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El 29 de octubre, el sur de España experimentó inundaciones devastadoras. El número de muertos es de al menos 230, la gran mayoría en la región de Valencia. Una cifra que aún es provisional, pues según la prensa local, cuatro personas siguen desaparecidas. El torrente de agua también causó graves daños materiales. Mientras intenta recuperarse del caos, la población oscila entre el desorden y el resentimiento. A partir de esta noche están previstas concentraciones y manifestaciones en muchos municipios.
Con la enviada especial de RFI en Valencia, Pauline Gleize
Las cicatrices del diluvio todavía son evidentes, en algunos lugares más que en otros. En las calles, se ha limpiado la mayor parte del lodo. Pero en Massanassa, un municipio de la conurbación valenciana, las paredes están cubiertas con una costra de tierra seca y algunos edificios están destripados. Esta tierra satura el aire de las calles más transitadas cuando los vehículos pasan por carreteras sucias y deterioradas, levantando nubes de polvo.
Los cadáveres de autos que cubrían las calles han sido movidos para despejar el camino. Muchos siguen hacinados en cementerios improvisados en las afueras de la ciudad. Las operaciones de limpieza están en curso, pero su naturaleza ha cambiado. En los días posteriores al diluvio, el objeto clave visible en todas las manos era la escoba. Ahora, se parece más a la limpiadora de alta presión.
También están muy presentes los volquetes y otros vehículos para limpiar las alcantarillas, a veces procedentes de otras regiones, e incluso de otros países, como Marruecos, que ha prestado ayuda. “Queda muchísimo trabajo por hacer. Hay centenares de garajes y de sótanos anegados, edificios dañados, empresas cerradas, vías cortadas, pueblos enteros que aún no han recuperado la normalidad”, reconoció el presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, a los diputados el miércoles 27 de noviembre.
La comida, una misión diaria
La situación difiere según el distrito y el municipio. Sin embargo, en ningún lugar la vida ha vuelto a la normalidad. Incluso en La Torre, que está más avanzada en limpieza. Las tiendas solo están reabriendo sus puertas a cuentagotas. En la explanada, no más distribución de medicamentos. Una farmacia está en funcionamiento, pero solo recientemente.
Ir de compras también es un verdadero reto. Una de las cortinas de hierro, doblada por la inundación, sigue bajada, pero la tienda de Sundas es una de las pocas que ha vuelto a la actividad. “Más estanterías, neveras, todo me falta aún… No tenemos para comprar, solo compramos frutas para aguantar. Y ahí enfrente dan cosas para la gente”, cuenta.
“Enfrente”, en la plaza de la iglesia, la ayuda a los damnificados está centralizada desde la inundación. Marcè, un voluntario, descarga cajas de platos calientes. “Mucha gente todavía no tiene trabajo, los comercios están destrozados. Hay muchas fincas que siguen sin luz, los ascensores no funcionan. Hay mucha gente mayor que no puede bajar, por lo que se reparte a las casas”, dice.
En la cola que se forma frente a la carpa, Santiago acude a buscar comida para su familia y a comer un bocadillo antes de ir a clase. “En casa tenemos comida, pero faltan ingredientes. El supermercado al que íbamos está cerrado. He ido varias veces a otro, y no hay nada, ni leche, ni huevos…”, lamenta.
José Vicente, con la bolsa de la compra en la punta de los brazos, preferió ir al supermercado del otro lado del puente, aunque eso significara tener paciencia. Por falta de coches, el transporte público que circula está saturado: “Ocho autobuses que han pasado estaban completos, tuve que esperar al noveno”, dice.
El Fondo Monetario Internacional espera un impacto limitado en el PIB español. El daño podría costarle al país hasta 0,2 puntos de crecimiento en el cuarto trimestre, según el gobernador del Banco de España, José Luis Escrivá.
El jueves, el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, enumeró los daños causados por estas inundaciones con base en datos de seguros: 69.000 viviendas, 125.000 vehículos y 12.500 negocios se vieron afectados. En total, el gobierno ha prometido 16.600 millones de euros en ayuda y préstamos, y miles de soldados, bomberos y policías están siendo desplegados para operaciones de limpieza y reconstrucción, sin silenciar por completo las críticas a los políticos desde la tragedia.
Pero a nivel local, es todo un tejido económico que aún no está listo para volver a la normalidad. No todas las escuelas han podido reabrir. Se han encontrado locales alternativos para algunos estudiantes, y otros tienen educación a distancia. No siempre es fácil con una red de Internet todavía caprichosa.
Los habitantes, entre pesadillas y rabia
Incluso si la situación está mejorando, las víctimas son afectadas. Muchas dicen que tienen pesadillas. Pascual Marín, que está ordenando la casa de su padre, está cansado: “Parece la película El día de la marmota: todos los días te levantas y siempre es lo mismo y limpias la fachada con una manguera y mire cómo es… Parece que nunca va a terminar”, comenta.
El apartamento de Sandra Giner, situado en un terreno elevado, se salvó, pero lleva un mes ocupada limpiando la casa de su padre en el barrio de La Torre. Es el hogar de su infancia. “Psicológicamente estamos fatal. Físicamente también estamos fatal. Las casas, los coches, estamos tocados económicamente por todos los lados”, cuenta.
La incomprensión se mezcla con la ira: “Oí cierto tipo de noticias, y ¡ver que les das igual! Les da igual lo que está pasando aquí. Culpo a uno, culpo a otro, me subo el sueldo, hago no sé qué… No entendemos mucho. Por más que vengan, te sientes abandonado igual. Es un poco triste. Es un añadido”, estima. “Tendrían que haber reaccionado en ese momento, pero bueno, entiendes que es el momento más difícil, ¿pero ahora? ¿Todavía no? No es cuestión de tiempo es cuestión de ganas”, afirma.
Casi cuatro semanas después de la caótica visita de la pareja real, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente regional, Carlos Mazón, el enfado es muy real, alimentado por un sentimiento de abandono. A un mes de la DANA (nombre local del fenómeno climático de la gota fría) están previstas concentraciones en todos los municipios. Las alarmas deberían sonar en los teléfonos a las 20:11 horas, hora en la que se dio la alerta cuando algunos municipios ya estaban inundados. Se espera que a continuación se guarde un minuto de silencio.
Un olor a corrupción
Para este sábado, un centenar de asociaciones y sindicatos regionales han lanzado un llamado a las manifestaciones contra las autoridades regionales. A principios de mes, unas 130.000 personas ya habían marchado. Mañana volverán a exigir la renuncia de Carlos Mazón, presidente de la región, y denunciarán la gestión de la crisis por parte de las autoridades. En la lista de agravios: la alerta dada demasiado tarde, la llegada tardía de los refuerzos del ejército, las disputas políticas sobre las responsabilidades de cada parte…
“No solo estamos igual, sino que estamos peor. El día 9 de noviembre convocamos en denuncia de la negligencia del presidente valenciano Carlos Mazón, en que no nos avisó de las inundaciones que venían, que después no supo coordinar las personas voluntarias, que no supo coordinar el reparto de alimentación y de productos de higiene que eran necesarios y que estaba claro, teníamos claro que no iba a saber organizar la reconstrucción. Y ahora, a todos esos motivos, tenemos que añadir que ha empezado a repartir dinero de la reconstrucción, más de 60 millones, a empresas que ya están acusadas de corrupción”, afirma Beatriu Cardona, coportavoz de las entidades que organizan estos eventos.. Casos que resurgieron en la prensa española. Esto se suma a la molestia general.
Por su parte, Ana Mar Bueno Cardona, quien también lidera las protestas, agrega: “No solo está este tema, también está el tema de la militarización del gobierno [regional] ya que ha nombrado a un general como vicepresidente. Retirado, por supuesto, pero no deja de ser una militarización bajo el pretexto de hacer un gobierno técnico, en el que la política no interfiera. La primera medida que se tomó fue quitarle el tope salarial para que pudiera recibir lo que recibía antes, pero esta vez a costa de los valencianos”. El general Francisco José Gan Pampols, que vuelve a ocupar el cargo de vicepresidente de la provincia encargado de la reconstrucción tras la DANA, ha admitido que pedirá recuperar su sueldo de alto oficial en activo, es decir, 91.657 euros, gracias a una disposición de la Región publicada en el Boletín Oficial. Una medida que, de nuevo, no va a apaciguar el resentimiento.
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