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En Corea del Sur se espera que se conozca la suerte de un youtuber estadounidense que se enfrenta a hasta diez años de cárcel. Johnny Somali, de 24 años, es un videoartista estadounidense conocido por sus videos en directo en los que provoca a los transeúntes y altera el orden público, también en Corea del Sur, donde lleva varias semanas filmándose. Estas payasadas filmadas podrían costarle muy caras.
Por Célio Fioretti, corresponsal de RFI en Seúl
Ramsey Khalid Ismael, más conocido como Johnny Somali, tiene prohibido salir de Corea mientras los tribunales deciden su destino. Llegado a Corea del Sur hace casi un mes, el videoartista estadounidense se graba regularmente en directo en YouTube, gritando en las tiendas, insultando a los transeúntes y otros actos provocativos para atraer la atención de los internautas.
Un episodio impresionó especialmente a los coreanos, y el asunto llegó incluso a la Asamblea Nacional. Johnny Somali se grabó besando una estatua conmemorativa de las víctimas de la esclavitud sexual durante la Segunda Guerra Mundial.
Para las autoridades coreanas, esto fue la gota que colmó el vaso, y la policía procedió rápidamente a acusarle de varios cargos, entre ellos alteración del orden público y posesión de estupefacientes.
En las redes sociales coreanas, su caso desató una auténtica pasión.
Algunos coreanos incluso intentaron tomarse la justicia por su mano. Se organizó una auténtica cacería para encontrar al youtuber estadounidense, que desembocó en una reyerta en plena calle de Seúl.
La policía detuvo a los coreanos que habían acudido a pelearse, pero también puso a Johnny Somali bajo protección mientras los tribunales hacían su trabajo. Mientras tanto, el youtuber ha publicado un video de disculpa en el que explica que sólo es un joven que comete errores. Pero a los coreanos les cuesta creerle.
Al fin y al cabo, no es la primera vez que el videoartista entra en conflicto con las autoridades.
Hace varios meses, Johnny Somali estuvo en Japón, donde ya había causado problemas similares. Al cabo de varias semanas, las autoridades niponas acabaron deteniéndolo y prohibiéndole la entrada en Japón. Conociendo estos hechos, la justicia coreana podría ser severa con el realizador del video. Se enfrenta a penas de hasta diez años de cárcel por alteración del orden público, obstrucción a la actividad profesional y posesión de estupefacientes.
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