Al menos 18 personas han sido encontradas muertas en las calles de Bogotá. Al parecer, todos esos casos están relacionados con enfrentamientos entre estructuras criminales que se disputan el control territorial para la venta de estupefacientes. Sin embargo, hay otros casos que parecen apuntar a un asesino en serie, reseñó El Tiempo.

Los cuerpos de investigación criminal de la Fiscalía identificaron una modalidad de asesinato específica. Se trata de seis casos (entre enero y junio) y tres (en 2021) en los que las víctimas aparecieron inyectadas con fármacos que son utilizados para tratar la epilepsia, e incluso unos que se usan para practicar eutanasias a animales pequeños, como perros y gatos.

(Lea también: Cuerpos embolsados: conozca los casos que tienen en alerta a Bogotá)

¿Asesino en serie en Bogotá?

Según el diario, además de los patrones similares, los lugares donde se encontraron sus cuerpos tienen correlación. Se trata de las localidades de San Cristóbal, Usme y Ciudad Bolívar, que históricamente han sufrido el flagelo de la violencia que genera el microtráfico.

Ante estos datos, los investigadores tienen dos hipótesis. La primera, que las víctimas pudieron haber sido asesinadas por un ajuste de cuentas por el consumo, la venta o la distribución de drogas; la segunda, que en Bogotá ande suelto un asesino en serie que utiliza las venopulsiones (inyección en las venas) para asesinar.

Lee También

“Se contempla la posibilidad de un asesino en serie, aunque es muy prematuro para asegurarlo, porque las marcas que quedan en los cuerpos, luego de las venopulsiones, nos dan pistas de un perfeccionamiento de la técnica. Es decir, cuando hallamos el primer cadáver la equimosis o ‘morado’ alrededor del pinchazo era de gran tamaño y era evidente el maltrato generado. Sin embargo, conforme fueron apareciendo los cuerpos la técnica era cada vez más limpia, tanto que en último ya no se veía el lugar de la inyección”, dijo al periódico una fuente que conoce la investigación.

Otro de los datos analiza la Fiscalía es que las víctimas son “jóvenes que oscilan entre los 20 y los 38 años, todos eran reconocidos como consumidores habituales de sustancias, con procesos de rehabilitación inconclusos y con dinámicas familiares complejas”.

El potente efecto de las sustancias que se han utilizado y la dificultad que les representan a las autoridades seguir el rastro de este tipo de asesinatos, serían, según el diario, las razones por las que dicha modalidad está tomando fuerza.