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El 1 de septiembre del año 2000 marcó una de las fechas más sombrías en la historia reciente del conflicto armado colombiano, especialmente para el Eje Cafetero. Ese día, la base militar de Montezuma, ubicada en Pueblo Rico, Risaralda, fue atacada por los frentes 9, 47 y Aurelio Rodríguez de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en una acción coordinada que cobró la vida de diecisiete integrantes de las Fuerzas Militares. Entre las víctimas se contaron soldados del Batallón de Artillería de Campaña No. 8 y la tripulación del avión AC-47T Fantasma de la Fuerza Aérea Colombiana, según información suministrada por el Ejército Nacional.
El contexto del ataque arroja luces sobre su gravedad y repercusión. Durante las décadas de los noventa y comienzos de los 2000, el conflicto armado vivió sus momentos más intensos, con escenarios rurales convertidos en campos de batalla entre guerrillas, fuerzas oficiales y actores paramilitares. El Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (CERAC) ha documentado cómo el Eje Cafetero, debido a su posición estratégica para cultivos ilícitos y rutas del narcotráfico, se volvió un territorio clave y, por ende, altamente vulnerable a la violencia. Dentro de esta dinámica, la base de Montezuma fungía como una pieza esencial para frenar el avance de los grupos ilegales en la región.
El saldo humano de ese ataque, compuesto por diez soldados del Ejército y siete aviadores, expuso el precio que implica proteger el Estado colombiano y sus zonas más golpeadas por la violencia. Informes de la Agencia Colombiana para la Reintegración señalan que incidentes de este calibre desataron profundas reflexiones en las Fuerzas Armadas, llevándolas a fortalecer su operatividad y a priorizar la modernización de sus estrategias de defensa, con miras a proteger tanto a sus efectivos como a la población local.
Veinticinco años después, la conmemoración en Pereira con una eucaristía en la Catedral Nuestra Señora de la Pobreza y ofrendas florales en la Plaza de Bolívar evidencia la intención del Ejército Nacional de mantener viva la memoria de sus caídos. Para la historiadora Ana Lucía Figueroa, estos homenajes logran no solo exaltar valores como el coraje y el deber, sino también sensibilizar a la sociedad civil frente al verdadero costo humano del conflicto armado y la urgencia de construir una memoria histórica que aporte a la reconciliación nacional.




El legado de Montezuma, de acuerdo con analistas del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ), trasciende la esfera militar, pues plantea el reto de formar soldados conscientes de la responsabilidad que implica defender la paz en regiones históricamente afectadas. Este enfoque integral apunta no solo a la capacidad de respuesta militar, sino también a la prevención de la violencia y la restauración de la confianza ciudadana en las instituciones. Así, la memoria de quienes perecieron en Montezuma se convierte en faro para las generaciones actuales, recordando tanto la compleja realidad del conflicto como la esperanza persistente de una paz duradera.
¿Por qué era estratégica la ubicación de la base militar de Montezuma?
La relevancia de la base de Montezuma se entiende mejor al considerar su posición dentro del Eje Cafetero, una de las regiones más conflictivas en los años más crudos del conflicto armado. Según el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (CERAC), allí confluían intereses de grupos ilegales por los cultivos ilícitos y las rutas del narcotráfico, por lo que el control militar resultaba indispensable para la seguridad de la zona. La presencia estatal representaba un obstáculo para las operaciones de las FARC y otros actores, que buscaban dominar el territorio tanto por razones económicas como estratégicas.
Esta circunstancia explica por qué la base se convirtió en objetivo de ataques recurrentes y de alto impacto. El asalto de 2000 ejemplifica el nivel de hostilidad en la región y la necesidad de una respuesta estatal consistente. Lo ocurrido en Montezuma reveló el enorme desafío logístico y humano que enfrentaban las Fuerzas Militares al intentar controlar áreas remotas y con alto nivel de hostilidad.
¿Qué es el avión AC-47T Fantasma y por qué participó en el operativo?
El AC-47T Fantasma es un avión militar adaptado para soporte aéreo cercano, utilizado por la Fuerza Aérea Colombiana en operaciones de apoyo a tropas en tierra. Este tipo de aeronave tiene la capacidad de brindar fuego sostenido y preciso, lo cual es fundamental para contrarrestar ataques guerrilleros en contextos rurales donde las condiciones de combate suelen ser desventajosas para las fuerzas estatales.
En el ataque a Montezuma, el avión AC-47T Fantasma jugaba un papel crucial apoyando a las tropas terrestres que resistían la ofensiva de las FARC. Pese a su relevancia táctica, la tripulación fue abatida durante la operación, evidenciando tanto la peligrosidad de la misión como la magnitud del asalto ejecutado por los grupos armados presentes en la región.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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