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Este artículo fue curado por pulzo   Sep 17, 2025 - 9:51 am
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El presidente estadounidense Donald Trump llegó a Londres para una visita de Estado de dos días cargada de pompa y protocolo, pero marcada también por protestas, la sombra del caso del delincuente sexual Epstein y sensibles negociaciones económicas con el gobierno del primer ministro  Keir Starmer. Con información de nuestro corresponsal en Londres, Daniel Postico

El presidente estadounidense Donald Trump inició este miércoles 17 de septiembre una visita de Estado de dos días al Reino Unido. Una recepción en grande, marcada tanto por fastuosos actos oficiales como por la tensión que generan varios expedientes políticos y económicos.

Paseo en carroza, guardia de honor multitudinaria, desfile aéreo inédito… Trump es recibido con todo el boato que puede desplegar la monarquía británica. Él y su esposa Melania fueron recibidos, a su llegada en helicóptero, por el príncipe heredero William y su esposa Catherine, y luego por el rey Carlos III y la reina Camila, bajo un cielo gris. Antes del banquete de Estado ofrecido por la pareja real, Trump pasó la jornada en Windsor junto al monarca.

Nuestro corresponsal en Londres, Daniel Póstico, señala que “Trump ha sido recibido fríamente por los británicos y con protestas. No hay ningún evento público previsto con el presidente durante esta visita. Todas las ceremonias, como el desfile en carroza, se están realizando a puerta cerrada dentro del castillo por razones de seguridad. Para esta tarde hay previstas manifestaciones en Londres, incluida una protesta masiva, y cuatro personas han sido detenidas por la proyección de imágenes de Trump y Epstein en los muros del castillo de Windsor”.

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Trump se convierte así en el primer presidente en la historia en ser recibido para una segunda visita de Estado en el Reino Unido. Un reconocimiento que él saborea especialmente, dado su declarado aprecio por la monarquía y el ceremonial británico.

Equilibrio diplomático

Si Londres despliega el máximo protocolo, es también porque el primer ministro Keir Starmer se enfrenta a un delicado ejercicio de equilibrio. Este jueves 18 de septiembre recibirá a Donald Trump en su residencia de Chequers, en un encuentro crucial para preservar la relación con Washington, en un contexto donde el presidente estadounidense ha cuestionado incluso las alianzas más sólidas de su país.

Con su popularidad en caída en los sondeos, Starmer busca capitalizar esta visita: pretende lograr excepciones a los aranceles que afectan al whisky británico (10 %) y al acero (25 %). Sin embargo, en Londres el optimismo sobre este punto se ha ido diluyendo.

En paralelo, el gobierno laborista, debilitado por la crisis económica y política, apuesta a una avalancha de anuncios de inversión tecnológica. Entre ellos, destacan los 30.000 millones de dólares (25.000 millones de euros) que Microsoft inyectará en el Reino Unido, otros 5.000 millones de libras (5.800 millones de euros) de Google y un acuerdo con OpenAI y Nvidia para desarrollar infraestructuras de IA en el noreste de Inglaterra. La farmacéutica británica GSK, por su parte, anunció que invertirá 30.000 millones de dólares en Estados Unidos.

Además, Londres y Washington prevén firmar un acuerdo para reforzar la cooperación en IA, tecnologías cuánticas y energía nuclear.

Temas sensibles

La visita, no obstante, podría verse opacada por varios asuntos espinosos: la guerra en Gaza, la regulación de plataformas digitales que Londres quiere imponer —y que Washington interpreta como un ataque a la libertad de expresión—, y sobre todo, el caso Epstein.

Este último ha vuelto a resurgir en el Reino Unido tras la renuncia del embajador británico en Washington, destituido por sus vínculos con el delincuente sexual estadounidense. Las inevitables preguntas de la prensa británica sobre este tema amenazan con irritar profundamente a Trump, algo que Downing Street quiere evitar a toda costa.

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