El proyecto lo lleva a cabo la farmacéutica local Anges en colaboración con universidades y hospitales de esa ciudad japonesa, como resultado de una iniciativa conjunta que pusieron en marcha en abril para desarrollar posibles fármacos y vacunas contra el COVID-19.

La vacuna se inoculará inicialmente a una treintena de trabajadores sanitarios del Hospital Universitario de Osaka a partir del próximo 30 de junio, pruebas que se extenderán a centenares de personas hacia octubre, explicó Yoshimura en su conferencia de prensa, recogida por la cadena estatal NHK.

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Si se confirma la efectividad y seguridad del fármaco, el consorcio dice ser capaz de producir unas 200.000 vacunas antes de finales de año, y a continuación tendría que obtener la autorización de las autoridades niponas para poder distribuirlo a nivel nacional a lo largo de 2021.

“Es muy importante que podamos contar con tratamientos y vacunas contra el coronavirus. Me gustaría que desde Osaka pudiéramos liderar este primer paso para pasar de la defensiva a la ofensiva contra el virus”, dijo Yoshimura.

Japón, sin embargo, está quedado frente a las otras potencias mundiales que buscan acabar la pandemia generada por el COVID-19 con una vacuna. Por ejemplo, un laboratorio chino anunció ayer (martes) que la Fase I/II de pruebas en humanos arrojó resultados muy positivos o como la vacuna estadounidense a cargo de la farmaceútica Moderna, que entra en la última fase de ensayos y probará su vacuna en 30.000 voluntarios.