El planteamiento, que resulta en apariencia un despropósito porque la unidad de un grupo, en principio, no dependería de un enemigo, sino de su líder, explicaría la verdadera razón por la que el expresidente Álvaro Uribe impuso una histórica distancia con su sucesor.

“El enemigo común” es la “fuente de unidad” del uribismo, también concluye Cuéllar en su columna, y recuerda que la versión pos-2010 del partido que lidera Uribe “se construyó sobre el antisantismo y la defensa de los ocho años de gobierno de […] Uribe”.

Por eso, con Iván Duque, el candidato oficial del uribismo, “ocupando la Casa de Nariño y Santos en uso de buen retiro, esas causas, su ‘raison d’être’ [su razón de ser], pierden relieve. He ahí su disyuntiva actual”, añade Cuéllar.

Las cosas se estarían complicando en el Centro Democrático si, como dice Cuéllar, “no hay que ser Einstein para inferir” que ese partido no comparte la decisión de Duque de “gobernar sin retrovisor”. Para este columnista, “ni el mismísimo Uribe parece estar a gusto con esa estrategia, ya que se refiere a ‘la herencia’ de Santos en cada tuit”.

El artículo continúa abajo

Pero hay otro punto sobre el que Cuéllar soporta su tesis y que obliga a un repaso de la historia: la verdadera razón del distanciamiento entre Uribe y Santos. Para columnista, no fue por la “traición” de Santos a Uribe al nombrar en su primer gabinete a antiuribistas, ni por la negociación de paz con las Farc, ni por el acercamiento con Hugo Chávez.

“En ese análisis, se ha minimizado el cuándo se produjo la ruptura y el quién tiró primero la toalla. No es un dato insignificante, ya que explica las dificultades que afronta hoy el uribismo para mantenerse como una fuerza unificada y en alza”, plantea Cuéllar.

Después de hacer un repaso a los días en que se produjo el rompimiento, Cuéllar concluye: “La fecha […] es relevante porque demuestra que el asunto de la paz no fue central y que el disgusto con Santos no fue porque este entregó el país a la guerrilla, sino por él mismo. Por Juan Manuel Santos y punto. Más aún, devela que el motor detrás del crecimiento del uribismo fue el antisantismo”.