Valentino es otro. Está más grande y más gordo: llegó pesando 149 kilos y ahora tiene 200. Se le ve, sobre todo, muy aliviado y con un mejor semblante. Valentino, el caballo que adoptó el cantante Jhonny Rivera, fue traído hace cinco meses desde Pereira hasta el Centro de Veterinaria y Zootecnia de la Universidad CES (CVZ) en Envigado para someterse a una compleja cirugía que evitó que le practicaran la eutanasia.

A las 9:00 de la mañana de este 1 de febrero, el animal recibió el alta médica veterinaria. Valentino se fue para su casa en un pequeño camión luego de que un equipo de profesionales del CVZ le ayudaran en la recuperación de la cirugía que le corrigió una deformidad angular causada por una luxación de la articulación del carpo, en el miembro anterior izquierdo.

Su estadía fue en la pesebrera número tres: esa fue su habitación durante 152 días. Valentino llegó cuando tenía diez meses de edad y con un dolor tremendo: lo atropelló un camión en una de las vías del departamento del Cauca.

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“Debido al accidente tuvo una deformidad angular en su mano izquierda que no le permitía que se desplazara adecuadamente en su vida natural”, explicó Felipe Gómez, coordinador del área de grandes especies del CVZ. Es decir, cuando el animal se desplazaba no podía apoyar el casco, sino que apoyaba el carpo de la mano, lo cual le generaba presión, dolor y heridas por el apoyo.

La eutanasia compasiva fue la primera opción, dijo el médico veterinario, porque los pacientes con este tipo de limitaciones no pueden cumplir sus tareas diarias en función de su calidad de vida como correr, buscar su alimento o huir en caso de algún ataque. Sin embargo, después de la evaluación médica se decidió que lo mejor era operarlo.

Y fue el 8 de septiembre de 2022. Primero, Valentino fue sometido a varias ayudas diagnósticas para tomar decisiones quirúrgicas y tener una mejor planeación de la cirugía: le hicieron radiografías y tomografías.

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Le quedó una familia

Después llegó la operación en la que participó un grupo de diez especialistas de la Universidad CES, entre los que habían médicos veterinarios ortopedistas de grandes y pequeñas especies, un licenciado en imagenología (encargado del equipo de rayos x), un médico ortopedista de humanos, un médico veterinario anestesiólogo, instrumentadores quirúrgicos y rotantes.

“Lo más complejo fue poder alinear la deformidad que tenía en la mano, que no se logró totalmente, pero podemos decir que se obtuvo un porcentaje de recuperación del 80%, al propietario de Valentino le habíamos hablado de una recuperación del 50%”, dijo Gómez.

Luego de la cirugía habían más retos: Valentino podía presentar otras complicaciones que los profesionales siempre tuvieron en cuenta en el plan de trabajo. Por ejemplo, que rechazara el material de osteosíntesis (placas y tornillos) que le pusieron para alinear las estructuras anatómicas fue una de las posibilidades.

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Aunque todo lo aceptó con normalidad, según dijo el médico veterinario, sí tuvo un punto de infección. “Esto lo evidenciamos en las radiografías de control, pero en ese momento tomamos la decisión de establecer una terapia antibiótica y analgesica para tener una mejor evolución”.

Junto a él en esa evolución estuvieron los médicos veterinarios residentes del CVZ que tenían turnos de ocho horas al día para estar pendientes: se rotaban para brindarle la atención a Valentino. Se encargaron del proceso de vendaje, darle los medicamentos, antibióticos y antiinflamatorios.

“Recuerdo que llegó muy nervioso, me imagino que por lo que sufrió, uno no se le podía acercar casi, pero después se volvió juguetón, jugaba con la coca de la comida, le gusta mucho morder el lazo. Llegó muy flaquito y mire, ¡hasta creció! Él era más chiquito”, dijo María Adelaida Ospina, una de las estudiantes.

Mientras lo alistaban para que emprendiera el viaje de cinco horas hacia Pereira, en esos últimos minutos a María Adelaida se le notaba la tristeza del adiós. De separarse. Ella no paraba de sobarle las orejas: unas orejas que todo el tiempo estuvieron paradas, atentas.

“No niego que se siente una nostalgia porque se va, pero también hay una felicidad porque estará en un lugar mejor, más tranquilo y no aquí encerradito. A pesar de todo uno se apega porque lo atendimos todos los días, teníamos que interactuar, aprendimos a conocer su personalidad”.

Así fueron los días de Valentino en Envigado, el caballo extrovertido, alegre y juguetón que comenzará una nueva vida en la finca de Jhonny Rivera en el Eje Cafetero. En dos meses un médico cirujano ortopedista lo visitará para revisar su evolución y si es necesario retirar una placa y un par de tornillos que de alguna manera le permitieron volver a dar esos pasos finos. ¡Buen viaje, Valentino!