El Metro de Bogotá, actualmente en construcción, representa uno de los proyectos de infraestructura más importantes en la historia económica y urbana del país.
Con una inversión superior a los 22 billones de pesos, su desarrollo no solo transformará la movilidad de millones de ciudadanos, sino que también impulsará la generación de empleo, el crecimiento del comercio local y la valorización de amplias zonas de la ciudad. Este megaproyecto, además de mejorar la conectividad metropolitana, se convertirá en un eje de desarrollo económico que dinamizará sectores como la construcción, el transporte, los servicios y el retail, consolidando a Bogotá como una ciudad más competitiva y sostenible en la región.
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La Estación Central del Metro de Bogotá, identificada como la número 13 dentro de la Primera Línea, marcará un hito en la historia urbana de la capital colombiana. Ubicada estratégicamente sobre la Avenida Caracas entre las calles 24A y 26, esta estación se proyecta como una de las más modernas y multifuncionales de todo el sistema, con una superficie estimada de 15.000 m2 y un diseño que incorpora no solo los elementos propios del transporte, sino también espacios de uso comercial, cultural y ciudadano. Según los anuncios de la Alcaldía de Bogotá, contará con dos edificios de acceso de cuatro niveles cada uno, donde se dispondrán locales comerciales, restaurantes, droguerías, un CADE y 500 cicloparqueaderos subterráneos. Esta apuesta va mucho más allá de la infraestructura de movilidad, pues busca consolidar un nodo multimodal que permitirá realizar transbordos directos con TransMilenio, el SITP y el Regiotram de Occidente, este último con destino hacia Facatativá, atravesando municipios como Funza, Mosquera y Madrid.




La inclusión de espacios comerciales dentro de las estaciones del metro no es un experimento improvisado; por el contrario, responde a una tendencia global consolidada en los sistemas de transporte más importantes del mundo. Las estaciones de metro han evolucionado para convertirse en polos de actividad económica que no solo generan ingresos no tarifarios, sino que también mejoran la experiencia del usuario y dinamizan el entorno urbano. En las grandes capitales, la relación entre movilidad y comercio ha demostrado ser mutuamente beneficiosa: el transporte aporta flujo constante de personas, y el comercio contribuye a la vitalidad y seguridad de los espacios subterráneos.
En el caso del metro de Nueva York, por ejemplo, la Autoridad Metropolitana de Transporte (MTA) gestiona decenas de locales comerciales en sus estaciones, desde cafeterías y librerías hasta tiendas de conveniencia y restaurantes. Aunque algunas zonas presentan altos índices de vacancia, como ha ocurrido recientemente con los espacios cerrados durante la pandemia, también existen experiencias exitosas que han revitalizado los corredores subterráneos. Uno de los ejemplos más representativos es Turnstyle, un pasaje comercial ubicado en la estación Columbus Circle, que transformó un túnel olvidado en un vibrante mercado con más de treinta y cinco microtiendas, cafés y locales de comida rápida. Este tipo de desarrollos demuestran que los sistemas de transporte pueden funcionar como verdaderas arterias comerciales cuando se combinan planificación urbana y estrategia de ocupación.
Londres, por su parte, ha llevado esta integración a un nivel superior. En su histórico sistema de metro y en las estaciones de tren que se entrelazan con la red, el modelo de gestión del espacio comercial es profesional y dinámico. La entidad Station Retail administra locales permanentes y temporales en estaciones como Baker Street o Waterloo, donde millones de pasajeros transitan cada año. A ello se suma el proyecto “Places for London”, que promueve desarrollos inmobiliarios y comerciales sobre o junto a las estaciones, potenciando el valor del suelo urbano alrededor del sistema de transporte. Londres ha comprendido que cada estación puede ser también un punto de destino, no solo un lugar de paso, y ha impulsado el uso de tiendas emergentes o pop-up shops, que le dan vitalidad y renovación constante a los espacios.
En París, el metro y el sistema suburbano RER han sabido capitalizar su localización privilegiada para potenciar el comercio dentro y alrededor de las estaciones. Algunas de las más transitadas, como Châtelet–Les Halles, son auténticos nodos urbanos donde confluyen el transporte, la gastronomía, las compras y la cultura. Allí, los pasillos subterráneos albergan cafés, tiendas y servicios que responden a las necesidades inmediatas de los millones de usuarios que se movilizan diariamente. La integración entre las estaciones y el tejido comercial del entorno urbano, como ocurre en la Rue de Rivoli, crea una experiencia fluida entre la superficie y el subsuelo, donde el comercio se convierte en parte natural del trayecto cotidiano.
En Asia, esta relación alcanza una escala todavía mayor. El sistema MTR de Hong Kong es probablemente el caso más emblemático del mundo en la integración entre transporte y comercio. Sus estaciones centrales están directamente conectadas con centros comerciales de varios niveles, y muchos desarrollos inmobiliarios residenciales y corporativos se construyen sobre la base de la infraestructura del metro. Este modelo ha sido tan exitoso que los ingresos provenientes de las rentas comerciales y los desarrollos asociados superan con creces los ingresos tarifarios, convirtiendo al MTR en una de las pocas empresas de transporte masivo rentables del planeta. Shanghái y Beijing siguen líneas similares, donde el metro actúa como columna vertebral de un ecosistema urbano que integra oficinas, tiendas, servicios y espacios públicos.
En el contexto latinoamericano, Ciudad de México es un ejemplo particular. Su metro alberga una gran cantidad de comercio formal e informal, con miles de pequeños negocios y vendedores que aprovechan el flujo de más de cinco millones de pasajeros diarios. Aunque no siempre se trata de un comercio planificado o estéticamente estructurado, demuestra la enorme capacidad de atracción económica que generan los sistemas subterráneos de transporte. En São Paulo, Buenos Aires y Santiago también existen proyectos para aprovechar los corredores peatonales del metro como espacios comerciales organizados, contribuyendo a la sostenibilidad financiera del sistema.
Estas experiencias ofrecen lecciones valiosas para Bogotá. En primer lugar, evidencian que la inclusión de locales comerciales en estaciones como la Central es una oportunidad para diversificar los ingresos del metro y disminuir la dependencia exclusiva del recaudo por tarifas. En segundo lugar, demuestran que un entorno comercial bien diseñado mejora la percepción de seguridad, la limpieza y la funcionalidad del sistema. Y, en tercer lugar, muestran que una estación con oferta de servicios, alimentos y atención ciudadana se convierte en un punto de encuentro urbano que trasciende la función de transporte.
Sin embargo, el éxito de esta estrategia dependerá de una gestión inteligente. En ciudades como Nueva York, donde gran parte de los locales permanecen desocupados, la falta de dinamismo comercial se debe a procesos de arrendamiento poco ágiles y a diseños que no favorecen la circulación peatonal. En cambio, los modelos de Londres y Hong Kong destacan por su enfoque empresarial y la continua renovación de su oferta, incorporando incluso marcas globales y tiendas efímeras que se adaptan a las tendencias del consumidor. Para la Estación Central de Bogotá, la clave estará en encontrar un equilibrio entre el tránsito eficiente de pasajeros y la comodidad de los espacios comerciales, asegurando que los flujos no se vean obstaculizados y que el comercio complemente la experiencia del transporte.
En la práctica, esto implica diseñar una oferta que combine servicios esenciales como droguerías, cafeterías, restaurantes de paso, librerías y tiendas de conveniencia con espacios institucionales como el CADE, que brinden atención a los ciudadanos. Igualmente, se deberá garantizar que los locales tengan condiciones adecuadas de ventilación, iluminación y accesibilidad, evitando que los pasillos se conviertan en zonas congestionadas. La inclusión de los 500 cicloparqueaderos es también un acierto, pues refuerza la idea de una estación multimodal que fomenta la movilidad sostenible y la interconexión de diferentes modos de transporte.
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Para Leopoldo Vargas Brand CEO de Mall & Retail “El diseño de la Estación Central del Metro de Bogotá representa, una apuesta por incorporar las mejores prácticas internacionales en el diseño de infraestructura urbana. Su éxito no dependerá únicamente de la calidad arquitectónica, sino de la capacidad de articular intereses públicos y privados para crear un espacio que funcione tanto como punto de paso como destino comercial. Si se logra consolidar una gestión eficiente, transparente y flexible, la estación podría convertirse en uno de los símbolos del nuevo urbanismo bogotano: un lugar donde el transporte, el comercio y la ciudadanía confluyen en un mismo espacio, transformando la movilidad en una experiencia integral.”
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