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El papa León XIV reautorizó la celebración en el Vaticano de la misa “tradicionalista” en latín y con el sacerdote de espaldas, en un gesto por apaciguar las divergencias en la Iglesia católica tras la restricción impuesta por Francisco. Por primera vez desde 2021, la ceremonia denominada “tridentina” volverá el sábado por la tarde a la basílica de San Pedro de manos del cardenal ultraconservador estadounidense Raymond Burke.
Los tradicionalistas aprecian esta antigua y críptica forma de misa que prevalecía antes de su modernización a finales de la década de 1960: celebrada en latín por un sacerdote que no oficia en dirección a los fieles, se caracteriza también por el uso del incienso y el canto gregoriano.
Pero a finales de 2021, Francisco la restringió bajo condiciones estrictas, preocupado por verla instrumentalizada para rechazar el legado del Concilio Vaticano II (1962-1965) que reformó y modernizó a la Iglesia.
A pesar de los titubeos en su aplicación, ese decreto papal, bautizado como “Traditionis Custodes”, provocó la ira de una parte de los católicos apegados a esta liturgia, que denunciaron una marginación injustificada.
En este contexto, la luz verde de León XIV es “una señal muy fuerte dirigida al sector conservador”, explicó a la AFP François Mabille, director del Observatorio Geopolítico de la Religión.
El regreso de la misa tridentina al Vaticano constituye “un gesto de apaciguamiento, es decir, que todo el mundo forma parte de la Iglesia: todas las categorías deben ser aceptadas y acogidas”, señaló Martin Dumont, historiador y secretario general del Instituto de Investigación para el Estudio de las Religiones.
Sinónimo de su estrategia de unificación, el mensaje del papa parece claro: la misa tradicionalista tiene su lugar siempre que no ponga en tela de juicio el legado del Concilio Vaticano II. Pero la frontera entre liturgia y política suele ser difusa.
En una entrevista publicada en septiembre, el sumo pontífice reconoció que el tema era “muy complicado” y que, “lamentablemente, formaba parte de un proceso de polarización”.
“Algunos han utilizado la liturgia como pretexto para promover otros temas. Se ha convertido en una herramienta política, y eso es muy lamentable”, dijo.
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