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El testimonio de un joven de Valledupar pone sobre la mesa la apremiante necesidad de dignificar y dar verdadero espacio a la juventud en la construcción social y económica del país, con un énfasis particular en regiones históricamente rezagadas como los resguardos indígenas de la Sierra Nevada. Este planteamiento cobra aún más importancia ante la evidencia estadística: Valledupar vive una de las tasas de desempleo juvenil más elevadas del país, con un 22,2% en 2024, de acuerdo con datos del DANE, cifra que continúa en ascenso comparada con años anteriores. A nivel global, la juventud representa el 16% de la población mundial y, según proyecciones, este porcentaje seguirá creciendo hacia 2030, lo que plantea desafíos y oportunidades relevantes para gobiernos, sociedad civil y sector privado.
La problemática trasciende el ámbito nacional y se ubica en un contexto más amplio de exclusión socioeconómica y cultural. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la desocupación juvenil global bordea el 14%, aunque en América Latina y el Caribe suele superar el 20%, arrastrada por deficiencias educativas, discriminación y el escaso acceso a tecnologías digitales. Estas cifras refrendan el testimonio del autor y multiplican las preguntas sobre el valor y la comprensión de la juventud, especialmente en territorios donde la desigualdad persiste de manera crónica.
Al componente económico se añade un problema cultural: el texto original narra cómo, en comunidades indígenas, los jóvenes suelen ser vistos como inexpertos o “locos”, lo que se traduce en una invisibilización de sus aportes. No obstante, investigaciones recientes reconocen la creciente presencia de jóvenes indígenas como líderes en sus comunidades, emprendedores sociales y artífices de modelos híbridos que combinan saberes ancestrales con innovación tecnológica. Esta búsqueda de desarrollo sostenible deja claro que su aporte va mucho más allá de la simple mano de obra.
El acceso desigual a la educación y la tecnología constituye otra barrera fundamental. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la brecha digital es mucho más pronunciada en zonas rurales e indígenas, limitando fuertemente la inclusión de estos jóvenes en una economía cada vez más orientada al conocimiento y a los servicios digitales. Esta brecha repercute, a su vez, en la capacidad de acceder a trabajos calificados o desarrollar proyectos de impacto local.




La denuncia del joven respecto al predominio de las “palancas” o conexiones sociales por sobre el mérito encuentra eco en estudios sobre movilidad social colombiana: el acceso a empleos dignos y posiciones de liderazgo suele depender de redes familiares o de influencia, perpetuando ciclos de desigualdad. Al mismo tiempo, emergen experiencias exitosas en emprendimiento y educación popular que demuestran el potencial transformador de los jóvenes cuando cuentan con acceso a información, tecnología y redes de apoyo, como lo evidencian los reportajes del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP) a través de iniciativas como NINA.
El panorama de regiones como la Sierra Nevada y ciudades como Valledupar ilustra la coexistencia de profundas brechas estructurales con un sector juvenil resiliente y creativo que exige reconocimiento efectivo. La construcción de un futuro más justo requiere políticas integrales centradas en educación de calidad, acceso tecnológico y reconocimiento social de los jóvenes como protagonistas del desarrollo, más allá de roles pasivos o subordinados. Sin un compromiso claro en esa dirección, las alarmantes cifras de desempleo juvenil seguirán marcando el destino de la siguiente generación.
¿Por qué la brecha digital afecta especialmente a la juventud indígena?
La pregunta sobre la brecha digital cobra relevancia en el contexto de regiones rurales y comunidades indígenas. Según UNESCO, el acceso limitado a internet y dispositivos tecnológicos impacta sobre todo a los jóvenes indígenas y rurales, quienes ven restringidas sus posibilidades de aprendizaje, capacitación laboral y participación en la economía digital. Esta desventaja tecnológica no solo amplía la brecha de oportunidades frente a sus pares urbanos, sino que también dificulta su incidencia en proyectos de emprendimiento o acceso a información sobre derechos y servicios.
El testimonio abordado en el artículo refleja cómo la exclusión digital, sumada a barreras económicas y sociales, refuerza la marginación juvenil. Es por esto que la conectividad y el acceso a tecnología adaptada a realidades locales han sido señalados como componentes indispensables en cualquier política de inclusión juvenil que aspire a la equidad y al desarrollo efectivo.
¿Qué significa la expresión “palancas” en el contexto laboral colombiano?
La palabra “palancas” se utiliza en Colombia para describir el fenómeno de influencia, conexiones o recomendaciones personales que facilitan el acceso a empleos, becas o posiciones de liderazgo, desplazando el mérito como criterio principal. Esta práctica, profundamente enraizada en la cultura de muchas organizaciones y sectores, resulta excluyente para quienes no cuentan con redes familiares o sociales privilegiadas.
El texto subraya que tal fenómeno perpetúa la desigualdad e impide la movilidad social de jóvenes con talento pero sin acceso a estos “favores”, afectando en especial a quienes provienen de comunidades indígenas o zonas marginadas. Desmantelar la cultura de las “palancas” es considerado fundamental para garantizar igualdad de oportunidades y promover sociedades más justas.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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