El asesinato del excapo Claudio Javier Silva Otálora, a punta de fusil, el pasado viernes en Bogotá, definitivamente no es un hecho aislado. Es uno más, de una larga lista de víctimas, de la reactivación de la guerra narcoesmeraldera, que por décadas azotó al país y que toma un nuevo aire. Con una particularidad: en la historia de cada víctima aparecen viejos nombres en común, que los relacionan con los clanes del fallecido Víctor Carranza o del extraditado Pedro Rincón, alias ‘Pedro Orejas’.

A partir de esos nombres se desata este capítulo de conflicto en Bogotá, a los que se suman otros nombres destacados como de Luis Caicedo Velandia, alias ‘Don Lucho’; se revive la figura del sanguinario narcotraficante Daniel ‘El Loco’ Barrera; aparece el del recién extraditado Darío Antonio Úsuga, alias ‘Otoniel’; los nexos con el narco mexicano El Chapo Guzmán, y hasta se revive el caso de la “narcofinca” del exembajador, Fernando Sanclemente, en el municipio de Guasca. Todo, en una telaraña densa, en la que seguro faltan atar muchos cabos para llegar a las cabezas detrás de la ola de crímenes.

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En la reedición de esta guerra entran a jugar nuevos elementos: el papel que jugaron varios de ellos, al colaborar con las autoridades norteamericanas, en el desmantelamiento de otras estructuras; los que regresaron, después de pagar penas en EE.UU., para retomar sus territorios y sus negocios ilegales, y quienes sencillamente pagaron el precio en medio de esa lucha territorial.

Tras revisar una serie de artículos periodísticos, que registraron de manera individual cada asesinato, se encuentran las fichas de un rompecabezas, que unidas, ofrecen el bosquejo de la imagen de un conflicto que lleva casi dos años, dejando un reguero de víctimas, ultimadas a manos de complejas y costosas estructuras sicariales, dotadas con logística y sofisticadas armas, como fusiles y armas con silenciador. Las otras fichas, para tener la imagen completa, seguro se encuentran regadas en otras partes del país. Esta es la lista de víctimas en la capital.

Javier Homero Novoa López (Mayo 14 de 2019)

Lo asesinaron en la calle séptima con la carrera 17, cuando iba junto a un hijo. Se le señala de colaborar con la DEA, en el desmantelamiento de varias estructuras criminales que operaban entre Boyacá y Bogotá. Aunque ese papel, podría ser uno de los móviles detrás de su crimen, otras versiones indican que fue una víctima de Luis Caicedo Velandia, alias ‘Don Lucho’, quien recién llegado al país, tras pagar una condena de 10 años en Estados Unidos, se dedicó a retomar su negocio y sus territorios. Novoa, dicen, se negó a sumarse a su nueva estructura.

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Carlos Arnulfo Peña Gaviria (Junio 13 de 2020)

De 30 años y natural de Barranquilla, lo asesinaron en la carrera 55 con calle 152 b, en el barrio Colina Campestre, al norte de Bogotá. Se encontraba a las 8:30 de la noche, en un puesto de comidas rápidas, junto a una mujer y una niña, cuando llegaron varias motocicletas y lo mataron a balazos. Semanas antes de su muerte había tomado la decisión de colaborar con las autoridades, para delatar a los supuestos testaferros del clan del narcoesmeraldero Pedro Rincón, alias ‘Pedro Orejas’, extraditado a Estados Unidos en 2018 y donde purga una pena de 19 años de prisión. En las declaraciones que dio ante la Fiscalía, dijo que el esmeraldero Rodrigo Kling, pertenecía al clan Rincón y que era el encargado de lavar el dinero proveniente de la estructura criminal.

Rafael Fernando Moreno Clavijo (Diciembre 15 de 2020)

Lo mataron un grupo de sicarios, que usaron armas con silenciador, en la carrera 58 con calle 127, cerca de Bulevar Niza. Se le vinculó como una persona cercana a alias “Jota la Firma”, de quién se sabe, en 2008 fue víctima de un atentado que ordenaron Daniel ‘El Loco’ Barrera, uno de los secuaces de Luis Caicedo Velandia, alias ‘Don Lucho’ (asesinado en julio de 2021), Claudio Javier Silva Otálora (asesinado en noviembre de 2022) y Julio Lozano Pirateque (de quién no se sabe su paradero). En informes policiales señalan que su crimen pudo haber tenido el mismo origen que el de Javier Homero Novoa López: se negó a trabajar con Don Lucho.

Jorge Enrique Gómez y Luis Alberto Gamboa (Marzo 12 de 2021)

Con 40 años, lo asesinaron en un parqueadero, de la calle 17 con carrera 5, en el centro de Bogotá, junto a su escolta, Luis Alberto Gamboa. Tras su muerte se difundió que era colaborador de la DEA y que había ayudado a desvertebrar el clan de la familia Rincón, liderado por Pedro Rincón, alias Pedro Orejas, quien junto a sus hermanos Ómar, Gilberto y su cuñado Horacio Triana, fueron capturados y extraditados a Estados Unidos. Se dice que Gómez colaboró con ese golpe contra el Clan Rincón y que era cercano al esmeraldero Víctor Carranza, a Hernando Sánchez (lo señalan como el heredero de Carranza) y a Julio Lozano Pirateque, a quien señalan de haber financiado el narcolaboratorio hallado en la finca de la familia del exembajador Fernando Sanclemente. Lozano Pirateque, de quien no se sabe su paradero, era socio de Luis Caicedo Velandia, alias ‘Don Lucho’ (asesinado en julio de 2021), y de Claudio Javier Silva Otálora (asesinado en noviembre de 2022).

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Luis Caicedo Velandia, alias Don Lucho (Julio 16 de 2021)

 

Fue asesinado en la plazoleta del barrio Pablo VI, cuando hablaba con su abogado. Junto a otros socios como Claudio Javier Silva Otálora, alias ‘El Patrón’ (asesinado en noviembre de 2022), y Julio Alberto Lozano Pirateque, trabajaban con el narco Daniel ‘el Loco’ Barrera. Caicedo, Silva y Lozano se presentaban como esmeralderos, al ser socios de varias empresas, e inversionistas del fútbol, pero eran los jefes del llamado ‘cartel de Bogotá’, que lavó dinero a través de Independiente Santa Fe.

A Caicedo Velandia lo capturaron en Argentina y lo extraditaron a Estados Unidos, donde pagó 10 años de prisión, luego de un acuerdo en el que, no solo ayudó a desmantelar su propia red y ayudó a capturar a otros capos colombianos, sino que se comprometió a declarar contra el capo mexicano, Joaquín, ‘El Chapo’ Guzmán, con quien tuvo negocios. El 30 de enero de 2019 salió de la cárcel de Nueva York y regresó a Colombia.

Antes de su muerte, Caicedo, al parecer, estaba reordenando sus negocios junto con Lozano Pirateque, entre ellos, su participación en varias empresas y minas de esmeraldas. Informes de la DEA y la Policía, hablan de que hizo reuniones para exigir a grupos narcotraficantes de Bogotá, que debían trabajar con él o enfrentarlo. Producto de esa orden incumplida, se presume, asesinaron a Rafael Fernando Moreno Clavijo y a Javier Homero Novoa López.

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Sobre su socio Lozano Pirateque, de quién no se sabe su paradero, también pagó condena en Estados Unidos, que se le redujo por firmar acuerdos de cooperación. Luego volvió a delinquir como se desprende del señalamiento de que está tras el narcolaboratorio de la finca de Sanclemente. Además, los audios de unas interceptaciones a Darío Antonio Úsuga, alias ‘Otoniel’ (capturado jefe del ‘clan del Golfo’), publicados por Caracol Noticias, probarían que Lozano Pirateque seguía en el negocio y sería quien traicionó a alias Don Lucho.

En la misma grabación, se dan pistas de la guerra por el territorio en Bogotá y los Llanos. Otoniel ordenó asesinar a Hernando Sánchez (heredero de Víctor Carranza) y Dionisio de Jesús Vera Olmos, alias “Boyaco Sinaloa”, quien trabajó con Daniel ‘El Loco Barrera’ (de paso, con Don Lucho y su clan). “Toca hacer esas vueltas, para ver cómo se organiza esa zona del llano y Bogotá. Julio Lozano está trabajando por ahí. Necesitamos gente que colabore, pero necesitamos el control total de eso de allá”.

Maximiliano Cañón Castellanos (Junio 2 de 2022)

Con 53 años asesinaron a este esmeraldero, conocido por sus allegados como Timporilo, en la calle 93 con carrera 13, en la entrada del restaurante Lobo Feroz, cerca al Parque de la 93, en el norte de Bogotá. La Policía capturó a dos sicarios. Cañón, dicen, estaba casado con una hermana del extraditado Pedro Nel Rincón, Pedro ‘Orejas’. Cañón y Rincón participaron en los diálogos de paz del Occidente de Boyacá hace más de 20 años. De amigos, pasaron a ser enemigos. Su crimen lo calificaron como un “ajuste de cuentas”, debido a que se le acusó de estar detrás del atentado contra Pedro Orejas en 2013, en el que murió su hijo Pedro Simón, de 23 años, en Pauna (Boyacá). Al parecer, Cañón estaba colaborando con información del Clan Rincón y de sus lavadores, como lo iba a hacer Carlos Peña. No obstante, personas cercanas indicaron que antes de su muerte tuvo una amenaza por un título minero.

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Víctor Julio Solano (Julio 28 de 2022).

Murió durante el primer atentado contra Claudio Silva Otálora. La víctima era su escolta. Los sicarios los esperaron en el parqueadero del conjunto, en Colina Campestre, y usaron armas con silenciador. Ese día capturaron a uno de los sicarios, pero las autoridades no establecieron quién ordenó el ataque.

Juan Carlos Useche (Agosto 18 de 2022).

A este expolicía lo encontraron dentro de su vehículo, con signos de tortura y tiro de gracia. El vehículo, una camioneta Toyota, de placa CJE-825, que dejaron abandonada en la autopista Norte con calle 223. Junto a él, también mataron a su pareja Leydi Alejandra Betancourt y a sus escoltas Leonardo Sanabria y José Perosso Zabala. Useche ya habría sufrido un atentado de muerte el pasado 30 de marzo, cuando fue abordado por un sicario, quien le apuntó con un arma con silenciador, pero no se activó.

Salió de la Policía en 2006, siendo patrullero en Cali. Luego lo investigaron por actividades de narcotráfico y lavado de activos. Según las autoridades, Useche hacía parte de una banda de narcoesmeralderos, denominada “El Clan de los Triana”, que ejecutaba homicidios en Bogotá, Cali y Boyacá. Pero, al parecer, lo mandaron a asesinar, porque estaba haciendo negocios a espaldas de los jefes de la organización. El padre de los Triana, Horacio Triana, un reconocido esmeraldero de Boyacá, extraditado a Estados Unidos en 2019, trabajaba con Pedro Rincón, alias ‘Pedro Orejas’.

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David Javier Fernández Barrero y Gerardo Rendón Salinas (Octubre 12 de 2022)

A Fernández Barrero, de 54 años, lo mataron junto a su escolta, en un taller del barrio Las Villas, al norte de Bogotá. Fernández estuvo 13 años preso en los Estados Unidos y había regresado al país en 2020. Lo condenaron por sus vinculos con la organización de Daniel ‘el Loco’ Barrera, quien a su vez pertenecía a la organización de Luis Caicedo, alias don Lucho.

Claudio Javier Silva Otálora (Noviembre 11 de 2022)

Lo mataron cuando se encontraba en la carrera 53ª con calle 150ª., en un vehículo junto a otra persona, con quien había sostenido una conversación por más de media hora. De repente, llegaron cuatro hombres en cuatro motocicletas, portando fusil, y dispararon contra la víctima, quien falleció de manera inmediata. Fue uno de los socios principales de alias Don Lucho y señalan que ascendió en dicha organización con la ayuda del exlíder del Cartel del Norte del Valle, Wílber Varela, alias “Jabón”.

De Silva se sabe que trabajó en el extinto DAS y luego en el CTI, de donde salió en 1993. También, que era reconocido como comerciante en Corabastos, y que luego fue extraditado en 2011, acusado por una corte de Nueva York, por lavado de activos. En Colombia también enfrentó cargos por enriquecerse con dineros del narcotráfico, según un expediente de la Fiscalía.

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En las investigaciones en su contra, lo vincularon como socio principal de Luis Agustín Caicedo Velandia, alias ‘Don Lucho’ (asesinado en julio de 2021), Julio Alberto Lozano Pirateque y Daniel ‘el Loco’ Barrera, con quienes estableció la organización de drogas más poderosa que haya visto el país después de los carteles de Cali y Medellín. Supuestamente, durante más de 15 años, Silva, Caicedo y sus ‘subalternos’ (entre ellos Daniel El Loco Barrera) habrían negociado estupefacientes que enviaban a Estados Unidos.

¿Y las investigaciones?

Narcotráfico, esmeraldas, traiciones y ajuste de cuentas parecen estar detrás de esta seguidilla de asesinatos, que han tenido como epicentro a Bogotá, desde mayo de 2019, justo meses después de que alias Don Lucho (asesinado el año pasado) regresó al país.

Lo paradójico es que, a la fecha, pese a que en varios de los crímenes alcanzaron a capturar a los sicarios, incautar sus armas y hasta sus vehículos, las autoridades no se han pronunciado, ni han hecho públicos los resultados de las investigaciones, con la contundencia de otros casos (ejemplo, el Tren de Aragua), en especial cuando hay detalles particulares, que podrían enrutar cada investigación, como la nacionalidad de los asesinos a sueldo y sus vínculos, así como las coincidencias entre las víctimas y algunos sicarios.

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En el asesinato del pasado viernes, por ejemplo, solo atinaron a decir que asignarían un grupo especial de investigación. No obstante, son varias las preguntas alrededor, que es hora de que se empiecen a responder: ¿Por qué un sicario detenido en uno de los casos iba en un taxi, que se suponía estaba inmovilizado en los patios? ¿Por que al escolta de otra víctimas le suspendieron el permiso de porte de armas días antes? ¿Realmente quiénes están y qué tan poderosos son los que están detrás de estos asesinatos? La tarea está en manos de las autoridades.