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Este artículo fue curado por pulzo   Nov 25, 2025 - 6:26 pm
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La carretera de Mantilla está en movimiento: unos vecinos tratan de cargar una nevera verde en un triciclo eléctrico de fabricación china. Al frente hay un carrito improvisado donde venden plátanos, ajos y piñas. Muy cerca un viejo auto 4×4 se detiene para cargar la parte trasera de pasajeros.

Frente a esta postal urbana de las afueras de La Habana vive Leonardo Padura, uno de los escritores cubanos más conocidos del mundo. Traducido a más de 20 idiomas, Orden de las Artes y las Letras de Francia (2013) y Premio Princesa de Asturias de las Letras (2015).

En el momento de recibir a France 24, Padura acaba de llegar de viaje de España, siente ‘jetlag’ y solo va a estar unos días en casa antes de volver a salir a Centroamérica para continuar con su gira promocional. Pero ni el cansancio ni la escasez de tiempo le impiden encontrar un hueco en la agenda para abrir las puertas de la casa familiar en la que nació y sigue viviendo.

Mantilla, la casa de toda una vida

Ese espacio también ha sido testimonio de la escritura de una decena de novelas, de quien se convirtió formalmente, hace más de 30 años, en el primer escritor independiente de Cuba.

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Su espacio de trabajo, como no podía ser de otra manera, es el de un escritor: estanterías llenas de libros, reconocimientos literarios, regalos de viajes y fotografías.

Un entorno en el que se pueden vislumbrar dos estados: el del momento de escribir y el de hacer promoción, porque Leonardo Padura está acostumbrado a la prensa: sabe regalarle al camarógrafo lo que la televisión espera y tiene claras las ideas que el periodista espera.

Bajando las escaleras del estudio, el escritor presume de la historia de la casa y del entorno de vegetación, con vetustos árboles, plataneras a punto de ofrecer el fruto e hibiscos donde llegan los colibríes. Son sus raíces, las que le sostienen en Cuba, de donde nunca se ha querido ir.

Entre el cansancio, se vislumbra un cierto pesar cuando habla de su último libro, ‘Morir en la arena’ (2025, Tusquets Editores). De hecho, lo ha repetido durante la gira: es su novela más triste.

Pero, en medio de ese decaimiento, hay un momento en el que la expresividad cambia y la sonrisa se vuelve profunda mientras los ojos se entrecierran: es cuando aparece su perro Farouk y uno comprende nuevos significados de ‘El hombre que amaba a los perros’ (2009, Tusquets Editores), una de sus novelas más célebres, cuyo argumento central es la muerte de León Trotsky a manos de Ramón Mercader.

El retrato de la generación más triste

En su última novela ‘Morir en la arena’, Padura vuelve a los hechos reales, como anuncia desde el inicio.

Es la historia de un parricidio cometido hace más de 30 años por Geni, quien va a salir de la cárcel y este regreso sacude la vida de su hermano, Rodolfo, y Nora, su exmujer.

Por lo que el parricidio ha sido la fuerza dramática para trazar una línea temporal desde el momento en el que Geni ingresa en prisión en 1992 y sale en 2025.

“Yo quería hablar del destino de una generación, ese momento al que llegan, como dice uno de los personajes, al momento del dolce far niente (lo dulce de no hacer nada), pero entonces ven que tienen que practicar diversas estrategias de supervivencia para poder seguir andando”, explica el escritor.

Padura escribe una crónica sobre los padecimientos de su tiempo, de aquellos que se educaron y se comprometieron con lo que se esperaba de ellos y han terminado viviendo en carne propia la crisis económica que atraviesa a Cuba, exacerbada desde la pandemia. Son los que, como alude el título, mueren -o morirán- en la arena.

Una crisis de más de 30 años

Padura hace un trabajo de arqueología en el tiempo: desde que los personajes principales iban a la escuela primaria, cuando participaron en la intervención de Cuba en Angola, se formaron en países del campo socialista y también los sufrimientos de su caída y el fin de la Unión Soviética.

Examina los efectos del ‘Periodo especial para tiempos de paz’, en el que entró Cuba en los años 90, también de la mejora económica en los 2000, tras la llegada de Hugo Chávez al poder de Venezuela e incluso las esperanzas de la normalización de relaciones con Estados Unidos en 2014.

Pero el presente no deja de estar marcado por el complejo desenlace causado por la llegada de Donald Trump al poder, la pandemia y la actual crisis económica: “La gente en Cuba, que trata de encontrar una manera para explicarse las cosas de la forma menos trágica, se dice: ‘No te quejes de cómo estás esta semana porque la semana que viene vas a estar peor’”.

Más allá de la voz de su generación, también se incluyen otros testimonios generacionales, con personajes que vuelven a casa tras haber migrado a España, como Aitana, la hija de Rodolfo, o incluso jóvenes que han llegado a la orilla, como Humbertico, un empresario de éxito, que es también un líder espiritual yoruba codiciado entre el sector diplomático.

 “Son generaciones en las que no hay un enfrentamiento, pero sí una distinción: los padres del personaje de Nora, creyeron, participaron y militaron en la revolución; y luego ya hay una distinción con Nora, y aún más con su hija. Entre generación y generación ha habido un alejamiento de esa mística y credulidad”, dice. 

Miedo y esperanza en la literatura de Leonardo Padura

Los libros de Padura generan apasionantes debates sobre los subtextos como alegorías del parricidio y la necesidad de uno social y moral; el muro que separa la casa de la infancia de los protagonistas y el muro que supone ser una isla, o incluso la representación de la historia de Abel y Caín, entre los dos hermanos protagonistas.

“Los libros están totalmente escritos cuando el lector le pone su sensibilidad, su pensamiento y sus conclusiones a lo que escritor ha propuesto en la novela”.

Un diálogo externo, para una novela en la que, como ocurre de forma recurrente en su obra, también hay espacio para la disección de temas que le preocupan, como la constante del miedo. “He tenido miedo a que lo que escriba tengo consecuencias, y de hecho, ha tenido, porque en Cuba soy alguien que prácticamente no existe. Pero a estas alturas mi miedo se reduce al que para mí es el más terrible: a perder la memoria”, comparte a este reportero. 

Obsesiones para los escritores, cuya materia prima se encuentra en la mente. Un lugar en la que si buscan, también encuentran motivos para la esperanza: es la redención de los protagonistas desde el amor.

Una luz que brilla, en ese túnel cotidiano que parece no tener fondo, y que, por un momento, permite alzar los ojos, incluso, en la novela más triste de Leonardo Padura.

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