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Un golpe significativo contra las disidencias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se produjo recientemente en el sur del Tolima con la captura de alias ‘Gardel’, identificado como miembro clave del grupo armado organizado residual (GAO-r) conocido como frente Ismael Ruiz o estructura ‘Jerónimo Galeano’. Esta operación fue resultado del trabajo conjunto entre tropas del Ejército Nacional de Colombia, la Policía y la Fiscalía 164, y representa un paso estratégico en la lucha estatal contra la persistencia de organizaciones ilegales que mantienen influencia en municipios como Chaparral. La acción busca debilitar el control territorial de estos grupos armados, cuyo accionar ha desafiado repetidamente los intentos de consolidación de seguridad y legitimidad estatal en la región.
El operativo tuvo lugar en el corregimiento El Limón, en Chaparral, donde se ejecutó una orden de registro y allanamiento que permitió no solo la aprehensión de alias ‘Gardel’, sino también la incautación de 47 cartuchos calibre 5.56 mm, un teléfono celular, panfletos con mensajes propios del frente ‘Jerónimo Galeano’ y siete brazaletes distintivos de la estructura. De acuerdo con información oficial del Ejército y la Fiscalía, estos elementos sirven como pruebas de su pertenencia y rol dentro del GAO-r. Posteriormente, ‘Gardel’ fue presentado ante la justicia local y enfrentó cargos por fabricación, tráfico y porte de armas de uso restringido, recibiendo medida de aseguramiento en un recinto carcelario.
Desde una perspectiva estructural, la detención de alias ‘Gardel’ conlleva un impacto operativo y simbólico para las disidencias que, tras la firma del acuerdo de paz con las FARC en 2016, han continuado sosteniendo enclaves de poder en áreas estratégicas. Según reportes del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ), estas organizaciones mantienen su influencia mediante mecanismos de intimidación y violencia sobre la población, en la que operativos como el realizado en Tolima buscan cortar tanto líneas logísticas como circuitos de fear (miedo) empleados para sostener el dominio territorial.
El frente ‘Jerónimo Galeano’ ejemplifica la actualidad de las disputas armadas en el sur del Tolima y otras regiones, como lo advierten los informes elaborados por el Ministerio de Defensa y el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (CERAC). Aunque la estructura ha sufrido golpes relevantes y detenciones previas, sigue configurándose como un actor dominante de violencia, cuyas actividades han permanecido en buena parte porque se financian a través de economías ilegales: extorsión, narcotráfico y minería ilícita. La complejidad de estas redes delictivas, ancladas en territorios históricamente marginados, dificulta las intervenciones estatales de carácter puntual.




El proceso policial y judicial que culminó con la captura de ‘Gardel’ se vio reforzado gracias a la participación activa de la comunidad local. Los habitantes, víctimas de presiones y amenazas, suministraron información clave que permitió ubicar y aprehender al cabecilla. Este aporte ciudadano revela la interacción tensa y vulnerable entre población civil y grupos armados, una relación marcada por episodios de violencia y desplazamiento forzado. El éxito de operativos de este tipo pone en evidencia la importancia de la colaboración entre instituciones estatales y la sociedad civil para desarticular las estructuras ilícitas y recuperar la tranquilidad en los territorios.
Finalmente, la acción de las fuerzas estatales demuestra la implementación de modernas herramientas de investigación y seguimiento, así como una coordinación interinstitucional cada vez más sólida. Así lo destacan estudios de organismos como International Crisis Group, que insisten en que la eficacia de estas operaciones debe complementarse con medidas integrales de protección comunitaria y desarrollo social. Solo de esta manera se evitará que grupos disidentes reorganizados llenen el vacío tras la caída de cabecillas y se garantice la transformación real de las zonas afectadas por años de conflicto armado.
Preguntas frecuentes relacionadas
¿Qué son los grupos armados organizados residuales (GAO-r) y cómo se diferencian de las antiguas FARC?
Esta pregunta resulta fundamental para entender el contexto de la noticia, ya que tras la firma del acuerdo de paz en 2016, parte de los antiguos combatientes de las FARC no se acogieron al proceso de desmovilización. Los GAO-r, como el frente ‘Jerónimo Galeano’, son organizaciones que decidieron continuar con actividades ilegales recurriendo a tácticas propias de grupos armados y delictivos. El Gobierno y organismos como INDEPAZ los identifican como herederos fragmentarios de la estructura original de las FARC, pero con estrategias, liderazgos y lógicas mafiosas diferentes a las de la antigua guerrilla.
Comprender esta diferencia permite analizar por qué persisten dinámicas de violencia pese a los esfuerzos de paz y cómo la falta de oportunidades socioeconómicas, junto a la existencia de economías ilegales, ha propiciado la continuidad de estos grupos. La distinción entre disidencias y la otrora guerrilla permite precisar qué tipo de acciones estatales y comunitarias se requieren para atender las secuelas y transformaciones del conflicto armado en Colombia.
¿Por qué la colaboración ciudadana es clave en la lucha contra las disidencias armadas?
La pregunta surge porque operativos como el que llevó a la captura de alias ‘Gardel’ se concretaron gracias a la denuncia e información proporcionada por habitantes afectados por la presencia de la estructura ilegal. El involucramiento ciudadano es cada vez más reconocido por expertos y autoridades como un elemento esencial para el éxito de las acciones contra los actores armados, ya que son las comunidades quienes viven el impacto directo de estas violencias y pueden suministrar datos estratégicos de primera mano.
Sin embargo, la colaboración sólo se da en contextos donde hay garantías de protección y confianza en las instituciones, lo que desafía a la política estatal a ir más allá de la respuesta militar e invertir en protección de líderes sociales, reparación colectiva y promoción de espacios seguros de convivencia. La experiencia muestra que, sin este acompañamiento integral, el miedo y la impunidad impiden la denuncia y las intervenciones pierden sostenibilidad a mediano y largo plazo.
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