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El pasado viernes 12 de diciembre, un grave incidente aéreo estuvo a punto de transformarse en tragedia cuando un avión comercial de la aerolínea JetBlue estuvo a punto de colisionar con un avión cisterna perteneciente a la Fuerza Aérea de los Estados Unidos. Según reportaron diversos medios locales el domingo 14 de diciembre, el piloto del vuelo 1112 de JetBlue, que se dirigía hacia el aeropuerto John F. Kennedy (JFK) en Nueva York, atribuyó la responsabilidad al avión militar por invadir la trayectoria de su nave mientras ambos volaban a la misma altitud.
En una grabación, cuya difusión se produjo tras filtraciones realizadas a los medios, el piloto relató la tensión vivida cuando observó que el avión cisterna cruzó directamente frente a ellos, a una distancia aproximada de entre dos y cinco millas, es decir, de tres a ocho kilómetros. “Tuvimos que detener nuestro ascenso”, afirmó el piloto, describiendo la cercanía en la que ambos aparatos estuvieron a punto de encontrarse de manera peligrosa mientras volaban por el espacio aéreo del Caribe, una zona actualmente marcada por un incremento en el despliegue militar.
Según explicó Derek Dombrowski, portavoz de JetBlue, la empresa notificó de inmediato a las autoridades federales estadounidenses sobre lo sucedido, evidenciando la gravedad que puede suponer una eventual colisión en pleno vuelo entre un avión comercial y una aeronave militar encargada de labores de reabastecimiento. El episodio cobra relevancia en el contexto del cuerpo de operaciones llevado adelante por el Pentágono desde el verano pasado: Estados Unidos mantiene una importante presencia militar en el Caribe, con la finalidad de interceptar y destruir embarcaciones que, de acuerdo con el Gobierno estadounidense, transportan drogas y están ligadas a redes en las que se involucran tanto el Gobierno como el Ejército venezolano.
Este contexto ha elevado el riesgo en los cielos de la región, tal como lo reconoce la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés), agencia nacional estadounidense responsable de la regulación de la aviación civil. La FAA alertó recientemente a todas las aeronaves estadounidenses a extremar sus precauciones al sobrevolar o aproximarse al espacio aéreo venezolano, debido al deterioro de la seguridad y el incremento de movimientos de aviones militares cerca de Venezuela. Esta advertencia pone en evidencia el ambiente tenso que envuelve actualmente las operaciones aéreas en la zona y la urgencia de mantener estrictas medidas de seguridad.
Incidentes como el ocurrido con el vuelo 1112 revelan los riesgos asociados a la convivencia de vuelos comerciales y militares en áreas de alta actividad y con tensiones internacionales crecientes. El llamado a extremar precauciones, sumado a la notificación de autoridades tras el incidente, pone en relieve la importancia del control aéreo y de procedimientos rigurosos para garantizar la seguridad de pasajeros y tripulaciones.
¿Por qué resulta tan riesgosa la operación conjunta de aviones militares y comerciales en espacios aéreos congestionados?
La pregunta adquiere gran importancia en la coyuntura actual, en la que zonas como el Caribe experimentan un fuerte aumento del tráfico aéreo militar en respuesta a situaciones políticas y de seguridad. Cuando vuelos con misiones diferentes, como los militares y los comerciales, comparten rutas y altitudes en espacios reducidos, cualquier error de cálculo o falta de coordinación puede derivar en incidentes potencialmente fatales. Por esa razón, la recomendación de organismos como la Administración Federal de Aviación cobra una relevancia mayor para todos los operadores presentes en estos sectores del espacio aéreo mundial.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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