Aunque parezca increíble, en pleno 2022 conseguir comida en Shanghái, la ciudad más rica de China, se ha convertido en toda una odisea ante el estricto confinamiento decretado por las autoridades locales con el fin de atajar el peor rebrote de la COVID-19 registrado hasta ahora en la metrópoli.

Con más de 25.000 nuevos casos diarios —la mayoría de ellos, asintomáticos— causados por la contagiosa variante ómicron, las autoridades implementaron la estrategia nacional de tolerancia cero contra el virus, que ha dado resultados ante otras variantes vía confinamientos, test masivos y cierre prácticamente total de las fronteras.

A pesar de que en anteriores confinamientos se les permitía a los ciudadanos salir de casa para abastecerse, actualmente la situación es diferente. Por estos días en Shanghái es prácticamente imposible incluso efectuar pedidos individuales a domicilio a través de internet, en parte porque buena parte de los tenderos y repartidores también se encuentran confinados.

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De hecho, los cerca de 11.000 (según datos oficiales) que todavía trabajan en esos servicios, tienen que dormir en furgonetas o tiendas porque, si vuelven a sus casas, no podrían volver a salir.

Esto ha dejado a la mayoría de los residentes de la ciudad, que cuenta con unos 25 millones de habitantes, con una única salida para poder conseguir comida: las compras conjuntas.

Los habitantes de las urbanizaciones en las que se divide la ciudad han comenzado a organizarse en grupos de la popular red social WeChat —el equivalente chino de la aplicación WhatsApp, censurada en China— en los que se ofertan alimentos a domicilio, pero únicamente en grandes lotes.

Los que deseen comprar deben estar atentos a los grupos, puesto que es fácil quedarse por fuera de los pedidos. No obstante, quienes más problemas tienen son los residentes extranjeros que no dominan el idioma local, aunque cuando el hambre llama a la puerta se aprende rápido.

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Pero no es tan fácil como parece, pues las entregas pueden demorarse durante días por la escasez de repartidores, tanto que en ocasiones los pedidos acaban siendo cancelados porque el distribuidor se queda sin inventario.

Esto también representa un enorme problema para las personas de la tercera edad, ya que en algunos casos no saben utilizar la tecnología y deben ser ayudados por los vecinos y voluntarios que se ponen en contacto con ellos.

Las autoridades han entregado bolsas con víveres como verduras, huevos, carne, arroz, fideos o aceite, aunque las porciones varían tanto en composición como en cantidad. No obstante, hay denuncias sobre carne en mal estado, sumadas a las hechas contra un centenar de establecimientos que, al parecer, inflaron sus precios aprovechando la necesidad de los compradores.

Ante la crisis, el ejecutivo municipal ya ha decidido levantar la cuarentena para “el mayor número posible” de almacenes y mercados mayoristas con el objetivo de garantizar el suministro, pero algunos supermercados todavía denuncian importantes dificultades para reponer sus productos.

Acá, unas de las imágenes que se han dado en dicha ciudad: