Y es que Gómez Pinilla sucumbe, como cualquier otro ser humano —como lo han hecho muchos colombianos en los últimos días—, al principio sicológico de cierre, según el cual las formas abiertas o inconclusas generan cierta incomodidad, por lo que se tiende a completar con la imaginación lo que se cree que hace falta. Las formas abiertas, en fin, invitan a ser cerradas.

Precisamente, la revelación de Morales se destaca porque tiene esa particularidad: cuenta qué le pasó, pero no quién fue su agresor. Por eso, tan pronto publicó su columna en El Espectador el viernes pasado, fue perseguida por sus colegas, especialmente de radio, que lucharon por sacarle el dato necesario para ‘cerrar’ su historia. Es decir, dar respuesta a la pregunta ¿quién fue el violador?

Aunque se negó, ella misma en su columna acotó las posibilidades (fue uno de sus jefes), con lo que desató una jauría en busca del personaje a quien ella, en principio, solo se refirió como “Él”, pero del cual mencionó después más indicios.

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“Quien me violó, ustedes lo ven y lo oyen todos los días” y “Harvey Weinstein [productor acusado de abusar sexualmente de mujeres que quieren llegar a Hollywood] es un pobre imbécil al lado de este personaje”, dijo en Blu Radio. Y en W radio soltó la frase que da, hasta ahora, la pista más grande sobre su violador: es “una figura relevante, de alguna manera, en nuestra historia”.

Gómez Pinilla hace en su columna una analogía con el mito griego de Ariadna (que le entregó un hilo a Teseo para que, en el laberinto del Minotauro, encontrara el camino de regreso después de matarlo), y les da el carácter de ese hilo mitológico a las aseveraciones de Morales. Seguir el hilo de esas declaraciones, según su percepción, “pareciera conducir a la única identidad posible de su ‘Minotauro’ agresor”.

Él se fija especialmente en el calificativo de “peligroso” que le ha dado Morales a su violador en distintas entrevistas, por lo que considera “pertinente” recordar cuáles fueron los jefes de la periodista desde que comenzó su carrera en 1995: Juan Carlos y Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Felipe López, Yamid Amat, Juan Gossaín, Julio Sánchez Cristo, Hernán Peláez y Gustavo Gómez. “¿Cuál de todos ellos será el ‘peligroso’?”, se pregunta Gómez Pinilla.

También recuerda lo que el abogado y columnista Ramiro Bejarano dijo en una entrevista en El Espectador el año pasado, como apoderado de Daniel Samper Ospina, tras la publicación de un trino en el que Álvaro Uribe lo acusó de “violador de menores”. El entrevistador le pregunta a Bejarano: “¿Hay miedo?”. Y Bejarano responde: “Sí, todo el que se enfrente con Uribe tiene que temer, y no soy el único, pues ayer, por ejemplo, la columnista Claudia Morales dijo que por motivos personales no se refería a Uribe y que sentía miedo”.

Gómez Pinilla confiesa que ha tenido la tentación de conminar a Morales a que responda (sí o no) “si su violador fue el mismo que tuvo de jefe en 2003 y con quien dejó de trabajar al año siguiente”. Pero de inmediato aclara que se abstiene, “porque luego dirán que es que pretendo acorralarla”.

Como Gómez Pinilla, el también columnista de El Espectador Andrés Hoyos es presa del principio sicológico de cierre y lamenta que Morales, por el miedo que siente, solo haya entregado “la mitad de las piezas de un rompecabezas” y no diga “dónde se consigue la otra mitad”. Pero Hoyos se armó el suyo y comienza por preguntarse si ‘Él’, “dada la confusión tipográfica que echó a andar Claudia con la mayúscula, se sentirá Dios”.

Y lanza una premonición que, desde su perspectiva, saca al sospechoso de violar a Morales del ámbito del periodismo y lo sitúa más bien en el de la política: “Algo me dice que la columna de Claudia va a tener un fuerte efecto en las elecciones parlamentarias del 11 de marzo”.