El 3 de marzo de 1992, víspera del Carnaval de Barranquilla, una de las fiestas más importantes en Colombia, Ómar Enrique Hernández López, un reciclador de 24 años, llegó a un CAI pidiendo ayuda, herido de bala y con un brazo fracturado, diciendo que en la UniLibre lo querían asesinar. Los policías que atendieron la denuncia no le creyeron de entrada. Pensaban que estaba drogado.

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Ese suceso destapó uno de los capítulos más perversos que la ciudad de Barranquilla hubiese podido vivir. Masacraron a 11 habitantes de calle.

No se sabe qué estructura criminal estaba detrás de esos asesinatos. Lo que sí sabe es que los guardas de seguridad hacían entrar a los recicladores y luego los mataban para que, supuestamente sus cuerpos sirvieran de material de estudio para los estudiantes de la Facultad de Salud de la UniLibre.

Ómar Enrique Hernández López se salvó de la muerte. Estaba en las inmediaciones de la Universidad, en la sede de la carrera 46 con calle 48 y allí lo abordó un guarda de seguridad y lo invitó a entrar a un edificio de la institución a recoger cartones y otros elementos de reciclaje.

Cuando entró al lugar donde debía recoger los cartones, lo golpearon en la cabeza con una especie de bate o garrote. Después le dispararon y lo llevaron al anfiteatro de la institución.

“Lo desnudaron, lo pusieron en una mesa y allí vio cuando llegaron con otro herido. Luego lo metieron en una cubeta de formol, de donde se salió para salvarse”, escribieron los corresponsales de El Tiempo que cubrieron los hechos. 

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Ómar se salvó y no se sabe cómo ni por qué. Gracias a eso, se supo todo lo que pasaba al interior de la universidad. El hombre se hizo el muerto y espero que todo esto el recinto estuviera solo para escapar de esa escena de terror que estaba viviendo. 

Con su relato se inició una investigación judicial y forense para determinar qué era lo que había ocurrido. Una de las primeras personas en pronunciarse fue el director de ese entonces de la oficina de Medicina Legal, Pedro Carreño, quien aseguró a El País de España que la presencia de esos cadáveres dentro de la universidad era extraña.

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Todavía la sociedad colombiana y barranquillera le debe una seria investigación a las víctimas de este infame acto que sucedió al interior de una institución de educación colombiana.

Ernesto McCausland hizo un reportaje que responsabiliza a los guardas de seguridad. Nada más lejos de la verdad, una verdad que no ha salido a la luz. Hoy después de 30 años no sabemos quienes fueron los responsables de esa masacre. 

La criminología forense dice claramente que las ‘víctimas perfectas’ son los más vulnerables, aquellos a los que a nadie le importan y que nadie reclama. ‘Los nadie’, es la denominación hecha por la sociología recientemente.