La periodista expuso algunas de las más “grotescas, absurdas y desbordadas” situaciones a las que pueden llegar, según ella, los personajes con rabo de paja del Congreso de la República.

Pero no solo Ochoa mostró los escenarios comunes en donde la política suele centrar su interés, sino la sed de poder que les otorga privilegios y rangos insólitos de superioridad a algunos congresistas –sin mencionar cuáles– incluso para tener sexo “con menores de edad, con funcionarias, con quién y cómo se les dé la gana”.

Pero además de eso está la repartición burocrática de puestos –bien pagados– en el aparato estatal o la injerencia en la siempre jugosa contratación pública de donde obtienen la financiación para sus costosas campañas, subrayó la columnista y exdirectora económica de Semana.

Por algo muchos de los hombres más poderosos del país han sido congresistas —como Samper, Uribe, Vargas y Gaviria—, quienes siguen teniendo el Congreso lleno de sus fichas. Por algo le meten entre 5.000 y 10.000 millones de pesos a una campaña al Congreso, que no se recuperan a punta de suelditos mensuales de 30 millones de pesos”, observó Ochoa en El Tiempo.

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El origen de esta explosiva columna es el hundimiento del proyecto anticorrupción que habría dejado al descubierto las entrañas de un Congreso apoderado por una clase política dominante y clientelista, que solo busca hacerse más rica y acumular mayor poder, mientras obtiene beneficios como el de tener la “mansión por cárcel”, manifestó la columnista.

Todo eso bajo el manto de la impunidad rampante que se mantiene gracias a los “botines políticos en la Fiscalía, la Contraloría, la Procuraduría, la Registraduría, Migración, los ministerios, las entidades territoriales, notarías y cuanta cosa salga del Presupuesto General de la Nación”, aseveró Ochoa.