Por: El Espectador

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Este artículo fue curado por pulzo   Oct 19, 2025 - 11:18 am
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Bogotá enfrenta una encrucijada histórica y ambiental palpable en la autopista Norte, donde las inundaciones recurrentes afectan directamente la movilidad, especialmente en los tramos cercanos a los humedales Torca y Guaymaral. Allí, buses de Transmilenio y otros vehículos deben cruzar zonas anegadas, situación que evidencia la fragilidad de estos ecosistemas desde que en 1956 se intervinieron gravemente para dar paso a la expansión vial. Más allá de un mero problema de tráfico, el desafío actual radica en reconciliar el rápido crecimiento urbano con la necesidad de preservar áreas ecológicas críticas cuya integridad sostiene la calidad de vida y la resiliencia urbana.

En respuesta, la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) impulsa el proyecto Accesos Norte Fase II, concesionado a Ruta Bogotá Norte S. A. S. Este ambicioso plan contempla duplicar a 12 los carriles vehiculares entre las calles 191 y 245, añadir un carril exclusivo para Transmilenio, instalar nuevos puentes peatonales, retornos a desnivel y optimizar vías estratégicas como la carrera séptima y la perimetral de Sopó. Según datos oficiales, se prevé la creación de 35.800 empleos y la plantación de 100.000 árboles; además, se espera una significativa reducción de hasta 45 minutos en los tiempos de desplazamiento.

Sin embargo, la materialización del proyecto enfrenta un fuerte obstáculo ambiental. A finales de 2024, la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA) archivó el primer trámite de licencia ambiental por falta de estudios concluyentes sobre los impactos ecológicos. El informe destacó la vulnerabilidad del corredor biológico que conecta los humedales de Torca y Guaymaral, cuya relevancia excede la conservación de la biodiversidad: cumplen funciones esenciales de regulación hídrica y mitigación del cambio climático. El descuido de estos espacios incrementaría los riesgos de inundaciones y deterioro urbano.

Estudios del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) y la Corporación Autónoma Regional (CAR) reconocen a los humedales bogotanos como reguladores ecológicos que almacenan carbono y actúan como “esponjas” naturales. Su degradación, advierten, aumentaría la vulnerabilidad climática de toda la Sabana de Bogotá.

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Además, el debate sobre la ampliación resalta la tensión entre infraestructura y medio ambiente, reflejada en retrasos, conflictos por posibles impactos negativos y la exigencia ciudadana de transparencia y garantías.

Medios como El Espectador y Semana han documentado la controversia y la importancia de la audiencia pública de octubre de 2025, en la que colectividades y expertos exigieron mayor rigurosidad en los estudios. Está en manos de la ANLA emitir hacia finales de 2025 o principios de 2026 una decisión definitiva que encauce el futuro del proyecto y, por ende, la protección de estos humedales esenciales. Experiencias internacionales resaltadas por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) refuerzan la necesidad de intervenciones responsables que integren restauración y compensaciones ambientales, además de instar a la inclusión ciudadana desde las fases iniciales.

Así, la capital colombiana se enfrenta a la decisión sobre si el desarrollo debe avanzar sacrificando entornos vitales, o si logrará renovar el concepto de “progreso”, alineándolo con una visión de sostenibilidad y respeto ecológico que asegure el bienestar de las futuras generaciones.

¿Por qué son importantes los humedales urbanos en ciudades como Bogotá? Los humedales de Bogotá, incluyendo Torca y Guaymaral, han sido identificados por entidades como el IDEAM y la CAR como pilares para la sostenibilidad ambiental de la Sabana. Funcionan como amortiguadores frente a inundaciones y contribuyen a la captura de carbono, factores imprescindibles para mitigar los efectos del cambio climático y preservar la biodiversidad local. Ante el crecimiento acelerado y la expansión de la infraestructura urbana, comprender el papel crucial de estos ecosistemas se vuelve clave para políticas de desarrollo y conservación en la ciudad.

Además, la importancia de estos espacios radica en su capacidad para mejorar la calidad de vida de los habitantes al proveer servicios ambientales y espacios naturales. La pérdida o deterioro de los humedales puede traducirse en mayores riesgos para la ciudad, tanto en términos de desastres naturales como de salud pública, por lo que su preservación es un asunto prioritario en el debate sobre el progreso urbano.

¿Qué pasos quedan pendientes para la aprobación definitiva del proyecto Accesos Norte Fase II? Tras el archivo inicial del trámite ambiental por la ANLA en 2024, el proceso de ampliación depende de una revisión exhaustiva y de la presentación de estudios más completos sobre el impacto ecológico. El seguimiento a la audiencia pública realizada en octubre de 2025 y los aportes de la ciudadanía formarán parte central de la decisión, que se espera para finales de 2025 o inicios de 2026.

La resolución final de la ANLA será determinante, ya que podrá establecer condiciones estrictas de mitigación ambiental o, incluso, replantear aspectos clave del proyecto. La expectativa de la ciudadanía y los organismos ambientales es que la decisión logre lograr un equilibrio entre la movilidad, la generación de empleo y la protección eficaz de los humedales, sentando un precedente para futuras intervenciones en zonas sensibles.


* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.

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