Las medidas que Francia comenzó a adoptar por el fin de la mayoría de restricciones contra el coronavirus, en un contexto de cautela por un “repunte” de contagios, contrasta con las decisiones de China, que decretó el confinamiento en grandes ciudades y cierre de fábricas por brote de COVID-19.

“A partir de hoy, ya no está obligado a llevar una mascarilla ni a mostrar su pase. ¡Todos lo estábamos esperando!”, tuiteó el ministro de Salud de Francia, Olivier Véran, que llamó a la “vigilancia” ante personas vulnerables. El uso del tapabocas se mantiene únicamente en transportes públicos y en centros de salud. En estos últimos, también deberá presentarse el pasaporte sanitario.

“Me alegra que por fin podamos retirarnos la mascarilla, aunque ya hacía tiempo que no respetábamos las reglas en la oficina“, desde la vacunación, explica Nathan Lefeuvre, de 24 años, responsable de comunicación.

Para Jordan Taurian, director de una escuela de ‘marketing’ de 30 años, “los alumnos estarán contentos”, pero hay un “poco de inquietud” entre los profesores cuando hay muchos estudiantes en clase.

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A un mes de la elección presidencial, el gobierno anunció a inicios de marzo el fin de estas medidas por una mejoría de la situación sanitaria. Sin embargo, en los últimos días, el número de contagios por COVID-19 aumentó.

El domingo se registró una media de más de 65.250 casos en los últimos siete días, respecto a los 50.646 de la semana anterior. El cambio de tendencia no afecta por ahora a los servicios de cuidados intensivos.

El Instituto Pasteur estima, en su escenario más pesimista, que los contagios podrían superar los 100.000 casos diarios en marzo, una cifra elevada, pero inferior a la registrada en enero.

Pese a que un 80 % de la población cuenta con una vacunación completa, los expertos piden cautela. “Es pronto para pasar la página del covid, incluso si tenemos ganas”, tuiteó Rémi Salomon, al frente de los hospitales de París.

China decreta confinamiento en grandes ciudades

Por otra parte, los 17 millones de residentes de la ciudad de Shenzhen, en el sur de China, se encontraban el lunes confinados por un brote de COVID-19 que obligó a suspender la actividad de una fábrica de iPhone y obligó a imponer restricciones a otras grandes metrópolis como Shanghái.

Las autoridades de Shenzhen anunciaron el domingo el nuevo confinamiento, cuando aparecieron en la ciudad brotes relacionados con la vecina Hong Kong, donde el virus está causando estragos.

El gigante taiwanés de la electrónica Foxconn, principal proveedor de Apple, anunció el lunes que suspendía sus operaciones en Shenzhen porque el confinamiento afectaba al funcionamiento de sus fábricas. Foxconn, que emplea a decenas de miles de trabajadores en la ciudad, dijo que había trasladado la producción a otros centros.

Shenzhen es una de las diez ciudades de China que se encuentran actualmente confinadas. Las autoridades sanitarias han advertido que podrían tomarse medidas aún más estrictas pese a que la política de “cero covid” de Pekín parece estar causan cansancio en la población, en particular ante la variante ómciron, con menos casos graves.

Las autoridades contabilizaron el lunes 2.300 nuevos casos en todo el país. El día anterior se habían notificado casi 3.400, la cifra más alta desde el inicio de la pandemia.

“Ha habido muchos pequeños brotes en barrios y fábricas”, dijo Huang Qiang, un funcionario de las autoridades locales en Shenzhen el lunes.  “Esto sugiere que hay un alto riesgo de propagación entre la población y que aún se necesitan más medidas de precaución”.