Desde el primero hasta el 30 de marzo, se registraron 57.606 víctimas fatales de coronavirus en Brasil, un 75 % más que los 32.881 de julio de 2020, hasta ahora el mes más letal en ese país. El total de víctimas desde el primer deceso hace un año se eleva a 317.646, superado solo por Estados Unidos.

“Nunca un solo acontecimiento provocó tantos muertos en 30 días en la historia de Brasil”, dijo a la AFP el médico Miguel Nicolelis, coordinador del Comité Científico formado por los estados del nordeste para enfrentar la pandemia.

Estamos en el peor momento, con el mayor número de muertes y de casos, lo cual indica que abril será todavía muy malo”, señaló, por su parte, la epidemióloga Ethel Maciel, profesora de la Universidad Federal de Espirito Santo (UFES).

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Del 21 al 27 de marzo se registró también la semana con más casos (casi 540.000), lo cual significa que de aquí a dos semanas habrá más personas precisando internación. Desde el inicio de la pandemia, hubo 12,6 millones de contagiados, en este país de 212 millones de habitantes.

Pero los hospitales ya están saturados: 18 de los 27 estados brasileños tienen más del 90 % de sus camas de unidades de cuidados intensivos (UCI) para COVID-19 ocupadas y otros siete registran una ocupación de 84 % a 89 %, según el último boletín de la Fundación Fiocruz.

Varios estados empezaron a adoptar protocolos para adjudicar las camas disponibles a los pacientes con más chances de sobrevivir.

Hemos llegado a una situación muy trágica, parecida a lo que ocurrió en Italia” a inicios del año pasado, dijo Maciel a la AFP.

Al menos 230 personas con coronavirus o con sospecha de tenerlo fallecieron en marzo esperando cama en alguna UCI de la región metropolitana de Sao Paulo, la capital económica del país, según un informe de TV Globo.

Los temores se acrecientan con la aproximación del invierno austral, con mayor demanda de internaciones debido a otras virosis.

“Con la llegada del invierno puede venir una tercera ola, sobre todo si no logramos acelerar la vacunación”, advierte Maciel.

“Podemos tener una confluencia de esas demandas con índices muy altos de COVID-19, provocando una tormenta perfecta” en el sistema sanitario, sostiene Nicolelis.

La pandemia está totalmente fuera de control y la posibilidad de llegar a 4.000 muertes por día es muy real a partir de esta semana. Y la perspectiva de alcanzar medio millón de muertos en julio ya es plausible”, añade.

En Brasil, asolado por una brutal segunda ola que “afecta a todas las regiones del país al mismo tiempo”, hay “hospitales que están tan desbordados que los pacientes tienen que ser intubados fuera de las unidades de cuidados intensivos“, explicó a la AFP Fernando Bozza, de la Fundación Fiocruz, una institución de referencia en materia de salud pública.

Un estudio realizado con datos recabados por investigadores en Brasil mostró que la mortalidad de pacientes con COVID-19 intubados llega a 83,5 %. Este porcentaje, superior al de otros países, “muestra la fragilidad de un sistema de salud que sufría de falta de inversiones en los últimos años y que se vio sobrecargado”, apuntó Bozza.

Movilidad social, nuevas variantes

La caótica gestión de la pandemia por parte del gobierno de Jair Bolsonaro provocó este mes la salida del ministro de Salud, un militar sin experiencia administrativa, reemplazado por el cardiólogo Marcelo Queiroga, el cuarto titular del cargo en un año.

Bolsonaro, que menospreció la gravedad de la enfermedad y promovió aglomeraciones sin uso de máscaras, se opone a las medidas de aislamiento social, debido a su impacto económico negativo.

Los confinamientos siempre fueron parciales y poco respetados en Brasil. Algunos estados, como Sao Paulo y Rio de Janeiro, decretaron este mes feriados prolongados, pero la medida puede resultar contraproducente.

Esos feriados prolongados pueden tener efectos terribles, porque en lugar de quedarse en casa la gente decidió viajar. Sin duda, dentro de dos semanas empezaremos a ver las consecuencias”, deplora Nicolelis.

La movilidad social acrecienta además el riesgo de nuevas variantes del virus, más contagiosas, como las que ya surgieron en Reino Unido, Sudáfrica y el propio Brasil.

“Estamos generando una serie de nuevas variantes y eso no es solo una amenaza para Brasil; es una amenaza para todo el mundo, empezando por Sudamérica”, afirma el especialista. El colapso hospitalario coloca a Brasil “a la vera de un colapso funerario“, añade.

En ciudades como Sao Paulo y Porto Alegre (sur) hay filas para los entierros, filas para los registros de decesos y dificultades para conseguir féretros”, explica.

Vacunación lenta

La vacunación, entre tanto, avanza a pasos lentos. Hasta ahora, cerca de un 8 % de la población fue vacunada con la primera dosis y 2,3% está completamente inmunizada con alguna de las dos vacunas disponibles en el país, la china CoronaVac y la sueco-británica de AstraZeneca.

La crisis sanitaria va de par con la crisis económica. El desempleo pasó de 11,2% en enero de 2020 a 14,2% en enero de este año, afectando a 14,3 millones de personas.

Un tercio de la población logró sobrevivir el año pasado con subsidios, que se interrumpieron en enero. Esos pagos recomenzarán en abril, pero por montos menores.