Desde Jujuy, en el norte, hasta la Patagonia, en el sur; desde Mendoza, al pie de la cordillera de los Andes, en el oeste, hasta Mar del Plata, sobre el océano Atlántico, en el este, los argentinos se preparan para ese partido en el que sueñan con revalidarse como campeones del mundo, 36 años después de haber obtenido su último trofeo con la Selección de Diego Maradona en México-1986. La primera Copa la consiguió Argentina en el Mundial de 1978.

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Un banderazo en las principales esquinas del país despidió la noche de este sábado las manifestaciones de aliento a la Albiceleste que lidera Lionel Messi. “Me siento muy orgulloso de Argentina. Sé que Messi nos va a traer la Copa”, declaró Franco Llanos, un joven de 22 años que viste camiseta y gorro con los colores de la Selección.

En el tradicional barrio de Boca, Carina Disanzo, de 44 años, cree que la Selección Argentina “merece” ganar este Mundial y aseguró que “si lo que todos queremos que pase, pasa, habrá una gran fiesta. Y si no pasa, también habrá una gran fiesta, porque estamos en la final con el mejor jugador del mundo. Este es realmente un país futbolero, lo que pasa en Argentina no ocurre en ningún otro lugar del mundo”.

Todos están con Lionel Messi

Horas antes del partido de la final del Mundial de Qatar 2022, Buenos Aires se convirtió en una ciudad vestida de celeste y blanco: en las camisetas con el número 10 de Messi, pero también en los adornos de las ventanas de las casas y de las vitrinas de las tiendas, en los rostros maquillados y en las uñas pintadas, e incluso en algunos pasos peatonales del centro.

Todos cantan ‘Muchachos’, con música de la banda de ska y rock La Mosca, incluso el coro infantil del Teatro Colón, en un video que ya se viralizó.

A la medianoche, el himno nacional que emite la televisión pública fue entonado esta vez por los integrantes de la Selección, para abrir un día en el que solo se piensa en fútbol y se desea que Messi alce la Copa en el que se cree será su último Mundial. Incluso los turistas de paso por Buenos Aires se han contagiado de esa pasión.

“Todos queremos que Messi gane la Copa. Creo que es el mejor jugador de todos los tiempos y merece alzarla”, dijo Greg Layhe, un inglés que bien podría haber sido en otro momento el más acérrimo rival de los argentinos.

Aferrados a los agüeros y las cábalas

La ropa al revés, la estampita de San Expedito, la foto de Maradona o la abuela en la misma silla que la última vez. Los argentinos cumplen su ritual de cábalas y palpitan la final ante Francia en Catar-2022 con más alegría que angustia.

“En el partido que perdimos con Arabia me puse la [camiseta] celeste y blanca con el ’10’, después con México me la puse dada vuelta y ganamos. De ahí en más la usé al revés siempre y no paramos de ganar. Cuando resulta, la cábala jamás se rompe, es cosa de fútbol”, dijo a la AFP con gesto de obviedad Julio Tresto, un fanático de Boca Juniors de 55 años.

En su barrio de Flores este domingo “no hay asados”, ritual dominguero de carne cocida a la parrilla, explica Julio. “El horario del partido [al mediodía de Argentina] no lo permite, ¿Quién se queda pegado al asador? Nooo, hay que aguantarse, cervecita y algo liviano para picar si es que pasa bocado”.

En casa de Graciela Castro (diseñadora de 58 años) en Almagro, donde sobran los hinchas de San Lorenzo, el club de los amores del papa Francisco, los rituales futboleros se cumplen a rajatabla. “¿Cábalas? unas cuántas: mismos calzones, misma remera, no voy al baño en todo el partido y, claro, putear [insultar] al enemigo finamente, porque es francés”, dice con picardía y una sonrisa.

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Alma Mauri, de 15 años es una estudiante secundaria de Avellaneda, fanática de Racing. “Para los partidos uso la misma remera de Argentina sin lavar desde el segundo partido y pongo todas las figuritas del mundial sobre la mesa”, explica.

Para Guillermo Martínez, socio e hincha de Boca, el ritual es muy particular: “Me siento cruzado de piernas con el pie apuntando hacia el arco rival, en el otro tiempo cruzo las piernas para el otro arco”, explica. Su pareja, Mónica Gómez, lleva consigo dos estampitas de San Expedito, un santo pagano al que se suele peticionar ‘favores urgentes’, una fotografía de su hija y un autógrafo de Diego Maradona que atesora con pasión.

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Daniel ‘La Rana’ Valencia, que integró la selección campeona del mundo en Argentina-1978 rechazó una invitación de la Fifa para ir a ver la final a Catar. “Mi hijo se enojó, no entendía por qué no viajaba y yo le contesté que me iba a entender cuando fuera padre”, dijo a Radio AM750.

El campeón mundial privilegia verlo en familia, un ritual imposible de romper. “Siempre vemos los partidos en el mismo lugar. Yo creo que esa tradición es una locura porque los años no pasan en vano y uno piensa: ‘Mirá lo que estoy haciendo’. Pero yo sigo usando, por ejemplo, el calzoncillo al revés y nos sentamos en el mismo lugar, hasta mis hijos agarraron esa costumbre”, reveló.

Hasta el presidente argentino, Alberto Fernández, confesó cábalas al anunciar este sábado por Twitter que mirará la final “en casa”. “Viviré este momento fantástico como hasta ahora, junto a mi gente (…) Además, cábalas son cábalas”, escribió el presidente, ferviente hincha de Argentinos Juniors, al desistir de viajar a Catar.

Rituales y ‘mufas’

Cristian Oberosler (54) y Lucrecia Airaldi (50) están divorciados, pero verán juntos la final. El primer partido ella lo vio con su actual pareja y Argentina perdió. El segundo lo vio con su exmarido y la hija de ambos en un bar de Palermo y fue victoria. Desde entonces siguió la ceremonia y la repetirá “el domingo en la misma mesa reservada para la ocasión”. explica ella.

En casa de Ignacio Farone, universitario de 24 años, se convocó a los amigos. “Como soy el único que vive en Capital, lo vemos en casa, a un toque [cerca] del centro”, explica Ignacio del barrio de Boedo, a 15 minutos del Obelisco, epicentro de toda celebración futbolística en Buenos Aires.

“El equipo está jugando muy bien y Messi está demostrando por qué es de otro planeta”, dice Ignacio que elude hablar de posibles resultados “porque es ‘mufa'” (trae mala suerte), advierte. También en su casa hay cábalas. En el patio la abuela Clara (86 años) “se sienta en la misma silla con una foto de Maradona”, refiere Ignacio.

Mario Losada (44), en cambio, es de los que sufren cada partido. “Me pongo muy nervioso, prefiero verlo solo, soy muy enfermo del fútbol”, admite este hincha de River Plate.

En la ciudad se dispusieron pantallas gigantes en distintos puntos “pero el día y hora conspira un poco, la gente lo ve en casa con amigos y familia” dice Juan Martín Graciano, comerciante de 63 años de Parque Chacabuco.

En la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada (gobierno), y a lo largo de la céntrica avenida 9 de Julio se multiplicaron vendedores ocasionales de banderas argentinas. El martes pasado cuando Argentina venció 3-0 a Croacia en semifinales, una marea celeste y blanca copó las principales ciudades argentinas con festejos que se prolongaron por horas. “Esperemos repetir”, dice Mario.