El País de España publica que el presidente colombiano, así como lo hizo al principio de la pandemia, continúa “recitando las estadísticas de coronavirus” en un país que estuvo en cuarentena durante “casi un semestre”.

A Iván Duque “se le nota cómodo, desenvuelto, y se ha convertido en su espacio favorito para hacer todo tipo de anuncios, que suele enunciar mirando fijamente a la cámara sin nadie que lo interpele”, señala el medio, como en tono de reproche por tomarse ese espacio de las tardes.

El diario señala la ‘versatilidad’ del presidente y su programa diario, y menciona que luego de los desastres causados por el huracán Iota en el archipiélago de San Andrés y Providencia, el mandatario aprovechó ese escenario para emitir desde allí y, en la actualidad, tanto él como el ministro de Salud emiten desde “donde se encuentren”.

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Este video del programa ‘Prevención y Acción’ muestra a Duque cuando emitió su programa desde San Andrés:

Incluso, el medio menciona que Duque aprovechó dicho espacio para invitar al líder opostor venezolano Leopoldo López, quien hace unas semanas se fugó del régimen represor de Nicolás maduro, pasó por Colombia y se reunió con su esposa, hijos y padre en Madrid.

El espacio le sirvió de tabla de salvación a Duque para recuperar popularidad

El programa ‘Prevención y Acción’ le ayudó a Duque a repuntar en su popularidad en abril a 52 % de aprobación y 39 %, dice El País, que cita a la encuestadora Gallup.

Sin embargo, la fórmula que le ayudó a surgir ya está desgastada y fue, según el medio, “un idilio fugaz”, pues la popularidad del mandatario colombiano volvió a caer en octubre (cuando ya se hablaba de un bajonazo en rating de su programa), cuando registró una aprobación de tan solo el 31 % de aprobación y 61 % de desaprobación, que para el diario son cifras de antes de la pandemia.

El País cita a la experta en mercadeo de la Universidad Externado de Colombia, Eugenie Richard, quien opina que con las apariciones diarias (excepto en Navidad), el presidente está perdiendo la cierta “aura y solemnidad” que deben tener las alocuciones presidenciales, lo que puede jugar un papel nefasto en contra del mandatario.