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Este artículo fue curado por pulzo   Oct 2, 2025 - 4:55 pm
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Siria celebra este domingo sus primeras elecciones legislativas tras la caída de Bashar al-Assad. Pero lejos de ser unos comicios convencionales, se trata de un proceso indirecto en el que la ciudadanía no vota directamente a sus representantes. En su lugar, son comités locales y colegios electorales quienes designan a la mayoría de los diputados, mientras que un tercio del hemiciclo será nombrado directamente por el presidente interino, Ahmed al-Sharaa. Así, estas elecciones situarán a Siria en el centro del debate político, tanto dentro como fuera del país.

Siria celebra este domingo unas elecciones indirectas que pretenden dar forma a su nuevo parlamento tras la caida de Bashar al-Assad. Un sistema poco habitual en las democracias que deja la responsabilidad de la elección de los parlamentarios a una serie de colegios electorales y al propio presidente de facto Ahmed al-Sharaa. A continuación le explicamos los principales puntos a tener en cuanta de cara a estos comicios: 

1- ¿Qué son unas elecciones indirectas?

Las elecciones indirectas implican que el ciudadano no introduce su voto en una urna para escoger a su diputado, sino que delega esa función en representantes intermedios. En Siria, el nuevo sistema prevé que cada distrito forme comités locales, que seleccionan a delegados, y que estos, a su vez, integren colegios electorales encargados de elegir a los parlamentarios. La lógica detrás de esto es sencilla: en un país devastado y con millones de desplazados, resulta imposible organizar un sufragio universal fiable.

El modelo tiene ecos históricos. En 1920, tras la caída del Imperio otomano, el rey Faisal I creó un Congreso Nacional Sirio con poderes legislativos limitados, un experimento para dar legitimidad a su reino frente a la influencia colonial.

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Aunque no son comparables, entonces y ahora Siria busca institucionalizarse tras la guerra y la fragmentación. La fórmula elegida combina representación limitada con concentración del poder en el líder. Aquella experiencia fracasó rápidamente por el mandato francés. Hoy, la duda es si el modelo de al-Sharaa será otra forma de representación débil, más pensada para ganar tiempo que para avanzar hacia la democracia.

2- Cómo funciona el proceso en la Siria posguerra

Tras la salida de Assad, la declaración constitucional provisional fijó un parlamento de 210 asientos. De ellos, 70 serán designados por el presidente y los 140 restantes mediante la cadena de comités locales y colegios electorales. No habrá un censo nacional actualizado ni registro electoral común; en cambio, se recurre a estructuras comunitarias y a los restos de las administraciones provinciales.

Los defensores del sistema aseguran que es la única fórmula viable en un país donde muchas ciudades están en ruinas, millones de ciudadanos viven en el exilio y los registros civiles se encuentran destruidos o fragmentados. Organizar un voto directo sería, por ahora, imposible. Sin embargo, críticos y analistas señalan que el procedimiento abre la puerta a un control excesivo del Ejecutivo y a pactos entre élites locales, reproduciendo las mismas dinámicas de exclusión que marcaron la política siria durante décadas.

3- Quién participa y quién queda fuera

La participación es desigual. Algunas regiones, especialmente en el noreste bajo control kurdo o en zonas de frontera todavía inestables, no se incorporarán plenamente al proceso. Esto significa que amplias franjas de la población quedarán sin representación inmediata. Además, aunque se han anunciado cuotas para mujeres y minorías, la selección de candidatos sigue siendo opaca y dependiente de la aprobación de los comités centrales.

El propio al-Sharaa tiene un papel determinante: al reservarse un tercio de los nombramientos, puede asegurar un bloque fiel en el hemiciclo. Sus partidarios argumentan que esta prerrogativa es necesaria para dar estabilidad al país en la fase de transición; sus detractores, en cambio, temen que se convierta en un mecanismo para perpetuar un poder personalista disfrazado de institucionalidad.

4- El peso simbólico tras 14 años de guerra

El solo hecho de convocar elecciones, aunque sean indirectas, resulta significativo en un país que ha vivido catorce años de guerra civil, con cientos de miles de muertos y un tejido social devastado. La votación ofrece una narrativa de renacimiento político y de reconstrucción del Estado, en un contexto en el que la mayoría de los ciudadanos apenas ha conocido más que la violencia, la represión y el exilio.

Para parte de la sociedad, que existan votaciones para un parlamento electo, por limitado que sea, representa un avance. Pero para otros, se trata de un decorado institucional: un ejercicio diseñado más para tranquilizar a las potencias internacionales que para devolver voz real a los sirios. El recuerdo de procesos frustrados del pasado y la fragilidad de las estructuras actuales alimentan la sospecha de que se repite un patrón de promesas incumplidas.

5- Riesgos, expectativas y el futuro del proceso

Más allá de los aspectos técnicos, estas elecciones representan una apuesta política de alto riesgo. El escenario optimista plantea que este parlamento sirva como laboratorio institucional, un espacio donde se ensaye una transición ordenada y, con el tiempo, se evolucione hacia elecciones directas. El simple hecho de obligar a actores locales, facciones y representantes de distintas comunidades a sentarse en un hemiciclo común ya sería, en este sentido, un logro considerable.

El escenario pesimista, en cambio, es que el sistema se convierta en un pacto entre élites, reforzando las viejas estructuras clientelares y manteniendo a la mayoría de la población fuera del juego político. Si el parlamento carece de autonomía y se percibe como una prolongación del Ejecutivo, podría alimentar la desconfianza, la apatía o incluso nuevas formas de resistencia local.

Al-Sharaa ocupa el centro de esta encrucijada. Su biografía, marcada por su pasado como figura de la oposición armada y ahora como dirigente transicional, le da una autoridad singular, pero también genera recelos. La forma en que ejerza su poder -si apuesta por integrar voces críticas o si se refugia en un control férreo- será determinante para la credibilidad del proceso.

La historia de 1920 ofrece una advertencia clara: un experimento de representación limitada puede abrir esperanzas, pero si no responde a las expectativas ciudadanas y a la necesidad de inclusión, corre el riesgo de derrumbarse ante presiones internas y externas. Hoy, Siria vuelve a poner a prueba la debilidad de sus instituciones. La incógnita es si esta vez el resultado será distinto.

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