El Espectador es el periódico más antiguo del país, fundado el 22 de marzo de 1887 y, bajo la dirección de Fidel Cano, es considerado uno de los periódicos más serios y profesionales por su independencia, credibilidad y objetividad.
La adjudicación del contrato de alimentación en la Cárcel Distrital de Bogotá a la Unión Temporal NUTRIDISTRITAL ha generado una controversia significativa al poner de manifiesto las tensiones entre la legalidad formal, las prácticas de contratación pública y las demandas sociales de transparencia en la capital colombiana. Según El Espectador, el consorcio ganador, que ya tenía antecedentes de sanciones por colusión —acto mediante el cual empresas acuerdan manipular licitaciones—, obtuvo el contrato bajo un marco normativo que permite participar a empresas sancionadas, siempre que las multas no impliquen inhabilidad legal para contratar con el Estado.
El proceso para otorgar esta millonaria licitación empleó la subasta inversa, mecanismo en el que se prioriza el menor precio ofrecido. Esta modalidad, aunque fomenta la competencia y puede beneficiar al Estado en términos económicos, también incentiva estrategias para reducir costos que podrían poner en riesgo la calidad del servicio. Incluso, la Unión Temporal Distrital 27 presentó objeciones por presuntas irregularidades en la habilitación de participantes, pero dichas inconformidades fueron descartadas por un juez, quien respaldó el accionar de la Secretaría de Seguridad, detalla El Espectador.
Este escenario no es exclusivo de Bogotá ni de Colombia. De acuerdo con investigaciones de la LatAm Journalism Review y la Fundación Gabo, existe una problemática estructural en la contratación pública de la región, caracterizada por sanciones poco estrictas, falta de controles preventivos y una cultura de tolerancia a ciertos actos irregulares. Así, empresas con antecedentes de prácticas dudosas logran seguir accediendo a contratos estatales, perpetuando ciclos de impunidad y deteriorando la confianza ciudadana en las instituciones.
Por su parte, organizaciones civiles como la Asociación de Víctimas contra la Corrupción y la Impunidad han advertido sobre el impacto presupuestal del contrato, ya que compromete recursos distritales hasta 2027. La preocupación radica en que estos compromisos se dan en un contexto en el que el sistema penitenciario enfrenta retos graves en materia de derechos humanos, agravando cuestionamientos sobre la asignación de los recursos públicos y la calidad de los servicios brindados a las personas privadas de la libertad.




La Secretaría de Seguridad sostuvo que pedirá una investigación a la Superintendencia de Industria y Comercio (SIC), pero recalcó que, según la norma, las sanciones previas de la SIC no representan impedimento para futuras contrataciones. Sin embargo, tales argumentos no alivian las dudas públicas sobre la transparencia ni abordan la dimensión ética que rodea la adjudicación a un consorcio con historial sancionador.
Este caso, como subraya un estudio del Instituto Reynolds de Periodismo estadounidense, pone sobre la mesa la urgencia de fortalecer los mecanismos de supervisión y eliminar brechas que permiten reincidencia en prácticas anticompetitivas. En Colombia, los esfuerzos normativos y las reformas buscan avanzar en esta dirección, pero su éxito depende, en última instancia, de un control social riguroso y de la voluntad de las autoridades para priorizar la integridad por encima de los intereses económicos o políticos.
La controversia actual deja claro que fortalecer la ética pública, la transparencia y la eficiencia administrativa resulta indispensable para que contrataciones de relevancia social, como la alimentación en las cárceles, no se conviertan en foco de impunidad o motivo de desconfianza hacia el Estado. La integridad empresarial y la responsabilidad social deberían ser criterios centrales en cualquier proceso de licitación pública destinado a sectores especialmente vulnerables.
¿Qué implica la colusión en licitaciones públicas?
La colusión significa que empresas competidoras acuerdan, de forma clandestina, manipular los resultados de una licitación para controlar quién gana el contrato y bajo qué condiciones. Estos acuerdos violan los principios de competencia y perjudican la transparencia, ya que excluyen a nuevos actores y restringen la posibilidad de obtener mejores condiciones para el Estado y la sociedad. Según El Espectador y organismos de control citados en el caso de NUTRIDISTRITAL, las sanciones por colusión, si no acarrean inhabilidad legal, permiten que firmas reincidentes continúen contratando con el Estado. Esta excepción normativa se convierte en un obstáculo para erradicar estas prácticas.
¿Por qué la subasta inversa genera cierta controversia?
La subasta inversa es un método de contratación pública en el que el contrato se adjudica a quien ofrezca el menor precio, buscando maximizar el uso de recursos estatales. Sin embargo, como advierten expertos citados por El Espectador, este mecanismo puede llevar a que las empresas reduzcan tanto sus costos que se comprometa la calidad del servicio o incluso se incentiven prácticas como la colusión o el incumplimiento de estándares mínimos. La polémica en Bogotá evidencia cómo la necesidad de ahorrar recursos públicos puede, sin mejores controles, abrir brechas para que empresas con antecedentes negativos ganen contratos esenciales para el bienestar social.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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