familia Lasso Buriticá, que servía como casera de la escuela, a evacuar. Ignorando las advertencias, regresaron por la mañana deseando rescatar sus pertenencias, apenas para ser sorprendidos por el colapso definitivo del terreno. Con la escuela desaparecida, la fragmentación siguió en la comunidad.
El impacto fue profundo. La institución, mucho más que un lugar de aprendizaje, funcionaba como núcleo social para menores que hoy están dispersos en veredas vecinas o municipios cercanos, como Córdoba. Hernández lamenta la ausencia de reconstrucción: el lote fue reclamado, sembrado y su historia, aparentemente, reducida a un breve recuerdo comunitario. Sin escuela ni vías adecuadas, el acceso al mercado agrícola se volvió aún más arduo y costoso para los campesinos.
La huella de dolor es acompañada por el abandono de las autoridades. La Crónica del Quindío constató que, tras varias consultas con dependencias municipales, no existe registro de intervenciones ni obras de recuperación en el sitio. La comunidad ha debido enfrentar la tragedia y el olvido institucional sola, sosteniéndose apenas en la memoria y el deseo de reconstruir lo perdido.
Durante los días del desastre, el coordinador operativo de la Defensa Civil Colombiana en Calarcá, Henry Hernández Castillo, subrayó las dificultades de acceso, agravadas por múltiples derrumbes en las vías rurales. Una vez en el lugar, el terreno fue declarado de alto riesgo, dado el inestable estado de la ladera. El deslizamiento removió una combinación de concreto, acero, fango y piedra, lo que complicó aún más las labores de rescate.
La causa estructural del desastre fue explicada por expertos locales. Hernández recordó que antes existía en esa ladera un bosque, talado posteriormente para sembrar plátano. Julio César Duque Gaviria, biólogo, puntualizó que el monocultivo del plátano, cuyas raíces superficiales son incapaces de fijar adecuadamente el suelo, promueve la erosión, especialmente en condiciones climáticas extremas. Además, el agua de lluvia cae directamente sobre tierra desprotegida, acelerando la degradación del terreno.
Por su parte, Luis Alberto Gómez Rojas, director administrativo de Desarrollo Rural Sostenible, detalló que los suelos volcánicos del Quindío, especialmente saturados de agua, son altamente frágiles. Las malas prácticas agrícolas, como el uso excesivo de herbicidas, y la siembra en pendientes incorrectas aumentan la vulnerabilidad a los deslizamientos, como el que sepultó la escuela Teresa García, dejando una marca indeleble tanto en el paisaje como en la memoria colectiva de la zona.
¿Por qué es riesgoso sembrar monocultivos como el plátano en zonas de ladera?
El riesgo de sembrar monocultivos de plátano en zonas de ladera se fundamenta en la naturaleza de sus raíces y la falta de diversidad vegetal. Como explicó el biólogo Julio César Duque Gaviria, las raíces del plátano (rizomas) son superficiales y debilitan la capacidad del suelo para mantenerse firme. Esto se agrava en zonas de pendiente, donde la escasez de otras especies vegetales impide que se forme una red que estabilice el terreno. Las hojas del plátano, además, dejan que la lluvia impacte directamente el suelo, facilitando la erosión.
En regiones de suelos volcánicos como el Quindío, este problema se ve acentuado por la fragilidad natural del terreno y el exceso de agua en temporadas de lluvia. La saturación del suelo supera su capacidad de absorción, provocando que la estructura ceda y, como sucedió en la tragedia narrada por La Crónica del Quindío, se produzcan deslizamientos de tierra peligrosos para las comunidades rurales.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
* Pulzo.com se escribe con Z
LO ÚLTIMO