Una de las quejas que manifiestan los padres de familia, estudiantes e incluso académicos, es la hora a la que suele arrancar la jornada académica en el país. Por redes sociales, es común leer a usuarios criticando que a tempranas horas de la mañana ya haya niños esperando las rutas escolares o que en algunas universidades las primeras clases sean a las 6:30 a. m. o 7:00 a.m. 

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Algunas de las inquietudes que se plantean tienen que ver con la pertinencia de que los niños, niñas y adolescentes deban madrugar tanto para ir a estudiar. ¿Qué impactos tendrá sobre la educación?, ¿qué tanto aprenderán?, entre otras, son algunas de las preguntas que aparecen cada tanto.

Ahora, un estudio que siguió a más de 30.000 estudiantes universitarios en Singapur, arroja algunas luces sobre el desempeño de los jóvenes en las clases que empiezan más temprano.

La investigación, que se titula ‘Las clases universitarias a primera hora de la mañana se asocian a problemas de sueño y rendimiento académico’, fue liderada por Sing Chen Yeo, académico de la Escuela de Medicina Duke de la Universidad Nacional de Singapur, y se publicó recientemente en Nature Human Behaviour.

Uno de los primeros objetivos que tenían los científicos era determinar si había cambios en los patrones de asistencia en las clases que inician más temprano. Tras analizar los registros de conexión Wi-Fi de 23.391 estudiantes, encontraron que la asistencia a clase de 8:00 de la mañana era 10 % menor respecto a otras clases que arrancaban más tarde.

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Otra de las preguntas que querían resolver, apuntaba a si el desempeño académico era mejor, peor o se mantenía cuando se tenían clases temprano. Al respecto, los investigadores apuntaron que “los análisis de las calificaciones de 33.818 estudiantes mostraron que el número de días a la semana que tenían clases por la mañana se correlacionaba negativamente con la nota media”.

Por eso, los científicos aseguraron que “estos resultados sugieren asociaciones preocupantes entre las clases a primera hora de la mañana y los resultados del aprendizaje”. En conclusión, apuntan en el documento, “nuestros resultados sugieren que podría haber efectos negativos acumulativos de las clases matinales sobre el absentismo y el presentismo que conducen a un peor rendimiento académico”.

Para evitar estos efectos, los investigadores plantean la posibilidad de que las universidades eviten establecer clases obligatorias a primera hora de la mañana, a la vez que retrasan el inicio de la jornada académica. Sin embargo, advierten, “se necesitan más estudios para evaluar si empezar las clases más tarde puede dar lugar a mejoras sostenidas en el comportamiento del sueño y la asistencia a clase. Algunos estudiantes pueden retrasar gradualmente su hora de acostarse, reduciendo así los beneficios de empezar las clases más tarde”.